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Medina y Arias, los superamigos

Cuando Wílder Medina se recuperó de su adicción a las drogas, se refugió en Luis Carlos Arias, quien superó el alcoholismo hace siete años. “Él es la prueba de que sí se puede cambiar”.

Juan Diego Ramírez C.
20 de febrero de 2013 - 09:37 p. m.
Wílder Medina y Luis Carlos Arias celebran el título de la Superliga que le ganó Santa Fe a Millonarios.  / Andrés Torres
Wílder Medina y Luis Carlos Arias celebran el título de la Superliga que le ganó Santa Fe a Millonarios. / Andrés Torres

La similitud de sus respectivos pasados —la violencia en la misma región, el vicio, la recuperación, el fútbol— terminaría por estrechar una complicidad en algún momento. Por eso este año en Santa Fe, Luis Carlos Arias, recuperado del alcoholismo hace siete años, y Wílder Medina, alejado desde hace dos meses de su problema con las drogas, se volvieron los mejores amigos y el soporte emocional uno del otro en las concentraciones y entrenamientos. “¿Cómo va de ánimo?”, “¿Alguna caída?”, “Contrólela”, se preguntan ya como una rutina.

Luis Carlos Arias sufrió la violencia en su hogar de crianza, ubicado en la vereda San Juan, en el municipio antioqueño de La Unión. De ese sitio —una finca agrícola con panorámica del pueblo— su familia fue desplazada por la guerrilla en 2000. En Medellín conoció la bebida y a los 20 años, cuando hacía parte de Atlético Nacional, ingresó a Alcohólicos Anónimos. Desde entonces, es decir, hace siete años, es abstemio, ya no miente, ya no olvida la noche anterior. Con una sonrisa de vencedor habla de la época en que les mentía a los entrenadores de las divisiones de Nacional cuando llegaba tarde a los entrenamientos. O cuando nunca aparecía.

Wílder Medina, por el contrario, sufrió por la violencia, pero desde el papel de victimario. A los 16 años pertenecía a una pandilla en su natal Puerto Nare (también en Antioquia). Anduvo armado. Llegó a ser líder y dio órdenes. Y, siempre, consumió drogas, hasta que Santa Fe lo contrató como refuerzo y lo sometió el 2 de octubre a una recuperación de dos meses con la clínica Avanza en una finca en Subachoque —a 45 minutos de Bogotá—, en donde se encargaron de subirle el peso que las drogas le habían disminuido. Allí se preparó a través de psicoterapias para regresar al fútbol, del que lo alejó la Dimayor por dar cuatro veces positivo por marihuana desde 2010, cuando jugaba con Tolima.

Cuando Wílder Medina salió el 2 de diciembre de la finca de Subachoque, el médico Carlos Cruz ya había preparado una red de apoyo, como diría él. “Yo me enteré antes de que Luis Carlos Arias se había recuperado (no rehabilitado, porque estamos hablando de una enfermedad) del alcohol y pensé que sería la mejor compañía para Wílder. Y lo abordé”, dice el especialista, quien acompaña a Medina a algunos entrenamientos y concentraciones para verificar que no recaiga, como hasta ahora no ha pasado.

“Luis Carlos aceptó porque le dije que a él le serviría también, pues aunque tenía un bagaje sobre el tema, siempre hay riesgo de recaer y hay que seguir pendiente. Entonces eran el complemento perfecto y ahora se ayudan, se motivan y se entienden bien en la cancha. Si usted recuerda, el gol que hizo Arias en la Superliga contra Millonarios lo celebró, antes que nadie, con Medina”, dice Cruz, una de las cinco personas que acompañaron a Wílder durante el proceso e, irónicamente, hincha de Millos.

El cariño entre Arias y Medina tiene otra explicación más. El aspecto físico de Luis Carlos es muy parecido al del hermano menor de Wílder, que murió hace tres años por un cáncer. “Por eso sí puedo decir que, más que amigo, es como mi hermano”, explica Medina, de 32 años. “Además, él ha sido un ejemplo para mí. Él me hace creer que sí se puede cambiar, es posible estar consciente, sobrio, después de que durante cinco años vivió momentos difíciles por el alcohol. Ahora, verlo así es una motivación diaria”.

En términos del médico Cruz, congeniaron perfectamente. “Son igual de burlones. Todo el tiempo se ríen, se hacen bromas. Por eso ha sido efectiva la terapia de Wílder. Porque encontró al mejor cómplice y al mismo tiempo a un gran ejemplo”.

Por Juan Diego Ramírez C.

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