Alexis Sánchez y Arturo Vidal: un sendero que se junta de nuevo
Los chilenos, que se reencontraron en Inter de Milán, no defendían la camiseta del mismo club desde 2007, cuando hicieron parte de Colo Colo.
Camilo Amaya - @CamiloGAmaya
Cada momento en la vida nos quita o nos da algo. Por ejemplo, en la infancia de Alexis Sánchez en Tocopilla, una población del norte de Chile que no supera los 22.000 habitantes, el verbo quitar fue muy habitual. Incluso se combinó con sufrir, palabra arraigada en una ciudad donde la delincuencia y las drogas quiebran voluntades.
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Cada momento en la vida nos quita o nos da algo. Por ejemplo, en la infancia de Alexis Sánchez en Tocopilla, una población del norte de Chile que no supera los 22.000 habitantes, el verbo quitar fue muy habitual. Incluso se combinó con sufrir, palabra arraigada en una ciudad donde la delincuencia y las drogas quiebran voluntades.
El hoy jugador Inter comprendió desde muy niño que la única salida a un futuro predestinado por el entorno social era hacer la diferencia, convertir el instinto en el camino al éxito. Lavó carros al frente del cementerio municipal mientras su madre se desplazaba hasta María Elena, a 77 kilómetros, para vender pescado, para darle más oportunidades a un hijo irreverente ante la autoridad y egoísta con la pelota.
A 1.530 kilómetros de allí, en Santiago, otro niño vivía una realidad similar, una vida paralela que quitaba mucho y daba muy poco. Arturo Vidal, dos años mayor que Alexis, nunca entendió de disciplina, mucho menos cuando su padre llamaba a ésta a punta de porrazos.
Hambre y frío, mucho frío, dos palabras que aún recuerda cuando lo obligan a volver atrás. El problema de drogas y alcohol de su papá, la actitud apacible de su mamá. De él aprendió qué camino no tomar, de ella el silencio prudente en el momento adecuado y no rendirse jamás. Causó problemas, y muchos, al igual que Alexis, sobre todo a su madre, que a su manera le ayudó a construir una voluntad de hierro con la paciencia del amor incondicional.
Con nueve años, Vidal conoció el valor del trabajo cuando entró al Club Hípico de Chile, donde limpiaba las caballerizas por 300 pesos la jornada. Ese dinero alcanzaba para una bolsa de leche y uno que otro abarrote.
Así solventó muchos días en los que su madre llegaba sin un peso tras una jornada de limpieza en varias casas de los barrios más excéntricos de la capital. Hoy en día, el volante tiene el caballo más caro de su país y el más rápido, Sono Bianco Nero, un animal elegante, con el pelo brillante y los ojos enormes.
Los orígenes de Sánchez y Vidal los unieron, los hicieron expresarse en la cancha sin necesidad de usar la palabra, sólo las miradas y los gestos. Con esfuerzos tremendos y hasta desmesurados llegaron al punto en el que la vida les da y por montones. Recompensa de su perseverancia, retribución a quienes estuvieron detrás impulsando, a doña Martina y doña Jackeline.
Chile se debe a ellos, a dos hombres que reflejan lo duro que resulta para muchos sobrevivir en su país, dos futbolistas que desde el punto de vista técnico son una maravilla y que ahora estarán con Inter para demostrar que, como antes, siguen siendo un peligro al ataque. Una muestra de que con las ganas siempre llegan las fuerzas.