Algunos goles que nunca llegaron y otro que parecía que no iba a llegar
El 2023 dejó escenas que quedaron grabadas en la retina de los hinchas colombianos, entre ellas la jugada del tanto con el que Nacional se puso en ventaja en la ida de la Copa BetPlay.
Juan Diego Forero Vélez
El día de los inocentes, celebrado este jueves, no es precisamente una fecha alegre. Al contrario, es una festividad amarga. Por eso hoy recordaremos algunas atajadas imposibles, fallos groseros y gritos de gol ahogados en el instante preciso en el que salían desaforados a consumir el oxígeno del ambiente rival.
Daremos homenaje a aquellos que no se rindieron y que cambiaron la dirección de la historia; y por ende, también al bando contrario, a los que fueron consumidos por el egoísmo; a los que fueron atropellados y superados.
El Paris Saint-Germain tiene la endémica obsesión de ganar la UEFA Champions League desde hace años, desde que Nasser Al-Khelaifi empezara a inyectar capital de forma desproporcionada en el club. Sin embargo, el sueño aún parece lejano y la victoria se antoja cada vez más ufana.
En la última fecha de la fase de grupos de la actual Champions, el PSG empató a un gol con el Borussia Dortmund y se vio por fuera de la competición por un par de minutos particularmente eternos. Aunque el episodio que nos ocupa ocurrió apenas en un diminuto y moribundo instante del primer tiempo.
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Transcurría el minuto 16, y el partido estaba paralizado por la holgazanería del equipo local, que ocupaba todos los espacios del campo con ociosa negligencia. Milan Skrinjar miraba con recelo el arco contrario, tenía espacio y tiempo para pensar. Nadie lo presionaba y en apenas un parpadeo lanzó el balón al vacío.
Kyllian Mbappe controló el esférico de espaldas al arco; se volteó de forma instintiva y corrió enfurecido hacia el arco de Gregor Kobel, que quedó inmóvil en el camino con apenas una zancada del jugador galo. El desenlace era irremediable, la portería del Dortmund se mostraba endeble y desnuda ante el poderío del francés, que disparó con afanosa frugalidad sin percatarse de Niklas Süle, que estaba persiguiendo la jugada con obstinada hilaridad.
El alemán se deslizó por el pasto húmedo al tiempo que el disparo de Kyllian se despegaba de su botín, y pudo detenerlo, víctima del azar malintencionado, tras levantar el pie en el momento exacto en el que el balón rozaba el gol.
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Todos los fanáticos franceses se vieron privados del placer de la celebración y la tranquilidad que habría traído al equipo aquel festejo tempranero que jamás llegó. La ilusoria meta se presentó como indomable y ajena.
Recordemos ahora a la selección de Colombia, en aquel partido contra la selección de Paraguay, el 21 de noviembre, por la sexta fecha de las eliminatorias sudamericanas al próximo Mundial de fútbol de la FIFA. Aquel martes olvidado en Asunción, en el que Rafael Santos Borré marcó el único gol del encuentro, al minuto 11, desde los once pasos.
El partido era particularmente agónico, los cafeteros habían mantenido el control del balón durante casi los 90 minutos, adueñándose de forma rutinaria de todas las oportunidades de gol del encuentro; hasta que los ánimos se fueron relajando y la concentración se fue flexibilizando. El final del encuentro fue tétrico; los paraguayos atacaron con valentía, enceguecidos por la flaqueza de Colombia, agotada.
Al minuto 89 el estadio se paralizó, algunos corazones incluso se sincronizaron con la salida en falso de Camilo Vargas tras el remate de Óscar Cardozo, que miraba con alucinante animosidad el arco desprotegido de Colombia. John Lucumí tuvo que reprimir el grito de gol con una confianza y seguridad envidiable, en el borde del arco, con una patada violenta hacia el infinito desconocido que terminó por derribar cualquier esperanza de los fanáticos que ya celebraban un gol jamás concebido.
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Las sonrisas se borraron tan rápido como se dibujaron en un principio mentiroso. Y finalizamos con la Copa BetPlay. Con aquel error cómico y fútil que tuvo Juanito Moreno al minuto 20 del partido de ida por la final frente a Nacional, cuando el marcador permanecía aún inmaculado e intransigente.
Aquel tanto huérfano de Dorlan Pabón terminó marcando el desenlace del partido definitivo. Ese balón dócil que el portero de Millonarios calculó de forma incorrecta, aquella parábola lenta y desinteresada que terminó colándose en el arco del equipo embajador, aunque Juanito corrió despavorido y se estiró angustioso para tratar de atajarlo; aunque trató de corregir su ingenuidad imperdonable.
Recordemos por última vez aquellas palmadas de autocompasión de Moreno; los gritos de recriminación y los silbidos de los hinchas en el estadio. Olvidemos hoy el error y la final perdida, y abramos los ojos a los bloopers que vendrán en 2024.
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El día de los inocentes, celebrado este jueves, no es precisamente una fecha alegre. Al contrario, es una festividad amarga. Por eso hoy recordaremos algunas atajadas imposibles, fallos groseros y gritos de gol ahogados en el instante preciso en el que salían desaforados a consumir el oxígeno del ambiente rival.
Daremos homenaje a aquellos que no se rindieron y que cambiaron la dirección de la historia; y por ende, también al bando contrario, a los que fueron consumidos por el egoísmo; a los que fueron atropellados y superados.
El Paris Saint-Germain tiene la endémica obsesión de ganar la UEFA Champions League desde hace años, desde que Nasser Al-Khelaifi empezara a inyectar capital de forma desproporcionada en el club. Sin embargo, el sueño aún parece lejano y la victoria se antoja cada vez más ufana.
En la última fecha de la fase de grupos de la actual Champions, el PSG empató a un gol con el Borussia Dortmund y se vio por fuera de la competición por un par de minutos particularmente eternos. Aunque el episodio que nos ocupa ocurrió apenas en un diminuto y moribundo instante del primer tiempo.
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Kyllian Mbappe controló el esférico de espaldas al arco; se volteó de forma instintiva y corrió enfurecido hacia el arco de Gregor Kobel, que quedó inmóvil en el camino con apenas una zancada del jugador galo. El desenlace era irremediable, la portería del Dortmund se mostraba endeble y desnuda ante el poderío del francés, que disparó con afanosa frugalidad sin percatarse de Niklas Süle, que estaba persiguiendo la jugada con obstinada hilaridad.
El alemán se deslizó por el pasto húmedo al tiempo que el disparo de Kyllian se despegaba de su botín, y pudo detenerlo, víctima del azar malintencionado, tras levantar el pie en el momento exacto en el que el balón rozaba el gol.
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El partido era particularmente agónico, los cafeteros habían mantenido el control del balón durante casi los 90 minutos, adueñándose de forma rutinaria de todas las oportunidades de gol del encuentro; hasta que los ánimos se fueron relajando y la concentración se fue flexibilizando. El final del encuentro fue tétrico; los paraguayos atacaron con valentía, enceguecidos por la flaqueza de Colombia, agotada.
Al minuto 89 el estadio se paralizó, algunos corazones incluso se sincronizaron con la salida en falso de Camilo Vargas tras el remate de Óscar Cardozo, que miraba con alucinante animosidad el arco desprotegido de Colombia. John Lucumí tuvo que reprimir el grito de gol con una confianza y seguridad envidiable, en el borde del arco, con una patada violenta hacia el infinito desconocido que terminó por derribar cualquier esperanza de los fanáticos que ya celebraban un gol jamás concebido.
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Aquel tanto huérfano de Dorlan Pabón terminó marcando el desenlace del partido definitivo. Ese balón dócil que el portero de Millonarios calculó de forma incorrecta, aquella parábola lenta y desinteresada que terminó colándose en el arco del equipo embajador, aunque Juanito corrió despavorido y se estiró angustioso para tratar de atajarlo; aunque trató de corregir su ingenuidad imperdonable.
Recordemos por última vez aquellas palmadas de autocompasión de Moreno; los gritos de recriminación y los silbidos de los hinchas en el estadio. Olvidemos hoy el error y la final perdida, y abramos los ojos a los bloopers que vendrán en 2024.
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