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Que América volviera a un torneo internacional era una necesidad, una cuestión de orgullo. Una manera de comprobarse a sí mismo y a su gente que el recuerdo de una mejor época no podía seguir siendo la única riqueza del colectivo. Como una especie de estela, muy claro para unos, borroso para otros, se mantiene el gol de Wílmer Parra Cadena al São Paulo en el Morumbí, luego de un pase impecable de Diego Chará. Ya después vendrían las dos anotaciones de Dagoberto para la remontada 2-1 ese 22 de abril de 2009, la última vez que el equipo caleño jugó un certamen continental.
En esa Copa fueron seis partidos y apenas tres puntos los que sumó el elenco caleño, para una efectividad del 16,6 %, vergonzosa, evidencia clara de falta de vehemencia en la cancha. La caída en Montevideo con Defensor Sporting (1-0), la derrota en casa con São Paulo (3-1) y el empate en el Pascual Guerrero con Medellín (1-1) fueron los decepcionantes resultados de un equipo que venía de pasar la fase previa dejando en el camino al poderoso Peñarol uruguayo. La eliminación era inminente. Diego Umaña comenzó el camino. Álex Escobar, El Pibe del Barrio Obrero, lo terminó.
En la segunda vuelta, el equipo rojo empató con Medellín y con el Defensor Sporting y, ya eliminado, cayó con São Paulo en el Morumbí. Adrián Ramos, el delantero de 23 años, la figura, delgado, veloz, ágil y potente en sus zancadas, no tuvo una buena presentación en el torneo, como casi todos sus compañeros. (Lea también: ¿Qué tan hincha de América es?)
El América de esa Copa Libertadores fue el reflejo del que jugaba el torneo local, del puesto 11 de la tabla de posiciones, fuera de los ocho mejores en el Apertura, de lo que más adelante sería el último lugar en el Finalización, con 13 unidades en 18 partidos.
La identidad se perdió, las ganas también. Ya después vendría algo peor, que haría ver ese fracaso internacional como un simple hecho: el descenso. Decenas de domingos y lunes grises, de lágrimas que mutaron en carcajadas de nerviosismo, de no saber qué hacer.
Desde ese gol de Parra Cadena en Brasil han pasado ocho años, nueve meses y 22 días, en los que el aficionado se transformó en un prodigio de paciencia. A punta de ensayo y error, de entrenadores yendo y viniendo (11 en total), de recuperar su puesto en la primera división del fútbol colombiano, ahora el América tiene una nueva oportunidad, esta vez en la Copa Suramericana cuando hoy (7:30 p.m., por Fox Sports) visite a Defensa y Justicia, un club pequeño en historia (fue fundado en 1935) y que apenas lleva tres años en la Primera A de su país.
La última vez en Argentina
Si hubo que ir atrás para encontrar la última participación de los escarlatas en un torneo internacional, hay que buscar aún más para hallar el último partido del club vallecaucano en Argentina. Fue en 2001, cuando Rosario Central eliminó al conjunto colombiano en los cuartos de final de la Libertadores. El martes 22 de mayo, en el duelo de ida, el Canalla se impuso 1-0 con un golazo de Juan Antonio Pizzi en el Gigante de Arroyito. Luego seguiría la victoria del local en el Pascual Guerrero (3-2) y la alegría de los argentinos al ganar la definición por cobros desde el punto penalti (4-3) y pasar a semifinales.
América, hoy dirigido por Jorge da Silva, de a poco va llegando al nivel que quiere el estratega uruguayo. Un equipo con ímpetu, agresivo en el ataque y que corra mucho más sin la pelota. El partido contra Defensa y Justicia es la oportunidad perfecta para comenzar a recuperar el prestigio internacional del que gozó el club escarlata en los años 80 y 90, ahora de la mano del arquero Carlos Bejarano y del delantero Cristian Martínez Borja, sus hombres más representativos en las últimas campañas. (Lea también: América, pasión de un pueblo).
Para lograrlo será necesario sacar un buen resultado y regresar a Cali para liquidar la serie y avanzar en la Sudamericana. “Lo primero es no perder fuera de casa, después veremos”, señaló en el previo el técnico Da Silva.
Es justo y necesario por los hinchas, que durante las peores épocas se limitaron a sostenerse a punta de ánimo creyendo que todo tiempo futuro sería mejor.
Para América ha llegado el momento de retribuirles con un fútbol que entre por los ojos pero, más importante, que termine en la red del rival, porque el prestigio se recupera con triunfos y buenas actuaciones.