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Análisis: El circo de Bartomeu

Parece absurdo que el peor presidente en la historia del club quiera ser el encargado de la fundación del nuevo Barça.

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Manuel Rodríguez Lloreda
09 de septiembre de 2020 - 06:47 p. m.
Lionel Messi al llegar al campo de entrenamiento del Barcelona por primera vez luego del anuncio de su salida del club, finalmente descartado.
Lionel Messi al llegar al campo de entrenamiento del Barcelona por primera vez luego del anuncio de su salida del club, finalmente descartado.
Foto: AFP / Lluis Gene - AFP / LLUIS GENE
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Cinco años de malas decisiones. De fichajes ridículos. De completa involución. Cinco años desde la última Champions, el último triplete cuando la MSN metía miedo a toda Europa. Cinco años le tomó a Josep María Bartomeu convertir al mejor club del mundo en una institución decrépita, casi cómica. Circense. Y en las últimas tres semanas, que han sido las semanas más turbulentas de la historia del club, Bartomeu ha seguido siendo protagonista por su pobre juicio.

Tras el 2-8 del mes pasado, lapidario, histórico y desgarradoramente humillante, los jugadores, dolidos, apenas dieron la cara. Piqué, que sí habló, ofreció —con nobleza— dar un paso al costado si era necesario. Abrir cupo para la sangre nueva, para una necesaria renovación en el equipo. Es decir, se reconoció abiertamente como parte (ojo, solo parte) del problema.

Bartomeu, en cambio, curiosamente, pareció no avergonzarse. A los pocos días del partido salió al aire en el canal del club, y se le veía más bien tranquilo. Dio un par de declaraciones, y luego anunció que “hay que tomar decisiones”, dejando claro que es el único miembro de todo el Fútbol Club Barcelona que cree que la culpa la tiene el resto.

Acto seguido dio un corto listado de los jugadores “intocables” de la plantilla, prácticamente anunciándole al resto que no eran indispensables. Que los podía vender. A los pocos días pidió a su director deportivo, Eric Abidal, que despidiera a Quique Setién, y pronto despidió al mismo Abidal.

Mientras tanto ha mantenido su cargo, insistiendo que quiere liderar el proyecto renovación, y que igualmente las siguientes elecciones presidenciales serán pronto —en abril. Es irónico, porque la mayor parte de la responsabilidad de lo que está sucediendo es de él. Parece absurdo que el peor presidente en la historia del club quiera ser el encargado de la fundación del nuevo Barça.

Ya es conocida la incompetencia de Bartomeu y su equipo directivo. Sobre todo su ineptitud para fichar bien, para formar un proyecto coherente, para planificar a largo plazo. Particularmente desde la salida de Neymar, todo parece caótico, apurado, impulsivo.

Se recuerdan varios jugadores accesibles que el Barcelona inentendiblemente no pudo fichar.

Sobresalen numerosas contrataciones absurdas, innecesarias: Mina, Jeison Murillo, Kevin-Prince Boateng, Todibo, Malcolm, quien el Barça robó de forma grosera a la Roma (el jugador brasileño se encontraba ya en un avión rumbo a la capital italiana cuando el Barça puso su oferta), y quien, tras un año flojo, hoy está compartiendo camerino con Wilmar Barrios en Rusia. (¿Tanto problema para después mandarlo a San Petersburgo?)

Han sido demasiados fichajes ridículamente caros: Coutinho, Dembélé, Griezmann. Y una imagen poderosa: en Lisboa frente al Bayern, ninguno de los tres en el campo de juego. El uno suplente en el Bayern, el otro nuevamente lesionado, el tercero considerado inadecuado para el partido. 400 millones de euros en las gradas.

Y este año hubo también un fiasco en enero, en el mercado de fichajes. El barcelonismo pedía a gritos un delantero ‘secundario’ para darle descanso a Suárez de vez en cuando. Naturalmente, a Bartomeu y su equipo no les importó mucho. Así que dejaron pasar la oportunidad, y, ya cerrado el mercado, una lesión seria de Suárez los llevó a romper cualquier código ético y moral (pero no legal, aparentemente) y raparle a Martin Braithwaite al Leganés. El pobre Leganés que peleaba el descenso y se quedaba sin su delantero titular cuando el mercado ya había cerrado. Y lo peor fue que, un semestre después, Braithwaite fue una decepción total (¿alguien esperaba algo distinto?) y el Barça hoy le busca salida.

Hay que sumar la destitución apurada de Valverde, también en enero, que no cayó nada bien en el camerino. Luego el escándalo en marzo, cuando se descubrió que el club trabajaba con una empresa externa de comunicaciones que alababa a Bartomeu y criticaba a Messi y otros jugadores.

Y sin embargo lo más impactante es que, después de la debacle de Lisboa, nada ha cambiado en los últimos días. Han sido una extensión de los cinco años de Bartomeu en el cargo. El club regaló a Rakitić la semana pasada. No olvidemos que el croata pudo salir del Camp Nou hace dos años por 80 o 90 millones de euros. Estaba de moda en el mercado, lo buscaban el PSG y la Juventus, y el Barça decidió retenerlo. Dos temporadas después (en las que su rendimiento fue paupérrimo) sale al Sevilla por 1,5 millones.

Y sucederá lo mismo con Arturo Vidal y con Suárez. El chileno está a un paso de ser jugador del Inter, y se dice que su traspaso sería gratis. Y el uruguayo está cerca de la Juve, y se habla de una operación similar a la de Rakitić: el Barça seguramente recibiría menos de 10 millones.

Y sí, tanto Rakitić como Vidal como Suárez cumplieron un ciclo. Los tres debían salir. Pero la idea, ciertamente, no era regalarlos. Y menos cuando el Barça necesita dinero urgentemente. Van a salir varios jugadores del club, y, ¿a quién van a fichar? ¿Cómo van a llenar los huecos? Se necesita una renovación, después de todo. Implica re-no-var. No sólo vender.

Además, no era imposible hacer algo de caja. Pues vean lo que han hecho los enemigos de barrio: el Madrid vendió a James, quien jugó ocho partidos esta temporada, por una cifra cercana a los $25 millones de euros.

A Bartomeu también se le escapó Van de Beek, el holandés del Ajax que Koeman pidió para el equipo. Firmó la semana pasada por el United. Parece que absolutamente todos los clubes en Europa son más hábiles para negociar y cerrar contrataciones que el Barcelona.

Y por si fuera poco, el presidente armó un lío tremendo con Messi, ya ampliamente viralizado. Se peleó públicamente con la figura más grande de la historia del club. Si algo quedó claro tras la entrevista de Lionel de hace poco es que le tiene un fuerte resentimiento a Bartomeu. Sin decirlo literalmente, Messi lo llamó deshonesto y deshonrado. Insinuó que fue mentiroso. Que no cumplió su palabra. Y dejó entrever que hace rato quiere salir del Barca, que no es feliz, y que se queda muy a pesar del presidente. Qué dinámica complicada la que habrá en el club esta temporada. El mejor jugador del equipo jugará donde no quiere estar.

Se dice que lo mejor que le pudo pasar al Barça fue la derrota del otro día. Se necesitaba una calamidad de esa magnitud para forzar al club a lanzar un recambio profundo. Pero la realidad es que mientras Bartomeu continúe nada va a cambiar mucho. La peor noticia para cualquier fanático del Barça es que le queda una temporada más. Será un año más de tensión y malas decisiones. “Dimitir hubiera sido lo fácil”, dijo Bartomeu hace poco. Si hubiera sido fácil o no es algo irrelevante. Dimitir hubiera sido lo mínimo. Lo correcto.

Por Manuel Rodríguez Lloreda

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