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La transformación de la selección argentina de ultraofensiva a bastión defensivo le permitió llegar a la final del Mundial de Brasil 2014 con Alemania, en una mutación que sorprendió a todos, incluido el crack Lionel Messi.
El delantero y capitán albiceleste aceptó jugar otro papel en esta versión más compacta y equilibrada, de mayor estrategia aunque con menos goles, que lo dejó a un paso de su gran sueño. “¡Qué locura!”, celebró.
“Sabíamos que esto nos iba a dar resultado en el Mundial, aprovechar las grandes individualidades que tenemos, porque en definitiva son las que hacen la diferencia, pero sabíamos que teníamos que mejorar como equipo, ser un bloque sólido a la hora de defender”, evaluó el lateral Pablo Zabaleta tras el triunfo por penales a Holanda en la semifinal de São Paulo.
Argentina llegó a Brasil liderada por los “cuatro fantásticos” del ataque: Messi, Gonzalo Higuaín, Sergio Agüero y Ángel di María, una de las delanteras más cotizadas del Mundial.
Pero las lesiones del Kun y del Fideo, además de cambios claves que hizo Alejandro Sabella en el medio campo y la defensa a partir de los cuartos de final, dieron paso al nacimiento de otro equipo. Apareció un plantel de “obreros”, con menos estrellas pero con jugadores de alma combativa que interpretaron la estrategia del técnico.
“La selección creció muchísimo en este tiempo. Desde el primer partido en el que recibimos algunas críticas a hoy, el equipo cambió mucho, el equipo entrega la vida en la cancha, se matan el uno por el otro, que es lo más importante. Somos un grupo”, destacó el arquero Sergio Romero, abrazado al balón que recibió junto con el premio al “hombre del partido” por sus grandes atajadas en los penales.
Lejos quedó ahora el debate inicial sobre el esquema táctico 5-3-2 con que debutó ante Bosnia y que tanto molestó a Messi. La Pulga aceptó que el 4-4-2 es lo que mejor le sienta a la Argentina ante potencias como Holanda y que su antiguo socio en el campo, Fernando Gago, ya no encuentra lugar en este equipo, al menos desde el arranque.
Sabella gestó en las eliminatorias sudamericanas un equipo ultraofensivo que consiguió los mejores resultados y clasificó antes de tiempo al Mundial de Brasil 2014.
La tarde heroica de noviembre de 2011 en Barranquilla, donde en un entretiempo ante Colombia decidió apostar a un tridente de ataque para dar vuelta a un resultado adverso, marcó una nueva era en la que Messi pudo ser el Messi del Barcelona y el gol fue una costumbre. Sin embargo, el exentrenador de Estudiantes de La Plata siempre prefirió opciones más conservadoras para enfrentar a los equipos más fuertes. Fue cierto también que, como dijo ya en medio del Mundial, el equipo necesitaba “rodaje”.
Los ingresos de Lucas Biglia y Enzo Pérez en el medio campo le dieron más funcionamiento y presión al equipo, mientras que Martín Demichelis, la gran sorpresa de la lista de jugadores mundialistas, aportó solidez a la defensa.
Demichelis junto a Zabaleta, su compañero también en el Manchester City, la efectividad y el bajo perfil de Ezequiel Garay y la explosión de Marcos Rojo armaron una última línea que borró gran parte de las dudas defensivas que arrastraba la selección desde hace años y realizó una marca asfixiante a las figuras holandesas más peligrosas, como Arjen Robben y Wesley Sneijder.
Ya hace semanas, cuando aún era suplente sin miras de ganarse un lugar, Demichelis anticipó que si había entrado al plantel por la ventana y a último momento era “para hacer algo grande”.
La transformación de la selección argentina, que llega invicta a la final con Alemania, aunque siempre por resultados muy ajustados y sufriendo hasta el final, fortaleció el papel de Javier Mascherano, el mediocampista defensivo y excapitán que más que nunca hizo valer su apodo de El Jefe.
Ordenó el equipo en la batalla contra Holanda, se jugó todo hasta el máximo esfuerzo, como ese botín que le cruzó casi estirado en el suelo a Arjen Robben y que logró desviar lo que seguramente podría haber sido el gol del triunfo holandés, y fue el de las arengas motivacionales a todo el plantel y al arquero en los momentos críticos.
“Hemos jugado con corazón, con alma, pero con una inteligencia táctica impresionante. Estoy orgulloso, contento y feliz de formar parte de un equipo de hombres, que más allá de todo ha luchado por un objetivo, y hoy tenemos la tranquilidad de haber puesto a la Argentina en el lugar que merece: una final del mundo”, subrayó.