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Boca Juniors y el idilio del nuevo milenio

Con la presencia de tres colombianos en aquella nómina de lujo que dirigió Carlos Bianchi, Boca Juniors logró coronarse campeón intercontinental en el año 2000 tras vencer 2-1 a un Real Madrid que empezaba a ser “galáctico”. Recordamos aquella anécdota a 20 años de su realización.

Andrés Osorio Guillott
02 de julio de 2020 - 01:00 p. m.
Arriba: Hugo Ibarra, Jorge Bermúdez, Óscar Córdoba, Juan Román Riquelme, Cristhian Traverso y Aníbal Matellán. Abajo: Mauricio Serna, Sebastián Battaglia, Martín Palermo, Marcelo delgado y José Basualdo.
Arriba: Hugo Ibarra, Jorge Bermúdez, Óscar Córdoba, Juan Román Riquelme, Cristhian Traverso y Aníbal Matellán. Abajo: Mauricio Serna, Sebastián Battaglia, Martín Palermo, Marcelo delgado y José Basualdo.
Foto: Archivo particular

La sinergia no es producto del azar y de la magia. La sinergia sí es algo que flota en el ambiente, que no se ve, pero se percibe. La sinergia tiene algo de mística, aunque en ella lo que prevalece es la unión de fuerzas que buscan un propósito, que saben que el horizonte es uno y que cada amanecer es el símbolo de un tiempo que avanza y nos acerca a lo añorado.

El equipo de Bianchi tenía sinergia. La camiseta de Boca Juniors demanda enjundia y en ese 2000 los jugadores lo tenían tatuado en la frente. Lo que nunca les faltó fue valentía. Fueron los once xeneizes que enfrentaron al Real Madrid los que escribieron uno de los últimos manifiestos que aseguraban que en América Latina se podía vencer a la tierra de los galácticos y de los viejos sabios del fútbol.

El idilio del milenio. Eso fue ese Boca Juniors que lanzó al Olimpo del fútbol a un Juan Román Riquelme, a uno de esos jugadores que no tuvo necesidad de firmar grandes contratos de publicidad para atraer la mirada de los amantes del deporte más popular del mundo. Con la inteligencia para no hacer nunca una finta de sobra y para hallar el momento y el toque preciso para una jugada de gol. Así se forjó ese 10 argentino que fue figura en una nómina que parecía construir el mito del siglo 2000.

Entre aquel Riquelme que era un francotirador con el balón y aquel Martín Palermo que marcó un doblete en el 2-1 contra Real Madrid en el estadio Nacional de Tokio, hubo tres colombianos que quedaron en la memoria de los hinchas de Boca. Una pelota con tintes amarillo, azul y rojo empezaba en las manos de Óscar Córdoba, pasaba al liderazgo de Jorge ‘El Patrón’ Bermúdez y continuaba en la mitad de la cancha con la hidalguía de Mauricio ‘Chicho’ Serna.

Córdoba, Bermúdez y Serna. En ese orden se pronuncia aquel tridente que hizo parte del invencible equipo de Bianchi, un director técnico que construyó una relación romántica con los xeneizes. Córdoba, Bermúdez y Serna fueron los (re)fundadores de un vínculo entre Boca Juniors y el fútbol colombiano. A los tres mosqueteros que defendieron la camiseta de Boca los recuerdan con la gratitud que corresponde a una Copa Libertadores y a un título intercontinental. Sin bajar nunca los brazos y sintiéndose parte fundamental de un bastión del balompié argentino, los colombianos se hicieron con una parte de la historia dorada de Boca Juniors.

Óscar Córdoba -que jugó 162 partidos oficiales con Boca Juniors, y que recibió 167 goles y ganó seis títulos, tres locales y tres internacionales-, fue figura en aquel 2000 por la final de la Copa Libertadores que los llevó a Japón. En un partido que se definió por la tanda de penaltis contra Palmeiras, el arquero colombiano contó tiempo después que: “En la previa nos reunimos con el ‘Pato’ Abbondanzieri, con Carlitos Ischia y con Carlos Bianchi para observar videos de cómo pateaban los penales los jugadores del Palmeiras y también analizamos a su arquero Marcos”.

Aunque Córdoba aceptó que en el momento olvidó los videos, terminó atajando dos penaltis que fueron decisivos y que permitieron también que El Patrón Bermúdez marcara el cobro definitivo para ser campeones del continente.

Ya en Tokio los jugadores de Boca sabían que tenían suficiente aire en la camiseta para no permitir que fueran subestimados ante el Real Madrid de Iker Casillas, Roberto Carlos, Makelele, Raúl, Figo y compañía. Los xeneizes iban con el carácter que suele representar el fútbol argentino, ese que no da por perdido un balón y no se guarda un esfuerzo en los 90 minutos de juego.

Carlos Bianchi era consciente que el fútbol era una metáfora de la vida, y que en ese sentido todo podía definirse en los pequeños detalles. Junto a la disciplina y el deseo de hacer realidad una utopía, lo que podía marcar la diferencia en un resultado era aquello que podía ser mínimo y a la vez trascendental.

El Patrón Bermúdez, -que jugó 165 partidos y marcó 16 goles entre 1997 y 2001, y que ahora hace parte de los directivos del club xeneize-, fue líder de ese once legendario. Tiempo después de levantar como capitán el trofeo del torneo intercontinental, contó en una entrevista realizada por Fox Sports que: “Carlos Bianchi estaba en cada detalle o situación puntual. Se sabía de la calidad de cada jugador” y que, por ejemplo, “Fue una decisión del técnico de no ir a reconocer el campo de juego el día anterior para no generar mayores expectativas o nervios. Al estadio ya lo conocíamos y era lógico el tráfico que iba a haber en Japón”.

“Bianchi nos había dicho que cuando nos tomaran en serio, les íbamos a estar ganando y no iban a poder remontar el partido y así fue”, dijo en la misma entrevista el exdefensa central del Boca campeón del 2000 al recordar que las palabras de su entrenador terminaron por vaticinar lo que pasaría en los primeros minutos 20 minutos del partido, pues los dos goles de Palermo, que fue un delantero letal con la camiseta de Boca, cayeron como un balde de agua fría en un equipo que había salido a la cancha creyendo que ganaría por la camiseta blanca, pero que por las palabras de Bianchi y la seguridad de sus jugadores, terminaría por perder una final que se convirtió en el idilio del milenio para Boca Juniors.

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