Carlos Bianchi o cómo hacer historia en el fútbol
Cumple 72 años Carlos Bianchi, el técnico más ganador en la historia de la Copa Libertadores y uno de los ídolos contemporáneos de Boca y Vélez.
Andrés Osorio Guillott
“Señora, su hijo tiene una pelota en la cabeza”, le dijo el padre Anselmo a la madre de Carlos Bianchi cuando una de tantas veces el pequeño Carlos recibió amonestaciones en el colegio por su comportamiento. Y el mismo Bianchi diría años más tarde que en su época escolar tuvo tantos goles como llamados de atención. El cura del colegio San Rafael pudo ser su primer entrenador, fue su primer maestro. Y sí, desde pequeño su vida y pensamiento se centraba en el fútbol.
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“Señora, su hijo tiene una pelota en la cabeza”, le dijo el padre Anselmo a la madre de Carlos Bianchi cuando una de tantas veces el pequeño Carlos recibió amonestaciones en el colegio por su comportamiento. Y el mismo Bianchi diría años más tarde que en su época escolar tuvo tantos goles como llamados de atención. El cura del colegio San Rafael pudo ser su primer entrenador, fue su primer maestro. Y sí, desde pequeño su vida y pensamiento se centraba en el fútbol.
En Vélez lo quieren por ser el goleador histórico del equipo y por haberlos llevado a la máxima gloria del continente en en la temporada 1993-1994, momento en el que Bianchi, ya como director técnico, ganó la Copa Libertadores con el cuadro con el que empezó a construir su relato y con el que dejó un testimonio de cómo hacer historia en el fútbol. Como jugador fue rebelde y testarudo. Testarudo en el buen sentido de la palabra, en la terquedad que se requiere para obtener aquello que se sueña.
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En su paso por Argentina como delantero jugó 324 partidos y anotó 206 goles. En Francia, donde estuvo entre 1973 y 1980, anotó 179 goles que estuvieron repartidos entres equipos: el Stade Reims, Paris Saint-Germain y Racing de Estrasburgo. En los dos primeros es donde más lo recuerdan. En cinco de esas siete temporadas salió como artillero del campeonato. Volvió a Vélez, porque volver a los orígenes es otra forma de entender el sentido que le dimos a la vida y resignificar la dirección que se le da después de los años y las transformaciones.
No podía ser de otra forma. Su despedida fue en un partido entre Vélez y Boca. Los xeneizes ganaron por 2-1 en aquel 81. Salió ovacionado por ambas hinchadas. Era el prólogo de la segunda parte de cómo hacer historia en el fútbol.
Riquelme, ídolo de Boca, fue escueto pero certero cuando relató la llegada de Bianchi al cuadro xeneize como entrenador: “Él llegó un día con mucho frío en el 98 y dijo: ‘hola, soy Carlos Bianchi’ y recién perdió en el 99″.
En cambio, Bianchi, en una entrevista que registró El Gráfico años atrás contó cómo fue su llegada a Boca: “Fue en Tandil. Yo estaba comentando el Mundial de Francia para la televisión y volví antes de la finalización. Con los primeros jugadores que hablé fue con los tres de arriba. Uno no sabía hasta dónde podía llegar Román, pero era importantísimo que él lo supiera, entonces tenía que tratar de explicarle cómo deseaba que jugara, porque él no había jugado casi nunca en esa posición detrás de los puntas, venía de hacerlo como volante por la izquierda. Cuando vi sus características, no tuve dudas: para mí, era el 10 ideal, ese jugador que podía hacer jugar a los dos de adelante, a los marcadores de punta o a un volante llegando por sorpresa. El podía aportarle al equipo toda su sapiencia. Y después estaban los dos puntas, Martín y Guillermo, que para mí eran hechos el uno para el otro por sus estilos de juego. (...) La misma tarde de mi llegada hicimos fútbol. A mí me gusta conocer rápido a los jugadores. Lo mismo hice en el 93 cuando llegué a Vélez. Durante tres días hice 6 horas de fútbol, es la mejor manera de conocer a un jugador”.
Si bien su historia ya era digna de la trascendencia del tiempo antes de ser director técnico, en su ciclo como entrenador fue que Bianchi terminó de firmar las escrituras para no ser olvidado en el fútbol mundial. Su conocimiento como futbolistas fue importante para la identidad que quiso plasmar en sus equipos. Y la actitud de todos ellos fue también el espejo de lo fue ‘El Virrey’ como jugador, y más en las épocas de sus lesiones: “Cada lesión me despertó fuerzas, ganas y sacrificio. Y yo no entiendo el fútbol de otra manera: brindarse siempre. Entonces sigo yendo al área. Hasta ahora, en el área no se murió nadie”.
Fueron seis títulos con Vélez y nueve con Boca. Sus hazañas están en forma de trofeos exhibidos en vitrinas y en las voces de jugadores como Riquelme, un 10 digno de la grandeza y la rebeldía que caracterizó también a Bianchi. Sus títulos son también la forma de sus recuerdos de niño, cuando era amonestado en el colegio, pero también son el resultado de ese sacrificio que mencionó y que se convirtió para él en el valor por excelencia del fútbol.