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Final de la Champions este sábado

City y Chelsea: dos caminos al éxito

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Manuel Rodríguez Lloreda
24 de mayo de 2021 - 08:50 p. m.
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El común denominador, sin duda, es el dinero. Empresario ruso por un lado, jeque emiratí por el otro. Para el Chelsea y el City, los nuevos ricos de la Premier, los dos finalistas de la Champions, hace varios años que el dinero no es problema. Tienden a llevarse las portadas de los diarios en cada ventana de traspasos, a gastar decenas de millones para satisfacer cualquier petición del entrenador, a apostar siempre por las estrellas jóvenes del mercado, con la seguridad de que, si algún fichaje sale mal, habrá caja para otra compra en el siguiente verano.

Son ejemplos puntuales del enfoque general de la Premier, donde desde hace algunos años cada club utiliza los contratos televisivos como palanca para multiplicar réditos y comprar lo mejor del mundo fútbol. Los enormes ingresos, además de la mística creciente de la liga como utopía de este deporte, han llevado a la Premier a obtener un poder adquisitivo colosal, con capacidad para tentar a los jugadores más prometedores del planeta y, más todavía, a los mejores entrenadores. El resultado es un asopado de talento y contratos millonarios, donde no solo están De Bruyne y Salah y Bruno Fernandes, sino Pep y Klopp, y Tuchel y Ancelotti, y hasta hace poco, José Mourinho.

Guardiola y su City arrasaron con esta liga pirotécnica, con una superioridad casi desalentadora. Fue el premio a un proyecto deportivo coherente y prologando. Millonario, sí, pero bien planeado, con sentido y propósito. Desde la llegada de Pep la idea del City a largo plazo era establecer una dominancia sin igual en el fútbol inglés (que hoy la tiene), y, más importante, alcanzar el objetivo mayor, la obsesión que se ha hecho eternamente esquiva para este club: ganar la Champions.

La irresistible fijación del equipo por la corona europea ha hecho que se le juzgue únicamente utilizando ese criterio. Una temporada sin levantar la ‘orejona’ es igual a fracaso. Y si son así las cosas, pues Pep ha fracasado en cada temporada desde que llegó a Manchester. Por supuesto no es el caso. Se habrá tomado su tiempo, y habrá gastado millones de millones, pero hoy le ofrece a su hinchada un fútbol que roza la perfección, un equipo estéticamente sin igual en Europa, dominante y arrollador, la envidia de cualquier club del mundo. Además, si vamos a la escala individual, es Pep el responsable de la explosión de De Bruyne —hoy candidato al balón de oro— del resurgimiento goleador de Gündoğan, de las irrupciones de Cancelo y Ruben Dias, y por supuesto, de la fulgurante irrupción de Foden, el futbolista actual con mayor potencial en el mundo. ¿Algo más le debe Pep al fútbol?

El camino del Chelsea, por su parte, ha sido casi todo lo contrario. También hay dinero de por medio, y mucho, pero la llegada apresurada de Tuchel se dio tras haberse roto la apuesta por Frankie Lampard, de por sí muy poco característica del Chelsea, un club que a menudo parece algo plástico, con una filosofía deportiva que piensa más en ingresos que en juego y goles y que pone el éxito inmediato por encima de cualquier proyecto un poco más pensado, más prolongado. La paciencia no existe en las oficinas de Roman Abramovich, y fue lo que le costó el puesto a Lampard.

Mientras ‘Frankie’ estuvo a cargo, por un momento fugaz, dolorosamente pasajero, el hincha blue sintió que la visión del club iba más allá de los resultados. Se disipó un poco la obsesión ciega por obtener victorias y trofeos, y era casi palpable la sensación de que el camino tenía un significado un poco más profundo. Había un peso simbólico, una chispa de tradición, fomentados por una directiva que optó por contratar un entrenador de la casa, ídolo eterno del club, y por apostarle al talento de la cantera. Para muchos fue desconcertante, dolorosa, la llegada de Tuchel.

Pero amaneció pronto y más de uno vio que la cosa no iba tan mal. Que con Tuchel y el peso de su notable hoja de vida sabían lo que estaban haciendo. El alemán iba en serio. ¿Y quién se quejaría ahora? En cuatro meses, el progreso del equipo es sencillamente inaudito. Sin precedentes. No porque Tuchel haya llegado a media temporada y haya logrado un buen rendimiento, o se haya colado en una final importante. Después de todo, se recuerdan varios entrenadores que llegaron a un club que no rendía, corrigieron un par de errores, taparon falencias, y lograron títulos al final de la campaña (sobresale el caso del italiano Di Matteo en el mismo Chelsea, quien, desconocido, tomó las riendas del club faltando dos meses de temporada en el 2012 y ganó la Champions, cargándose al Barça de Pep y al Bayern de Heynckes, nada menos).

Lo de Tuchel es descrestante porque ha hecho mucho más que enmendar al equipo. No han sido un par de ajustes, no. Fue una patada al tablero que marcará época. Le dio una nueva energía al club, una resurrección colosal. Le dio un estilo, una estructura, una fórmula para ganar que cada jugador parece haber memorizado a la perfección. Potenció a los jugadores en mal momento, puso al mando a Mason Mount, revalorizó a las inversiones millonarias del club, le devolvió el protagonismo a Kante. Armó una defensa que hoy en Europa no tiene comparación. Impenetrable. Y construyó un equipo, en poco más de cien días, que parece auténticamente invencible.

Viene de perder la final de la FA Cup contra el Leicester. Y bueno, algo tenía que perder. Pero ya está en la final de Champions y le ha ganado el duelo directo a los equipos de Zidane, del ‘Cholo’, de Klopp y —no una sino dos veces— al de un tal Pep. ¿Y si gana la Champions este fin de semana, alguien se atreve a decir que no sería merecido?

Final insípida, puede ser. Que le falta vivacidad y color, tal vez. Que parece un partido cualquiera de Premier, seguro. Pero son, hoy por hoy, los dos mejores del mundo, y representan, naturalmente, a la mejor liga del mundo. Merecen estar donde están, y seguramente nos darán un partidazo. “La final del dinero”, se lee en las redes. Y bueno, es una forma de venderla. Una alternativa un poco mejor: se enfrentan los dos mejores entrenadores, y los dos mejores clubes, del momento. Puro fútbol.

@manrodllo

 

bernardo(10825)25 de mayo de 2021 - 05:33 p. m.
Gracias Manuel por tu columna. Bien escrita y abrebocas de una final imperdible. Yo, soy ganador de antemano sea el marcador que sea. Soy hincha del buen fútbol. Dejé el patrioterismo en el cuarto de sanalejo. No tengo ninguna camiseta puesta. El que sabe y juega buen fútbol tiene todo mi respeto.
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