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Hay ocasiones en las que se tienen las ideas, pero no se ponen en práctica como se espera. Y allí todo depende de la capacidad de reaccionar y cambiar a tiempo.
También en la forma de ejecutar lo que se imagina. Por eso fue normal que Carlos Queiroz, tan exaltado como no se le había visto desde que llegó a la selección de Colombia, enviara a la cancha a Luis Díaz por Wílmar Barrios antes de que terminara la primera parte frente a Uruguay. El entrenador portugués respondió de inmediato y ni siquiera aguardó al entretiempo para hacer la modificación.
Esto pasó porque Yerry Mina dudó, le entregó mal la pelota a Jéfferson Lerma y propició lo que fue una acción vertiginosa: toque sutil de Luis Suárez, traslado de Nahitan Nández y habilitación para Édinson Cavani, que definió cruzado para el primer gol. Y Barrios, el elegido, no fue dual, es decir, no quitó el balón y salió de manera limpia a la vez. Y frente a un rival que presionó con dos y hasta tres hombres en el mediocampo -no lo hizo más arriba para evitar el desgaste-, no se puede ser dubitativo.
Entonces Óscar Washington Tabárez y su plan en Barranquilla, tan sencillo y efectivo, implementado quizá por lo vivido con Ecuador en Quito (perdió 4-2), tuvo éxito.
Y Colombia sintió el roce, la pierna fuerte, el choque y a los uruguayos haciendo doblajes y no renunciando a los duelos, porque en ese país, seguramente, aprenden primero a jugar con el cuerpo y después con la pelota. Y, claro, con la cabeza. A diferencia del comienzo de los partidos anteriores, y como no debería pasar el próximo martes frente a la selección ecuatoriana, el equipo nacional no aplicó el toque y voy.
No se dieron cuenta de que las defensas compactas se rompen a través de la rotación, de ir para un lado, después para el otro y de dar la vuelta hasta que aparezca una fisura y se pueda entrar.
La salida de Barrios también permitió que James Rodríguez, un poco anclado en la banda derecha, tuviera la libertad de moverse y de asociarse, y que Díaz, delgadito y muy rápido, le ganara muchos duelos a un Martín Cáceres infatigable y al que no le importó que lo pasaran, pues siempre regresó a su posición inicial.
No hubo modo, tampoco ideas, para quebrantar la maraña que armó el visitante con su superioridad numérica y Colombia, que frente a Venezuela lució tan fuerte (claro, era otro rival), fue pasiva, imprecisa, desorganizada y muy endeble.
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Ya en el segundo tiempo el inicio de la selección fue mejor, con cambios de ritmo, desmarques y más ganas. Pero todo menguó con el robo de Betancur a James Rodríguez, la falta de Jeisson Murillo en el área sobre el jugador de Juventus y el cobro impecable de Luis Suárez al palo izquierdo de David Ospina (el arquero fue al otro). Otro golpe a las costillas de un equipo que apenas se estaba levantando.
Y ya por segunda vez en la lona, costó más asimilar lo que estaba sucediendo. Entonces Queiroz fue lúcido con el ingreso de Alfredo Morelos por Luis Fernando Muriel, pero se obnubiló al mandar a la cancha a Edwin Cardona, pues el jugador de Boca Juniors le quitó espacios a Rodríguez y dio la impresión de que los dos, muy talentosos, se pisaron de cuando en cuando.
El potente remate de Darwin Núñez, imposible para Ospina (nadie lo presionó para que no sacara el latigazo), culminó el peor partido de Colombia en Barranquilla, la derrota más dura en el Metropolitano, que se suponía era un fortín, y el primer gran traspié de Queiroz al mando de la selección.
Ahora, dejando este funesto episodio atrás, que sería lo más sano cuando apenas comienza esta eliminatoria, se viene Ecuador en la altura y un rival que suma dos victorias consecutivas y que a esta Uruguay la superó de una forma magistral y con un planteamiento acertado de Gustavo Alfaro.
Para ese encuentro Queiroz no podrá contar con Yerry Mina, expulsado en los últimos minutos frente a los uruguayos -cerrando un día para el olvido- y sí con Dávinson Sánchez, que no estuvo en Barranquilla tras haber llegado tarde a la concentración (por el nacimiento de su hijo). Ya dependerá del portugués quién deba acompañar al hombre de Tottenham: Murillo o William Tesillo.
Pero lo más relevante, más allá de los nombres en el estadio de la Liga Deportiva Universitaria, es no romper con el método y seguir al pie de la letra su ejecución. Claro, y tener el don de la improvisación cuando las cosas lleven por ese camino. Hay que recordar que, como dijo Haruki Murakami (Kioto, 1949), uno nunca es el mismo después de salir de una tormenta. Y que para eso están las tormentas, para dejar un precedente y, en este caso, para agarrarse a la memoria y repasar lo bueno que se hizo y que se puede volver a hacer.
El dolor de la goleada contra Uruguay -y lo malo del partido- mermará con un buen resultado en la capital ecuatoriana, no se olvidará, por supuesto, pero sí apaciguará a un equipo que tiene las herramientas y que solo debe aprender a usarlas en distintas situaciones.