
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Dicen que es más fácil marcar un gol que jugar bien. Es una premisa que con el paso del tiempo coge más fuerza. Equipos van y vienen a lo largo y ancho del planeta sin ninguna apuesta, idea o estilo, y aun así se encuentran con una pelota clara, que saben aprovechar. Es una virtud que no todos tienen. Este domingo se vio en el estadio de Nizhni Novgorod. Croacia y Dinamarca aprovecharon en cinco minutos dos errores defensivos para celebrar en un par de pestañeos. Una serie de malos rechazos que terminaron en dos goles, haciendo que las emociones en el estadio fueran similares a una montaña rusa. El reloj aún no marcaba doble dígito y el marcador estaba igualado uno por uno. (Vea aquí nuestro especial del Mundial de Rusia 2018)
El primero llegó al minuto de juego, luego de un saque de banda largo del lateral izquierdo Henrik Dalsgaard. El balón se paseó por el área entre las piernas de los defensores, sin poder ser despejado, hasta que se encontró con la derecha de Mathias Jorgensen, quien sacó un remate rastrero, que inicialmente tapó el arquero Danijel Subasic, pero de la fuerza con la que iba terminó metiéndose en el fondo de la red. El gol más rápido del Mundial, y emoción e ilusión para los daneses, que se acercaron masivamente al escenario.
Pero esa ilusión no duró mucho, porque la respuesta de los croatas fue similar. Jugada por derecha entre Ante Rebic y Sime Vrsaljko, centro que fue rechazado por Dalsgaard con tan mala suerte que le pegó a su compañero Andreas Christensen, el balón le cayó al delantero Mario Mandzukic, quien de primera sacó un remate que igualó el marcador. Uno a uno en cinco minutos. Croatas y daneses vivieron un mar de emociones en el amanecer del compromiso, pero no fue más. (Lea: España, otro campeón fuera del Mundial)
Las alegrías se condensaron en ese instante. En esos minutos se prometía un duelo lleno de goles, de intensidad, de opciones constantes que hicieran levantar a la tribuna, pero en realidad fue todo lo contrario. Muchos en el estadio veían su teléfono más que lo que sucedía en el gramado, que parecía una repetición con cada minuto que transcurría: posesión dividida. Con una Croacia sin profundidad, con algunos intentos sobre la portería de Kasper Schmeichel, unas pelotas las tapó el guardameta, otras terminaron estrellándose en la defensa. Mientras, los daneses respondieron con algunas transiciones rápidas, pero sus esfuerzos terminaron en balones desviados, unos pocos pasaron cerca y obligaron a suspirar y transpirar a muchos.
Así pasaron los minutos, las horas y los años. Con intentos por parte y parte, a ninguno se le volvió a abrir la portería. Uno a uno, en los 90 reglamentarios. En el tiempo extra, una jugada pudo haber definido el compromiso. Luka Modric apareció en todo su esplendor, pase milimétrico a Rebic, quien se escapó, dejó al arquero atrás, y Jorgensen, como último recurso, barrió al mediocampista: penalti. Modric se encargó de cobrarlo, pero Schmeichel le adivinó la intención para arrancar el grito de gol de la garganta de los croatas. (Le puede interesar: Croacia: Luka Modric y la selección que se recupera de la guerra)
Definición desde el punto penal. Todo quedó en manos del azar, del destino. Incluso, esta serie comenzó con los dos primeros cobros errados como si la portería no quisiera abrirse para ninguno. Hasta que le pegó Simon Kjaer, con violencia, para que el arco por fin recibiera un gol. Los aciertos continuaron hasta que apareció la figura de Danijel Subasic: tapó el cuarto y el quinto cobros y ese esfuerzo fue sellado por Ivan Rakitic para clasificar a Croacia a cuartos de final por primera vez desde 1998.