De la crítica al matoneo a la selección Colombia

El equipo de José Pekerman es segundo en la clasificación y le quedan partidos con Brasil, Paraguay, Venezuela y Perú. Hasta antes de su victoria ante Ecuador, los pupilos del argentino eran ferozmente reprochados por gran parte de los aficionados.

Redacciòn deportiva
30 de marzo de 2017 - 05:49 p. m.
El delantero colombiano Miguel Ángel Borja junto al defensa Arturo Mina de Ecuador. /AFP
El delantero colombiano Miguel Ángel Borja junto al defensa Arturo Mina de Ecuador. /AFP

A cuatro fechas de terminar la eliminatoria al mundial de Rusia 2018, además del paso dado este martes con el triunfo de Colombia sobre Ecuador en Quito, la otra buena noticia para el equipo de José Pekerman es que tendrá cinco meses para prepararse en un ambiente tranquilo. En la privilegiada segunda posición de la eliminatoria, con posibilidades reales de alcanzar el objetivo, la victoria calmó las aguas agitadas de la opinión nacional que tenían a técnico y jugadores sometidos a una crítica sin tregua, en algunos casos parecida a una especie de matoneo con retazos de injuria.

Un entorno de nervios crispados, multiplicado en el nuevo escenario de linchamiento, las redes sociales. Con desmedidos comentarios contra el grupo de profesionales que desde hace varios meses afronta la eliminatoria más difícil del mundo para llegar al mundial de fútbol. En vez de una selección rodeada por su gente, en el propósito común por alcanzar la clasificación, desde la convocatoria para la lánguida victoria sobre Bolivia 1 a 0 en Barranquilla hasta las horas previas al partido clave contra Ecuador, quedó probado lo que causa la crítica cuando se vuelve rabia o fundamentalismo.

El reclamo de los jugadores se vio expresado en los comentarios del delantero Miguel Ángel Borja cuando terminó el encuentro en Quito, y manifestó con destinatario propio: “Hoy le demostramos a muchos periodistas que le quieren hacer daño a la selección, que con categoría se gana”. Una observación que demuestra la olla a presión de los últimos días. La misma que sacó a relucir, sin necesidad de palabras, el inapropiado gesto de James Rodríguez haciéndole pistola a los reporteros desde una ventana del sitio de concentración en la sede de la Federación de Fútbol en Bogotá.

Que el técnico Pekerman debe irse porque su ciclo está cumplido y no supo renovar la nómina, que se gana no sé cuántos millones por unos cuantos partidos, que hace negocios con su yerno para poner jugadores, que no trabaja como la mayoría de los colombianos. Que a James Rodríguez se le olvidó jugar porque ahora se gana millones; que Carlos Bacca no rinde en la selección, pero está en la rosca; que Juan Guillermo Cuadrado no juega serio, como lo hace en Juventus. De todo se oyó decir antes del juego contra Ecuador, con la misma fluidez con la que ahora llueven las lisonjas.

Y la verdad es que, como casi todas las selecciones del mundo y mucho más en una eliminatoria tan larga como la de Suramérica, el técnico Pekerman y sus asesores se han visto en apremios para lograr continuidad en el proceso de recambio de jugadores. Empezando por la titularidad de sus laterales. Por ejemplo, ya no está Camilo Zúñiga que fue uno de sus baluartes en Brasil 2014. Se ha probado con Helibelton Palacios, con Santiago Arias, con Stefan Medina, pero no termina por afianzarse el reemplazo definitivo. Algo semejante a sucedido con el lateral por izquierda.

El titular en Brasil 2014 fue Pablo Armero, quien perdió su continuidad en Italia y hoy juega en Brasil. En su reemplazo estuvo Frank Fabra y también ha participado Farid Díaz, sin que ninguno de los dos se afiance del todo. En la última convocatoria regresó Pablo Armero, pero su presencia en la selección se volvió una tormenta pública por un antecedente suyo de violencia intrafamiliar. Hasta ONU Mujeres le reclamó al seleccionador nacional su convocatoria. En medio del debate con argumentos válidos en favor y en contra, el asunto de Armero en la selección se volvió más importante. (Vea: “Fue una discusión, la verdad es que no me pegó": esposa de Pablo Armero)

Existen otros dilemas deportivos. Hace tres años, James Rodríguez tuvo un momento estelar que lo condujo a ser el goleador del mundial Brasil 2014 y a ser contratado por el Real Madrid. Hoy, su presente no es el mismo y la realidad es que es suplente en su equipo. La banca se le nota. Con un agravante, el técnico Pekerman no ha terminado de encontrarle socio ideal en la creación. A veces es Juan Guillermo Cuadrado de la Juventus; por momentos Edwin Cardona, actualmente en México; y a veces Macnelly Torres, volante de Atlético Nacional. Pero el genio definitivo no está claro.

Para rematar, el recambio entre los delanteros tampoco es claro. Falcao García no ha podido regresar en pleno a la selección después de su lesión en 2014; Teófilo Gutiérrez perdió la brújula futbolística y ya ni siquiera es convocado. Carlos Bacca no ha podido afianzarse como goleador en el combinado nacional, y hace recordar lo sucedido con Jackson Martínez. Miguel Ángel Borja parece ser la fórmula inmediata. Han sido convocados los que habitualmente hacen goles en el país o en el exterior, pero no la meten. A falta de goles suyos aparecen los de James o Cuadrado.

En otras palabras, rearmar un grupo para medirse a rivales de la talla de Brasil, Uruguay, Argentina o Chile no es un asunto fácil para ningún técnico del mundo o para cualquier grupo de jugadores. Aun así, Colombia es segundo en la clasificación y le restan dos juegos en Barranquilla ante Brasil y Paraguay y dos por fuera contra Venezuela y Perú. Con un estrecho margen de maniobra, Colombia tiene 24 puntos, uno más que Uruguay y Chile que acechan, dos más que Argentina, cuatro sobre Ecuador y seis sobre Perú y Paraguay. Quedan 12 puntos por disputar.

En otras palabras, depende de Colombia no dejarse sacar del grupo de los cuatro clasificados, pero el complemento perfecto para alcanzar ese objetivo es que se pueda superar el ambiente adverso que predominó en los últimos días respecto a la selección. Más allá de la crítica enmarcada en la libertad de expresión o los debates válidos en torno a la presencia en el equipo de un jugador cuestionado por conductas inapropiadas en su comportamiento personal, la sociedad debe entender que los rivales son de quilates y que en el fútbol los milagros se dan remotamente. Lo probado es que el éxito suele llegar asociado a procesos estables.

Ya Brasil está en Rusia 2018, y posiblemente estarán Argentina y Uruguay, por su tradición histórica y su peso futbolístico. Pero Colombia está en la ruta, sin que ello signifique garantía absoluta. Faltan cuatro batallas y la primera de ella ante Venezuela tiene que ser enfrentada como si los jugadores estuvieran disputando una final o la oportunidad de sus vidas. Eso será en cinco meses, durante los cuales, gracias a las victorias ante Bolivia y Ecuador, habrá un entorno respetuoso. Sin ese apoyo colectivo al combinado nacional, existe el riesgo de que se queme el pan en la punta del horno.

Por Redacciòn deportiva

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