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En las zonas mixtas, allí donde algunos periodistas pueden entrevistar a los futbolistas después de los partidos del Mundial, Juan Guillermo Cuadrado es la sensación. Como James Rodríguez habla poco, todos se dirigen en manada hacia el punto donde se detiene a hablar el volante de la Florentina. Lo interrogan españoles, italianos, alemanes, argentinos, uruguayos y también colombianos. Es un bombardeo de adulaciones escondidas entre preguntas: si se siente la alegría del pueblo, si piensa que se parece al hijo de Will Smith, si cree que es la reencarnación del Pibe Valderrama, si su juego justifica boletas tan caras, si la selección practica el juego más fantástico del Mundial...
Él mismo se sorprende y habla como puede, mientras unos 20 micrófonos amenazan con meterse en su boca. “No sé qué tan brasileño es mi juego”, dice con un gesto de incomodidad en su rostro. “Es algo innato. Y nada más”. Al mismo tiempo responde con la molestia de quien no entiende halagos inverosímiles, mira el reloj y la salida del sitio. Parece no aguantar más preguntas extrañas, pero su amabilidad le impide retirarse. Entonces sigue paciente, como cuando espera a que el rival lo arremeta con patadas, para evadirlo con una gambeta en el momento justo.
Ese juego de fintas que produce que sus pelos se muevan de un lado a otro lo aprendió de los ídolos que veía en televisión. Entre ellos los que jugaban en la selección que el viernes deberá enfrentar en cuartos de final. “Los fenómenos Ronaldo y Ronaldinho eran quienes me inspiraban de niño. Tenían una capacidad diferente para gambetear y a mí siempre me gustó el fútbol alegre. Yo trataba de imitarlos”. Por eso un canal de televisión empalagoso, luego de que le anotó a Brasil en un amistoso en Nueva Jersey (en noviembre de 2012), lo calificó de brasileño por su fantasía y velocidad.
Gracias a esa agilidad, en todo caso, es que estamos viendo a la selección de Colombia más explosiva de la historia. Lo dicen los resultados y lo confirma él, uno de los mayores responsables: “Hemos mantenido la virtud de los equipos de los 90: la posesión de la pelota. Pero además, somos más rápidos, más completos. Nos animamos mucho a encarar. A mí me dicen los compañeros que haga gambetas y esa confianza es fundamental”.
Confianza. A base de argumentos, Pékerman se encargó de que en la selección aprendieran a creer más en ellos. Y gracias a eso se fue el fútbol cobarde de principios de este siglo. Desaparecieron los complejos y el miedo a perder. “José nos convenció de que teníamos un gran potencial. Nos ayudó a entenderlo. A mí me dio una confianza grandísima porque, desde que cumpla en defensa, me deja atacar como quiera. Me dice todo el tiempo que salga. Me anima”. Esta selección, y en especial Cuadrado, superó todo lo hecho por otras generaciones.
Juan Guillermo se convirtió en el primer colombiano en hacer cuatro asistencias en un solo Mundial e igualó a cracks de otros países como Maradona, Pelé, Zico, Zagallo, Didí y Tostao. Los mismos pases gol hizo el samario Carlos Valderrama, pero en tres Copas del Mundo. Además, Cuadrado ya marcó gol y también igualó al Pibe en ese punto. Total: el necocliceño de 26 años hizo en cuatro partidos lo que Valderrama consiguió en 10.
Por eso llegaron a preguntarle si se sentía como El Pibe negro: un poco por los pelos ensortijados, un poco también porque en la Copa América de 2011 vistió la 10 de Colombia, pero en especial por sus pases gol. “Es que yo realmente no estoy haciendo nada, el que está haciendo todo es James”, dice entre risas. “¿O no? Él es quien está figurando. El resto estamos aportando nuestro granito de arena”.
En realidad, su producción es superlativa y su respuesta es pura modestia. El 11 ayuda en marca y por eso ha sacado siete balones limpios en su área durante el torneo. Es el colombiano que más zonas del campo transita y eso se ve reflejado en los 34 kilómetros que ha corrido en el Mundial. Y además, ha participado en al menos una jugada de gol por cada partido de la selección. Él es crack, pero también obrero. Su apellido no es nada más que la gran paradoja de su vida: de cuadrado o cuadriculado no tiene nada y su versatilidad, por el contrario, es lo que le interesa fichar al Barcelona de Lionel Messi.
Esa es la realidad, así a él no le interese mucho por ahora. “Cuando acabe el Mundial me sentaré con mi representante para hablar sobre mi futuro. Pero ahora sólo pensamos en derrotar a Brasil”, añade, y se marcha, por fin, al silencio cómodo, lejos de la bulla aduladora. Su talento es el culpable de todo.