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Nació en Argentina, pero muchos dicen que, en realidad, vino de otro planeta. En una de las zonas más pobres de ese país comenzó a jugar a la pelota con su inigualable pierna izquierda. En los partidos de potrero deslumbraba y por eso Argentinos Juniors compró su pase y le dio una casa. En 1981, con 20 años, pasó a Boca Juniors, uno de los grandes del continente.
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Ese botín zurdo volvió a brillar y conquistó el Metropolitano de aquel año. Luego partió a Barcelona, donde triunfó poco y conoció su maldición: la cocaína. En los establecimientos nocturnos de la ciudad catalana comenzó a consumirla. Continuó haciéndolo en su periplo de genialidades futbolísticas en Nápoles.
En el sur de Italia lo empezaron a llamar “Dios”, porque logró lo que parecía imposible: vencer a los poderosos equipos el norte y ser varias veces campeón (en Italia y en Europa) con el hasta entonces humilde Napoli. Sin embargo, ahí se vio involucrado con la mafia napolitana y tuvo problemas legales y familiares por sus amoríos.
De Nápoles, años más tarde, se iría solo, después de que en 1984 lo fuera a recibir una multitud. Antes, se hizo legendario con la selección de Argentina en México 86, con el gol con la mano a los ingleses y el “gol de siglo” en ese mismo partido. Con haber sido descollante y clave en el segundo título mundial de la albiceleste.
En el 90 volvió a llegar a la final, pero la perdió ante Alemania por un polémica penalti. En el 94 lo echaron de Estados Unidos por un supuesto dopaje y en el 97 se retiró con Boca en un superclásico en el Monumental ante River, en el que su reemplazante fue un tal Juan Román Riquelme.
En 2004 tuvo su partido de despedida frente a una Bombonera llena. “La pelota no se mancha”, dijo aquel día. Fue la frase que quedó para la posteridad. Pero expresó otra que quizás es poco valorada: “El fútbol es el deporte más lindo y más sano del mundo”. Él amó a ese deporte y lo llevo a niveles superiores de genialidad.
Cometió errores en su vida personal y su salud lo terminó pagando. Pero fue un revolucionario. El argentino más famoso de la historia. Quizás otro genio con la zurda, Lionel Andrés Messi, también lo sea, porque en la eternidad se hablará de los dos. Volviendo a Diego Armando Maradona, murió el 25 de noviembre del año pasado. Hace diez meses que se fue el “10″.
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El campeón del mundo en México 1986 padecía problemas de adicción al alcohol, había sido ingresado en una clínica de La Plata el 2 de noviembre de 2020 por un cuadro de anemia y deshidratación y un día después fue trasladado a un sanatorio de la localidad bonaerense de Olivos, donde fue operado por un hematoma subdural por un equipo comandado por Luque.
El 11 de noviembre recibió el alta hospitalaria y se trasladó a una casa en un barrio privado de las afueras de Buenos Aires, donde falleció el 25 de noviembre. La autopsia al cuerpo del excapitán y exseleccionador de Argentina determinó que murió como consecuencia de un “edema agudo de pulmón secundario a una insuficiencia cardíaca crónica reagudizada”. También descubrieron en su corazón una “miocardiopatía dilatada”.