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El adiós de un histórico que lleva el fútbol en la sangre

“Hoy, después de 18 años, llegó el momento de terminar esta hermosa carrera, la cual disfruté como un niño. Al fútbol lo llevo en la sangre y esta pasión infinita me empuja a aportar para seguir construyendo el buen nombre de nuestro país. Quiero agradecer a todos los que han hecho parte de mi carrera. Gracias porque me permitieron jugar en las mejores ligas del mundo”. Ese fue parte del mensaje con el que el bogotano Abel Aguilar anunció su retiro del fútbol, el lunes pasado.

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El Espectador
19 de febrero de 2020 - 04:51 p. m.
 Abel Aguilar jugó dos Mundiales y más de 70 partidos con la selección de Colombia./ EFE
Abel Aguilar jugó dos Mundiales y más de 70 partidos con la selección de Colombia./ EFE
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Lo hizo muy a su estilo, con discreción, bajo perfil. No hubo rueda de prensa, cámaras ni show. Simplemente palabras sinceras y sentidas.

Aguilar debutó como profesional en 2002, con la camiseta del Deportivo Cali. Como volante de marca también jugó en el Udinese de Italia; Xerez, Hércules, Zaragoza y Deportivo La Coruña de España; Tolouse de Francia; Belenenses de Portigal; Dallas de Estados Unidos y Unión Magdalena, su último club. Disputó más de 500 partidos en torneos de primera división, anotó 36 goles y ganó dos títulos.

Su gran historia en el balompié, sin embargo, la escribió con la camiseta de la selección de Colombia, que defendió durante 14 años. Debutó en la Copa América de Perú 2004, gracias al llamado del técnico Reinaldo Rueda. Antes de su convocatoria al torneo continental, el bogotano ya sabía lo que era vestir la tricolor, pues estuvo en el Mundial Sub-20 de Emiratos Árabes Unidos 2003, en el que Colombia quedó en el tercer lugar.

Esa Copa América en territorio inca fue una gran vitrina para Aguilar, pues no solo marcó dos goles, sino que fue clave para que Colombia llegara a la semifinal, en la que cayó con Argentina. Un año después logró su único título con un equipo profesional, el Cali.

Entonces, varios clubes pusieron la lupa sobre el jugador de 1.85 metros, y finalmente el Udinese logró concretar el traspaso. En Italia Aguilar no la pasó bien, pues no tuvo muchas oportunidades de jugar. Y la falta de ritmo y figuración lo alejó del equipo nacional de mayores.

Eso sí, integró la sub 20 que ganó el Suramericano de 2005 en el Eje Cafetero y que llegó a octavos de final del Mundial de la categoría, en Holanda.

Abel regresó al combinado de mayores para las eliminatorias de Sudáfrica 2010, disputando siete encuentros. Pero apenas hasta 2012 se convirtió en titular indiscutido, justamente cuando arrancó el exitoso proceso con el técnico José Pékerman.

En el camino a Brasil 2014 Abel jugó 11 partidos, en los que brilló al lado de Carlos La Roca Sánchez y Freddy Guarín. Y en ese Mundial, como el resto del equipo, se lució.

Aunque no brillaba en su club, con la amarilla siempre rendía y por eso también estuvo en la Eliminatoria hacia Rusia 2018.

Su jerarquía, inteligencia y visión de juego le valieron para superar las 70 presentaciones con la selección. Eso sí, ninguna le trae mejores recuerdos que la de los octavos de final de Brasil 2014, con aquella asistencia de cabeza que le dio a James Rodríguez, quien terminaría marcando el mejor gol de ese año, el primero del 2-0 ante Uruguay que significó en la histórica clasificación a cuartos de final.

Se va de las canchas, pero habrá Abel Aguilar para rato. Su experiencia y trayectoria se debe aprovechar en los banquillos o en la dirigencia. Al fin y al cabo, es un hombre que lleva el fútbol en la sangre.

Por El Espectador

 

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