
Mario Vargas Llosa, en el homenaje que Universitario le hizo después de ser reconocido con el Nobel de Literatura.
Foto: Universitario, vía X
La inmensidad del estadio conmocionaba a Mario Vargas Llosa. Lo emocionaba y al mismo tiempo le producía terror. Por un lado, lo exaltaba ver las tribunas repletas y escuchar los coros que bajaban de las gradas, el clamor unísono de miles de hinchas que parecían tener una sola voz. Sin embargo, también le causaba pavor ver esa masa incontable de personas.
El eco de esa imagen lo llevaba a pensar, siempre que se encontró con aquel paisaje, que así debían ser los circos romanos. Así debía sentirse el guerrero que entraba al coliseo a entregar su...
