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El Messi de overol

Hoy, el argentino es un crack más completo que nunca, funcional para un equipo que entendió que para ganar el Mundial requería de un mayor esfuerzo colectivo, al margen de la capacidad individual.

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Daniel Avellaneda, Belo Horizonte, Brasil
08 de julio de 2014 - 02:29 a. m.
Lionel Messi está listo para jugar mañana la semifinal del Mundial frente a la selección de Holanda.  / EFE
Lionel Messi está listo para jugar mañana la semifinal del Mundial frente a la selección de Holanda. / EFE
Foto: EFE - ROBERT GHEMENT
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Hay un Messi que no miramos. Es aquel que no regala una finta, o una gambeta como se dice en Argentina. Es ese jugador que se sacrifica por el equipo, que se pone el overol y se ensucia, de ser necesario. Es un crack más completo que nunca, funcional para un equipo que entendió que para ganar el Mundial requería de un mayor esfuerzo colectivo, al margen de la capacidad individual y la jerarquía de sus jugadores, figuras en cada uno de sus clubes en Europa. Quedó claro en la jugada que desembocó en el único gol de la selección celeste y blanca ante Bélgica, el sábado en el estadio nacional Mané Garrincha de Brasilia. Asfixió a Axel Witsel a pura presión y la pelota derivó en Javier Mascherano, que volvió a ceder para La Pulga y asistió a Angel Di María y Fideo a Gonzalo Higuaín, quien sacó un derechazo imparable para Thibaut Courtois, el número uno belga del Atlético de Madrid que dirige Diego Simeone. Esa voluntad de Leo para involucrarse en el juego tiene que ver con un Messi táctico, más afín al objetivo común que al lucimiento individual. Y bienvenido sea en esta instancia decisiva en la que se exige el esfuerzo solidario.

“Todos tuvimos el compromiso de correr y corrimos más que nunca. Estuvimos comprometidos. Sabíamos que los delanteros teníamos que ayudar y lo hicimos. Fuimos un equipo corto, sin darles espacios a los belgas. Y más allá de que lo ganó el Pipa, esto se lo merece todo el grupo”, declaró el crack rosarino en la zona mixta. Cuando La Pulga habla de correr, no se refiere a esa velocidad supersónica con la que apila defensores cada vez que encara hacia el área de enfrente, transformándose en el terror de los arqueros rivales. A lo que apunta Messi es a marcar, meter, a corporizarse en un “todocampista”, como describió Carlos Salvador Bilardo a esos jugadores polifuncionales. Y está claro que la mejor versión del astro albiceleste es de tres cuartos de cancha hacia adelante. De hecho, el propio Leo tuvo un contrapunto con Alejandro Sabella después del debut contra Bosnia Herzegovina, porque no le gustó el 5-3-2 que alineó el técnico en el primer tiempo. Sin embargo, el propio jugador se dio cuenta de que para ganar un Mundial tan cerrado, la única manera de conseguirlo era siendo “inteligente”, como destacó Mascherano, el principal referente de esta selección. Por eso, ya será imposible escuchar aquella frase que tanto ruido hizo en el entrenador argentino después del triunfo en ese estadio Maracaná al que Argentina aspira a llegar el 13 de julio para volver a ser campeón del mundo como en el 78 y el 86.

“Nosotros somos Argentina y no tenemos que mirar lo que hacen los rivales”, había declarado Messi. Ya entendió este genio que no alcanza sólo con frotar su lámpara, se necesita una estructura de respaldo. Por eso el propio Messi, más allá de que pierda terreno, se retrasa, colabora y es solidario.

“No es sólo hacer goles, es tener la pelota, juntar a tres rivales para dársela a un compañero con ventaja y que podamos progresar en el terreno y que cada pelota de él es una esperanza para cada uno de nosotros y una situación comprometida y peligrosa para el rival. Más allá de que haga goles o no, lo que influye es determinante. Que reciba la pelota y que no la pierda nunca o casi nunca, que junte a dos o tres rivales, la tenga un poco y que se la dé a un compañero es agua en el desierto. A veces nos hace los goles. Contra Suiza le dio el pase a Di María. Y hoy, cuando estaba seco el terreno, nos dio aire”, analizó Sabella sobre la actuación de Messi.

Lo cierto es que Leo pierde panorama tan jugado atrás. Se sabe que, de tres cuartos de cancha hacia adelante, es mortal. Y en el 4-3-3 que tanto le gusta, el 10 tiene mayores libertades. Sin embargo, la lesión de Sergio Agüero le dio a Pachorra la posibilidad de armar el 4-4-2 que más lo convence desde el aspecto táctico.

Por supuesto que esta decisión que tomó Sabella, la de hacer correr a Messi en toda la zona media en lugar de explota su jerarquía adelante, encendió el debate en todo el mundo. De hecho, Johan Cruyff, exjugador del Barcelona, afirmó en su columna del periódico De Telegraaf: “Es un pecado que países como Brasil y Argentina aprovechen tan poco su talento”. Está claro que uno de los futbolistas más ricos técnicamente de la famosa ‘Naranja Mecánica’ apunta, específicamente, al poco jugo que le sacaron Felipao y Sabella a Neymar —ahora fuera de juego por una lesión— y a Messi.

Mascherano, uno de los jugadores que más trabajo tienen en la mitad de la cancha y el que más conoce a Messi, declaró: “Vi partidos de Leo como el de Bélgica. Quizá nos resulta extraño cuando tiene pocas situaciones; sólo tuvo una al final. Pero tanto él como Pipa nos dieron vida. Tuvieron que aguantar la pelota y nos dieron aire a los mediocampistas para que pudiéramos respirar”. Otro dato de la predisposición de La Pulga para ayudar a los volantes fue que cometió tres infracciones, cuando sólo había hecho una, ante Bosnia Herzegovina.

La discusión en los bares de cualquier rincón de la Argentina, la misma que se traslada con los enviados especiales, es ahora si es más conveniente este Messi del sacrificio, de la marca y presión o el Messi de siempre, el que despliega todo su talento en la zona decisiva de la cancha. Los argentinos sólo quieren un Messi, el mismo que impulsa a la selección albiceleste a cumplir con ese sueño postergado de alzar la Copa dorada.

Por Daniel Avellaneda, Belo Horizonte, Brasil

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