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El nuevo fútbol y los colombianos

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Antonio Casale
24 de agosto de 2020 - 02:00 a. m.
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A partir de lo visto en la apasionante definición de la Champions, la Europa League y las ligas más importantes de Europa, algunos no dudan en llamar “el nuevo fútbol” a la tendencia que se está viendo en las canchas. Se juega cada vez más rápido, se presiona más intensamente, se hacen secuencias de pases más veloces en el afán de la búsqueda del espacio. El equilibrio ya no es algo que interese a los técnicos y una desconcentración se cobra cara.

En ese contexto son pocos los colombianos que brillan en Europa. Duván Zapata y Muriel con sus goles, Cuadrado con su versatilidad y pocos más. El resto navegan en equipos de media tabla o ligas menores de ese continente. Otros, los más jóvenes, intentan hacerse un camino, pero les toca aprender un juego que no sienten, lejano a lo que aprendieron por acá.

El fútbol de potrero, el de tratar a la pelota como el juguete favorito, el de hacer la pausa de cuando en cuando, driblar, encarar, engañar con alegría, ese que se llevan en las venas por acá, allá no sirve. Al menos no en estos tiempos.

Es por eso que tipos como Coutinho o James pasean por los bancos de suplentes de los principales equipos. El problema es que acá los queremos producir como los necesitan en Europa para aquello del negocio, y eso será imposible. Allá, con un gran presupuesto de por medio, los fabrican como quieren, incluso con la magia suficiente como para ser obedientes a los esquemas y sorprender de cuando en cuando. Tipos como Sterling les parecen maravillosos. Saber que aquí hemos visto muchos mejores que él, Willington Ortiz por citar solo uno.

El problema es que esto no tiene retorno. El sistema funciona así: desde el jugador, pasando por su familia, su apoderado y su club en Colombia, bien sea de primera división o una escuela de formación, necesitan ganar dinero. Eso implica sacrificar la alegría del jugador colombiano.

Hace poco Pablo Armero decía que en Italia, cuando intentaba sorprender y hacer algo distinto, la gente lo aplaudía pero el entrenador lo regañaba. Allá, salirse del libreto es una afrenta.

Bajo esas circunstancias el panorama es oscuro. Cada vez se irán más colombianos jóvenes a hacer dinero en Europa, aunque muy pocos conseguirán figurar. En cambio en nuestro país quedarán los de segunda clase. Con esos se harán campeonatos locales divertidos, poco competitivos a escala continental. Mientras tanto la selección de mayores sufrirá las consecuencias de una generación que venderá su identidad al mejor postor, por necesidad.

 

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