Publicidad

El renacer de Khedira

Aunque viene de una grave lesión, el volante ha sido fundamental en las victorias teutonas. Con su experiencia, potencia y efectividad se ganó un puesto en la titular.

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Redacción Deportiva
11 de julio de 2014 - 03:59 a. m.
Sami Khedira, volante alemán, celebra el triunfo 7-1 sobre la selección anfitriona.  / AFP
Sami Khedira, volante alemán, celebra el triunfo 7-1 sobre la selección anfitriona. / AFP
Foto: AFP - VANDERLEI ALMEIDA
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Al principio solo había dudas. Sami Khedira, el volante del Real Madrid nacido en Stuttgart, solo generaba eso: inacabables dudas. La incertidumbre era tal que, incluso, muchos en su país cuestionaron su presencia en la Copa Mundo. Era apenas obvio. Él, con sus 27 años, con sus más de 50 partidos jugados con la selección alemana, parecía no estar en el nivel adecuado. Ese por el que lo había fichado el club español un día de julio de 2010, luego de coronarse campeón de la Bundesliga.

Pero Joaquim Löw, ese técnico que ha hecho del grupo teutón un conjunto demoledor, letal, quiso esperarlo pese a su juego débil y despacioso. No importó que en noviembre de 2013 la rodilla derecha de Khedira no le hubiese respondido. Que en el quirófano, tras una operación de rotura de ligamento cruzado anterior, le hubiesen dicho que probablemente se perdería la fiesta del fútbol, porque mínimo tendría que esperar seis meses para estar recuperado.

La historia es bien conocida: el volante, finalmente, con disciplina, con constantes trabajos, recobró su estado. Después de 177 días regresó al campo de juego. Su nivel, sin embargo, era pobre. Se mostraba torpe, sin físico, sin buen fútbol. En los últimos partidos de la liga española, Carlo Ancelotti le permitió sumar minutos con los merengues, pero de inmediato las críticas le cayeron encima. Lo arrollaron, especialmente, cuando fue titular en la Champions League, frente al Atlético. El alemán, entonces, estaba despacioso, aturdido. Tanto que apenas lo sacaron de la cancha el Real cambió por completo y remontó el resultado.

Después de aquel encuentro no se podía esperar otra cosa: las dudas crecieron. Se hacían cada vez más consistentes. Para todos menos para Löw, quien insistía en mantenerlo en la titular. Como lo hizo en el primer partido de Brasil 2014, frente a Portugal. Allí, Khedira jugó los 90 minutos. Pero a diferencia de sus compañeros pasó inadvertido. Como también sucedió contra Ghana. Por eso, frente a Estados Unidos estuvo en el banco. Por eso, frente a Argelia, en octavos, lo sustituyeron a los 30 minutos.

Pero luego, en cuartos, todo comenzó a dar un vuelco. Sí, no deslumbró, pero fue esencial en el mediocampo. Mantuvo el equilibrio y la solidez teutona. Hasta que llegó la semifinal. Ahí, el volante pareció explotar. Pareció renacer. Fue, de hecho, uno de los responsables de la debacle brasileña: cortó el ataque de los pentacampeones y supo salir con precisión. Se asoció bien con sus compañeros, los asistió e, incluso, marcó un gol.

Del jugador que había terminado la temporada en España, sobre el que recaían los reproches, quedaba muy poco. Tal vez porque aquí, con Löw, tuvo mucha más salida y se le permitió una que otra osadía. Mientras que con las estrellas blancas, su manejo y potencia rara vez estuvieron presentes. Acaso porque estaba en una posición muy retrasada, acaso porque tuvo casi prohibido pisar la zona rival.

Los resultados de ese planteamiento, de esa confianza que le ha dado el cuerpo técnico, han sido contundentes: en los 376 minutos que lleva jugados en el Mundial, la efectividad de sus pases es del 87,5%. Además, tan solo ha cometido seis faltas y ha visto una amarilla.

Ya lo había dicho el mismo Löw antes del torneo, cuando dio la lista de 30 jugadores: “Su personalidad y su experiencia son esenciales para el grupo. No está todavía en su mejor nivel, pero haremos todo para que lo esté”. Han hecho lo posible, sí. Y al parecer, él ha respondido. Como quizás lo haga el domingo frente a Argentina. Porque, en sus palabras, solo vale ganar. “Si perdemos —aseguró—, no habrá servido para nada jugar”.

Por Redacción Deportiva

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.