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El Tigre Arthur Friedenreich, campeón suramericano y mayor goleador de la historia

A propósito de la Copa América, la historia de Arthur Friedenreich, quien el 29 de mayo de 1919 fue protagonista del duelo más largo de la historia del torneo, 150 minutos: dos tiempos de 45 minutos y una prórroga de dos tiempos de 30 minutos. Brasil ganó 1-0 con gol de media volea de Friedenreich.

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Santiago Enrique Alfaro Martinez
08 de julio de 2021 - 05:27 p. m.
Arthur Friedenreich fue nueve veces máximo artillero del campeonato paulista; 11 de torneos brasileños; dos veces campeón suramericano (1919 y 1922); 17 veces campeón de diferentes torneos regionales, nacionales e internaciones.
Arthur Friedenreich fue nueve veces máximo artillero del campeonato paulista; 11 de torneos brasileños; dos veces campeón suramericano (1919 y 1922); 17 veces campeón de diferentes torneos regionales, nacionales e internaciones.
Foto: Archivo Particular
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En tiempos difíciles de pandemia vivimos una Copa América, 2021, sin muchos destellos de calidad. Muchos partidos pasaron inadvertidos, y un total de veinte para sólo excluir a Venezuela y Bolivia, que nunca han ganado nada importante, salvo el Suramericano de Bolivia ganado en La Paz y Cochabamba, en 1963. Quizás la verdadera competencia inicia con ocho partidos definitivos: cuartos de final, semifinal, tercer puesto y final.

La juventud colombiana no aceptó el torneo y Brasil lo acogió en un ambiente polémico, sin que el Coronavirus haya dado una tregua. La primera vez que Brasil fue sede del entonces llamado Campeonato Suramericano fue en 1918, pero se prorrogó para el año siguiente, 1919, por la pandemia de la famosa Gripe Española, que para entonces dejó millones de muertos en el mundo, una cifra jamás precisada.

Haber prorrogado el torneo por pandemia le permitió a Brasil remodelar su Estadio das Laranjeiras, en Río de Janeiro, donde se jugaron todos los partidos con un aforo de 25.000 espectadores. La expectativa era grande porque Brasil podría ganar su primer torneo importante en la historia. El primer gol del campeonato lo anotó el brasileño Arthur Friedenreich. Aquel 11 de mayo, Brasil ganó a Chile 6-0. Era la tercera versión del suramericano, que fue muy disputada por el bicampeón Uruguay y el local Brasil. Primero empataron un partido 2-2. Y al tercer día, el 29 de mayo, disputaron el duelo más largo de la historia del torneo, 150 minutos: dos tiempos de 45 minutos y una prórroga de dos tiempos de 30 minutos. Brasil ganó 1-0 con gol de media volea de Arthur Friedenreich. Un gol antológico, que bien valió el homenaje y conmemoración de dos maestros compositores de la música brasileña, Pixinguinha y Benedito Lacerda, con “Um a Zero”, una melodía popular que para muchos brasileños es la primera canción dedicada al fútbol, que ahora podemos escuchar por la web, y así también mirar el glorioso gol de Friedenreich. En esa primera Copa América ganada por Brasil, Friedenreich fue el goleador y reconocido como el mejor jugador. La prensa uruguaya a partir de ese año lo llamó, “El Tigre”, gracias a la fuerza poco común que vio en él y una agilidad de felino parecida a la de un tigre, en un hombre muy ligero de 1,75 m. y 52 kilos de peso.

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Desde julio de 1914 Friedenreich fue el jugador número uno para el fútbol brasileño, cuando su selección se enfrentó a los ingleses del Exeter City y los venció 2-0. Las mujeres en el estadio de Río de Janeiro movían sus pañuelos blancos entre sus manos y cantaban bravos a sus jugadores. En portugués diríamos “torcendo” al acto de batir esos pañuelos, que significaría en castellano, animando, en francés aplaudiendo y en inglés apoyando. Desde entonces los seguidores de cada equipo en Brasil son llamados, “torcida”.

El padre de “El Tigre” era Oscar Friedenreich, un terrateniente y comerciante que se casó con una negra llamada Mathilde, hija de exesclavos y de oficio lavandera. Arthur nació en Sao Paulo, el 18 de julio de 1892, porque su padre se había trasladado a esa ciudad a causa de la crisis económica en el país y los cambios significativos que conllevaba el fin de la esclavitud en Brasil, 1888.

El Tigre” fue un mulato con ojos verdes que, para darle una buena formación, su padre lo inscribió en el prestigioso y moderno centro educativo norteamericano Mackenzie College, conocido por ser la sede del primer partido de fútbol entre clubes organizado por el padre del fútbol en Brasil, Charles Miller, el 5 de mayo de 1899, según Josh Lacey en su libro God is Brazilian. Arthur Friedenreich expone su talento en las calles de su barrio Bexiga, en Sao Paulo. Su padre lo sigue y decide llevarlo al club de la rica colonia alemana, Germania, donde debuta a los 17 años, en 1910.

En 1909, ante la seducción que causaron sus goles y jugadas en los hinchas, los directivos del club Ipiranga lo contrataron. Luego, todos los clubes lo querían en sus filas; a partir de 1916 pasó por muchos clubes paulistas hasta terminar su carrera en el club carioca, Flamengo, en 1935.

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Arthur Friedenreich, gracias a una vida disciplinada y sana, fue 9 veces máximo artillero del campeonato paulista; 11 de torneos brasileños; dos veces campeón suramericano (1919 y 1922); 17 veces campeón de diferentes torneos regionales, nacionales e internaciones. Marcó siete goles en un solo partido, que fue un récord para la época (1928, para el Paulistano, contra Uniao Lapa) y jugó a los 42 años un clásico Flamengo–Fluminense, la temporada de su despedida del fútbol”.

Friedenreich fue el primer gran ídolo de masas en el fútbol brasileño según su biógrafo, el periodista Luiz Carlos Duarte. “El Tigre” no jugó el primer mundial de la historia, en 1930, por diferencias administrativas entre las ligas de fútbol cariocas y paulistas, y finalmente por una fractura de tibia que sufrió por aquella época. Para el mundial de Italia 1934, ya estaba muy cerca de su retiro, 1935.

El fútbol llegó a Brasil en 1894 cuando el inglés Charles Miller llegó a Sao Paulo con dos balones de cuero, un uniforme completo y un reglamento de fútbol para introducirlo en el Cricket Sao Paulo Athletic Club. Fue un hombre muy activo y ocupado que en su posición de hijo de cónsul llevo todo a cabo para desarrollar el deporte. Fueron épocas donde el cricket y el fútbol lo practicaban los aristócratas en Brasil. El Bangu Athletic Club, en 1904, fue el primero en tener algunos jugadores negros.

La historia del Fútbol brasileño siempre recordará el problema de exclusión y racismo en la figura de un jugador llamado Carlos Alberto, quien en 1914 fue el primer jugador mulato del rico y prestigioso club Fluminense. Antes de los partidos se blanqueaba su rostro. Sus rivales no se lo perdonaron y lo llamaron “polvo de arroz”, apelativo que se extendió muy rápido para todo el equipo. En los clásicos Fluminense-Flamengo (Flu-Fla) la “torcida” del Fluminense llama a los del Flamengo “polvo de carbón”, para incordiar más la rivalidad.

Es Friedenreich uno de los jugadores que empieza a luchar contra el complejo de raza. Valoraba el ser mestizo y resaltaba sus propias habilidades de driblador que el europeo no tenía para entonces. Él invirtió la cuestión racial como una cualidad en el deporte. Después de su antológico gol en aquel suramericano de 1919, la prensa mostraba sólo su pierna en portada como si él fuera instrumento de trabajo. Un siglo después “El Tigre” es reconocido por muchos periodistas e historiadores como el verdadero ADN del fútbol brasileño, junto al “Rey” Pelé. Leonidas da Silva, jugador de los años 30 y 40 fue el siguiente heredero de Friedenreich. Goleador y mejor jugador en la Copa del Mundo de Francia 1938, Leonidas fue conocido como el “Diamante Negro” por el periodismo del Cono Sur. Al volver de la copa del mundo la marca de productos alimentarios, Lacta, lanzó al mercado una barra de chocolate llamada, “Diamante Negro”. Eran, ya, los tiempos del profesionalismo del fútbol.

Fue hasta 1925 que Europa pudo ver a Friedenreich. El Paulistano, club donde militaba él, hizo una gira en la que ganaron 9 de 10 encuentros, con once goles de “El Tigre”. Los encuentros fueron contra clubes franceses, suizos y portugueses. Por la técnica desconocida que desarrolló este equipo, los periodistas franceses del diario ‘L’Auto’, antecesor de ‘L’Équipe’, llamaron por primera vez a los brasileños, “Les rois du football” (los reyes del fútbol). A su regreso el Club Paulistano fue recibido con honores por el presidente Artur da Silva Bernardes. En realidad para el fútbol brasileño fue Leonidas la primera estrella internacional del fútbol brasileño porque salió a buscar un salario en el fútbol uruguayo a comienzos de su carrera y su gloria en el mundial de Francia 38 le valió reconocimiento. La prensa francesa lo llamó, “L’Homme-caouchouc” (hombre de caucho), porque parecía que no tenía carne ni huesos. Eran recurrentes en él, las jugadas de chilena y bicicleta.

Arthur Friedenreich llamado con respeto, admiración y cariño por sus seguidores paulistas, “Fried”, es el mayor goleador de la historia del fútbol con 1.329 goles, en 26 años de carrera deportiva. Cuarenta y ocho goles por encima de su compatriota Pelé, que registra 1.281 goles.

Fried no inició su carrera deportiva como centro delantero. Él contó la anécdota a la prensa argentina, “Yo me inicié de ‘insíder’ izquierdo. Vino el primer internacional y me colocaron de centro delantero. Decían que me movía mejor, que era más rápido y que, además, por la agilidad, podía sacar provecho de los centros en remates de cabeza. Y no se equivocaron. Mi característica era dominar antes que ser dominado. Crear el problema. Contra zagueros recios, los enfrentaba para especular con mi movilidad y dominio de la pelota y apenas me daban una ventajita, para dejarlos parados. Contra zagueros técnicos convenía venir de atrás en colaboración con los ‘insíders’, mover mucho la pelota a las puntas y cuando apenas abandonaban el puesto, descolocándose, ahí sí entraba yo, pero no siempre tirando al gol. Prefería que lo hiciera el mejor ubicado. Había en todos nosotros, tanto en clubes como en la selección, un pleno espíritu de colaboración”.

Ese mismo espíritu de equipo le permitió ser el mejor centro delantero de la época, lo que vale un reconocimiento legendario porque los protagonistas de los años 20 y 30 fueron los uruguayos y los argentinos; en los juegos olímpicos de París 1924 y Ámsterdam 1928 y, en el primer mundial de la historia, en Uruguay, en 1930. Para Fried los grandes goleadores de la época eran el paraguayo Laterza, el brasileño Petronhilo, los uruguayos Gabino Sosa, Piendibene, Scarone y Cea, y el gran artillero del primer mundial, el argentino Guillermo Stábile. De su gira por Europa, con el Paulistano, recuerda haber visto al español Samitier, “no parecía europeo sino americano” decía.

Cuenta la leyenda que Fried pese a sus veintiséis años en el fútbol, nunca aceptó el profesionalismo. Cuando este llegó a Brasil, en 1933, su club, el paulistano, se retiró con su lema, “el deporte por el deporte”. Fried se transfirió al San Pablo, durante los años siguientes, sin aceptar jamás jugar con la camiseta numerada, solía decir: “Me parece estar en un presidio, cada jugador parece un penado con su desgracia a cuestas... ¡No! ¡Jamás! Por nada del mundo visto yo una de esas. Soy un amateur que nunca cobró ni cobrará un centavo por jugar”.

Fried, ante todo, fue un jugador paulista, querido por todos los brasileños: en San Pablo existe una estatua que le rinde homenaje, por entregar lo fundamental en la vida: alegría; y en Río de Janeiro hay una “escola do samba” que lleva su nombre. Fried fue un hombre feliz, que como Pelé y el gran Sócrates gustaba de tocar la guitarra y cantar.

Friedenreich después del retiro quiso ser árbitro y entrenador, pero no tuvo éxito. En 1938 ingresó a la compañía Atarctica Paulista como representante comercial viajando y siendo admirado por todo el Brasil hasta el fin de su vida. Jugador de antaño escribió sus memorias acompañadas por bellas fotos de mil recuerdos que guardó en la reserva, pero que un periodista descubrió hace unos diez años para ser publicadas con autorización de la esposa.

Friedenreich, Fried, “El Tigre”, murió casi a los 77 años de edad, el 6 de septiembre de 1969. Los brasileños siempre lo recordarán. En San Pablo hay una anécdota muy popular: por una avenida principal de la ciudad, un guardia tenía la orden de no dejar pasar a ningún vehículo, de pronto se acercó uno de lujo, era el del presidente de la República; el chofer de aquel coche quiso evadir la orden y el guardia le contestó: “Aquí no pasa ninguno, así sea el automóvil de Friedenreich”.

Por Santiago Enrique Alfaro Martinez

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Luis(39449)09 de julio de 2021 - 01:44 a. m.
Hermosa historia. O rei Fried.
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