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En las entrañas de Lionel Messi

El argentino, ganador de seis títulos con Barça, confiesa sus temores de niño. “Lloraba mucho a escondidas”, dice.

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Luis Martín / Especial de El País
29 de diciembre de 2009 - 02:05 a. m.
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Lionel Messi recibió en Zúrich el Fifa World Player al mejor jugador del año, premio que concede la Fifa, un broche a un año insuperable, en el que ha ganado seis títulos con el Barcelona, ha colaborado en la clasificación de Argentina para el Mundial de Sudáfrica 2010 y ha dejado goles inolvidables para el recuerdo, como el que logró la semana pasada con el pecho para hacer a los azulgrana campeones del mundo.

Amable, divertido, bromista, el delantero argentino crece día a día dentro y fuera del campo. La entrevista fluye con naturalidad. Leo mira a los ojos y no se esconde tras el flequillo. De momento, despide 2009 con broche de oro: el mundo se rinde a sus pies.

En el último mes recibió el Balón de Oro, ganó el Mundial de Clubes y fue elegido por la Fifa como el mejor jugador del mundo. ¿Con qué se queda?

¿Ahora? Con la victoria en la final contra Estudiantes, sin duda. Es mejor porque es un premio colectivo que hace feliz a mucha gente. Los individuales alegran a la gente que me quiere, compensan los sacrificios que ha hecho la familia. Pero cuando ganas un título y ves cómo se pone la ciudad, la sensación es incomparable.

En 2006 no celebró el título de la Champions por lesión. Durante los festejos de la Liga, llamó boludo a su amigo Milito por no sentirse partícipe de los triunfos al haber estado lesionado. ¿Qué ha cambiado?

Me he hecho mayor y he aprendido. Entonces me equivoqué, pensaba distinto. Ahora sé que todos, los que jugamos, los que no jugamos, los que nos ayudan para que estemos bien, todos somos igual de culpables.

¿Por qué le pega con el pecho al balón en vez de rematar con la cabeza ante Estudiantes de La Plata?

Traté de asegurar. Vi al portero a contrapié y creí que bastaba con ponerla suave al lado de donde venía tapando. Afortunadamente salió bien. Lo de la bota (en su remate de cabeza en la final de la Champions contra el Manchester United) fue rarísimo. Rematé de cabeza y, cuando me iba a levantar del suelo, vi la bota ahí tirada. Pensaron que estaba preparado. ¡Se ha de ser boludo! ¡Cómo iba a estar preparado! No sabía qué hacer. La cogí y salí corriendo.

¿Cuántas veces se ha preguntado si lo que le está pasando es cierto y no un sueño?

Bastantes. Nunca habría imaginado todo esto. Muchas veces me miro al espejo y pienso que lo que me está pasando no es verdad. No me lo puedo creer. Nunca soñé con que las cosas salieran así de bien. Es increíble. Ni en los mejores sueños pensé que saldría por ahí. No imaginé nunca, cuando llegué de Argentina, que hoy me vería en éstas.

¿Cómo recuerda aquellos días, cuando aterrizó en Barcelona con 12 años?

Fue duro en su momento para mí, para la familia. Todo esto te hace saber que la decisión fue buena.

Dicen sus entrenadores en el fútbol base que nunca lo vieron llorar.

Porque lloraba solo, para que no me viera ni mi papá. Lloraba solo en mi casa. Me encerraba y trataba de que nadie se enterara. Lo pasamos mal. Hubo etapas que estábamos mi padre y yo en Barcelona y el resto de la familia en Argentina. De lo básico no faltó nada, pero en lo afectivo, sí.

Visto ahora, con la perspectiva del tiempo, ¿compensa dar el paso que usted dio en su momento o cree que si hubiera seguido en Argentina...?

No lo sé. El caso es que se dio así porque vine. No me arrepiento de lo que hice y de lo que pasé, pero tampoco tenía dudas entonces. Era mi decisión. Nadie me obligó a tomarla. Mis papás me dijeron: ‘¿Qué querés?’. Quería estar donde estaba, quedarme en Barcelona, porque sabía que era mi oportunidad de ser futbolista. Lloré porque añoré cosas de Argentina, porque me sentí solo sin mis hermanos y mi madre. Lo más jodido era eso. Sobre todo, echaba de menos a Matías, que era el más cercano a mí. Rodrigo es mayor, es un personaje. Tal vez porque no les tuve cerca, les quiero con locura. A ellos, a mi hermanita.

En la cantera tuvo varios entrenadores. ¿De quién aprendió más?

De todos, de todos. Son culpables de que yo esté donde estoy ahora. De todos aprendí. Sería injusto olvidarme de uno, porque de todos aprendí algo. Me cambiaron y costó, porque a mí me costaba. A poquito lo consiguieron. Tuvieron mucho mérito porque me costaba. No se lo puse fácil. Siempre fui muy cabezón. A veces tengo la sensación de que mi manera de jugar no ha cambiado nada. En el Barcelona me enseñaron muchas cosas, pero nunca trataron de cambiarme el estilo, aunque no es del todo cierto. Cuando llegué, pasaba poco la pelota, pero en muchos partidos sólo podíamos jugar a dos toques.

De todo 2009, ¿con qué se queda?

Me quedo con los títulos conseguidos. Eso es lo que queda, es lo más lindo. Pero para conseguir todos los títulos pasamos por muchos momentos como el de Stamford Bridge, el partido en el Bernabéu, la final de Roma, de la que disfruté todo: el día antes, el partido, el festejo. Fue un año bárbaro. Así que hay mucho de donde elegir. Si me he de quedar con algo, con el gol de Roma. Bueno, o el del Mundial de Clubes.

¿Recuerda la primera vez que habló con Guardiola?

No exactamente. De la primera vez no me acuerdo. Pero sí recuerdo la primera cuando ya era mi entrenador. Fue en pretemporada. Fue cuando se dijo que estábamos enfrentados porque las imágenes parecían algo que no era.

¿Y qué le dijo?

Que fuera feliz, que si era feliz todo iría bien. Me hablo mucho de cómo era él, de cómo iba a ser el año, de cómo quería que jugáramos. Me dijo que cuando me veía con Frank Rijkaard, yo agarraba la pelota desde muy atrás y que así tenía que hacer mucho camino para llegar al área. Quería que estuviera más cerca del gol. Me gustó la idea, porque normalmente en las categorías inferiores jugaba por detrás del punta.

¿Se imaginó que todo iría tan bien?

¡No!, ¿cómo lo iba a imaginar? Era impensable. Pero poco a poco, cuando empezamos y fuimos ganando, creció tanto la confianza, nos salían tan bien las cosas, que sabíamos que viniera el partido que viniera, lo íbamos a ganar. Las ganas que teníamos nos permitieron conseguir todo lo que hemos conseguido.

Siempre dijo Guardiola que él no sería nada de no ser por ustedes, los jugadores.

No, eso no es cierto. Yo creo que es al revés, que él nos ha hecho mejores. Nos ha cuidado mucho. Es muy humano y por eso es tan querido por los jugadores, porque siempre se preocupó de nosotros, de que estuviéramos bien, de cuidarnos.

En su caso hay un punto de inflexión, que marcó la relación entre ustedes. Si estuvo en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, fue gracias a él, ¿no?

Lo primero fue eso, pero además tuvo muchos detalles conmigo. Claro, aquello fue grande para mí porque estaban todos peleados, discutiendo si iba o no iba, y llegó él y me preguntó qué era lo que yo quería hacer. Le dije que me encantaría ir a los Juegos. Lo entendió y entonces fue él quien lo arregló.

Guardiola acaba su contrato el 30 de junio...

No seré yo quien le diga qué debe hacer, pero, si por mí fuera, no se iría nunca. Debería estar siempre en el Barcelona por lo que es, por lo que sabe, por lo que quiere al club, por cómo piensa. Es el indicado.

¿Qué le enseñó?

A jugar más en equipo, a tener más presente al equipo. Lo hacía, pero él me insistió en que me ayudaran los compañeros y en ayudarles yo a ellos.

Da la sensación de que cuando llegó Guardiola aumentó su protagonismo, que con Ronaldinho no tenía el mismo grado de responsabilidad...

Tal vez, pero fue algo natural. Se fue Ronie, al que siempre estaré agradecido; se fue Deco y me tocó a mí tener más responsabilidad dentro del campo.

De cuantos compañeros tuvo, si le tocara escoger a uno...

Silvinho fue muy especial. Yo no soy de hablar mucho, pero sí de escuchar. A él le escuché mucho y siempre me dijo lo que pensaba que era bueno para mí, aunque no me gustara oírlo.

En el campo no habla mucho...

En el campo no me hace falta hablar mucho. Con Xavi, Iniesta... Nos basta una mirada. Nos conocemos bastante como para mirar y entendernos con una seña.

¿Eso le está empezando a suceder con Ibrahimovic?

Sí, pero recién empezamos a jugar juntos. Nos estamos conociendo. A medida que juguemos más, nos saldrá más. Eso me pasaba más con Samu Eto’o porque jugamos más juntos. Es cuestión de partidos que nos vayamos conociendo más y nos entendamos de memoria. Pero Ibra es impresionante y en muy poco tiempo ya casi nos basta con mirarnos.

¿Qué tienen Xavi e Iniesta que les hace ser tan especiales?

La visión, la facilidad que tienen para jugar. Lo hacen todo muy fácil. Uno les ve y se pregunta cómo son capaces de hacer tan fáciles cosas tan difíciles. Es impresionante. ¿Y cuando te encara Andrés? A ver quién le quita la pelota.

Perdone, pero que eso lo diga usted...

Es que yo no tengo la sensación de que lo que yo hago sea complicado. Para mí, es muy natural. Siempre jugué así. Si mirás las imágenes que hay grabadas cuando era chiquito, ya hago movimientos parecidos. Por eso me parece tan difícil lo que hacen ellos, porque yo no soy capaz...

Físicamente, ¿es usted más fuerte de lo que parece?

No sé. Siempre me sentí fuerte. Nunca tuve problemas para chocar. Yo no me escondo.

¿Por eso se lleva tantas patadas?

No tengo problemas. Si es cosa del fútbol y de la jugada, no pasa nada. Que me traten de intimidar, eso no lo acepto. Que me peguen cuando la pelota no está de por medio, tampoco.

¿Entiende la vida sin una pelota?

No. De chiquito, viví para el fútbol y es lo que me gusta. No sabía qué hacer.

¿Por qué mira al cielo después de celebrar un gol?

Para dar gracias. Por mi abuelita.

Se le vio saludar uno por uno a todos los jugadores de Estudiantes tras la final. ¿Por qué?

Porque jugaron bárbaro, por respeto. Porque son argentinos. Y estaban muy tristes.

“Me siento muy argentino”

Lionel Messi, al tiempo que goza con sus triunfos en el Barcelona, promete seguir creciendo para poder levantar su flojo rendimiento en la selección. “Yo hago el mismo esfuerzo. Si no conseguí más hasta ahora, no es porque yo no quiera, por supuesto. Ojalá pueda levantar mi rendimiento. Me da bronca que digan que no siento la albiceleste. Nada me da más joda que me digan que no soy argentino. ¡Qué sabrán de mis sentimientos! La vida me llevó a Barcelona. De chico sólo soñé con jugar en Primera en Argentina, en ponerme la albiceleste, nada me da más ilusión. Pienso como argentino; vivo en Cataluña, pero me siento muy argentino”, remató.

Por Luis Martín / Especial de El País

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