Fútbol femenino de exportación

Carolina Arbeláez y Lorena Bedoya son nuevas jugadoras del Deportivo de La Coruña. Su buen desempeño en Atlético Nacional las llevó a ser embajadoras de nuestro balompié en el Viejo Continente. La destreza de romper fronteras.

Andrés Osorio Guillot
30 de diciembre de 2019 - 02:25 a. m.
Carolina Arbeláez, nueva jugadora del Deportivo de La Coruña. / Atlético Nacional
Carolina Arbeláez, nueva jugadora del Deportivo de La Coruña. / Atlético Nacional

Se trata de su propio legado, de ser profetas en nuevas tierras. Sus voces ahora se escuchan más. Ahora rompen todos los prejuicios, los paradigmas. Ya no son murmullos y no son partidos fantasmas que pasan desapercibidos. Al fútbol femenino se adhieren cada vez más hinchas que fueron incrédulos. Ya la FIFA duplicó el presupuesto que tenía y el dinero destinado a los torneos oficiales ascendió a mil millones de dólares, informó Gianni Infantino, presidente del ente más importante del fútbol.

En Colombia seguimos creyéndole al proceso del fútbol femenino. Ahora nos preparamos para jornadas de casi cinco horas en un estadio, ahora madrugamos a ver a las mujeres para ir desandando los caminos erróneos a los que habíamos llegado anteriormente subestimando su nivel. No deberían sorprendernos sus fintas, su templanza y su carácter. Las entradas fuertes y las declaraciones sin temor alguno han dado un ejemplo a quienes han permanecido muchos más años en el deporte, demostrando que la comodidad es un pecado que afecta el entorno y que cierra todas las ventanas que una disciplina como el fútbol puede abrir a nivel social y cultural.

Carolina Arbeláez y Lorena Bedoya estaban hasta hace un par de días en las filas de Atlético Nacional, escuadra que llegó hasta los cuartos de final de la Liga y fue eliminada por América de Cali, el campeón. Ambas jugadoras, que se desempeñan como volantes, fueron adquiridas por el Deportivo de La Coruña. Su traspaso al fútbol español reafirma que en Colombia existe una vitrina que interesa en otras fronteras por el estilo de juego, por la vehemencia y la entrega en cada pelota, por la pausa y por el cambio de ritmo que demuestran las jugadoras.

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Carolina Arbeláez tiene 24 años. Creció en Medellín. Lleva consigo el orgullo por su región que caracteriza a los paisas. La antioqueña, que juega por derecha, jugó en Huila y Nacional. En 2018 fue elegida como la mejor jugadora de la Liga Femenina. Con la selección de Colombia jugó el Mundial de Canadá 2015, los Juegos Olímpicos de Río 2016, la Copa América femenina y la Copa América de fútbol sala en Chile, en 2016.

Lorena Bedoya, de 22 años, creció en Bello, aquel municipio ubicado en el norte del Valle de Aburrá, territorio que divisa las montañas que guardan relatos coloniales, que a veces se cubren de pequeñas neblinas y que han visto pasar, entre otros, a los ciclistas que también han contado con la destreza necesaria para romper las fronteras que ahora rompen ella y su compañera al llegar a Europa. La nueva jugadora del Deportivo, que oficia como volante central, ha pasado por el Club Molino Viejo de Medellín, América de Cali y Atlético Nacional. Al igual que Arbeláez, la volante de 22 años hizo parte de la selección que participó en la Copa América de fútbol sala.

Con la llegada de las dos volantes al Deportivo Abanca (nombre del equipo femenino del Deportivo de La Coruña), se refuerza la presencia criolla en el fútbol español, pues ya existen los antecedentes de Nicole Regnier en Atlético de Madrid en 2014; Isabella Echeverri en Sevilla; Leicy Santos también en el equipo colchonero; Ángel Corina Clavijo en el Huelva; Natalia Gaitán en el Valencia C.F., y, aunque no juega en España, Lady Andrade, volante creativa que hace parte de las filas del Milan A.C.

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Una jugadora de Cali, cuatro de Medellín, dos de Bogotá y una de Villavicencio sugieren una cartografía de nuestro fútbol, de las capitales donde surgen las promesas del deporte, de equipos como América de Cali, Nacional y Santa Fe, que le han apostado a un progreso de la rama femenina, no como una imposición de los entes que regulan esta disciplina, sino como una manera de adherirse a una realidad que exige en todos sus frentes la igualdad de oportunidades y de visibilidad que ha llevado a jugadoras como Megan Rapinoe de Estados Unidos o Verónica Boquete de España a aprovechar las cámaras que invaden los campos de juego para decir lo que resulta incómodo, para hacer del fútbol un vehículo que lleva mensajes y críticas a nuestras sociedades. Y aunque no se trate de politizar el deporte e inducir a los discursos incendiarios, este tipo de acciones ayudan a que el fútbol femenino sea escuchado por todos aquellos que antaño lo ignoramos.

La destreza de romper fronteras en el fútbol no es solo una victoria para deportistas como Carolina Arbeláez y Lorena Bedoya, no son glorias individuales, son logros colectivos que hablan de procesos serios, de clubes y comunidades que han abierto una posibilidad de equilibrar las voces y las participaciones de las mujeres, habla de una disciplina que, a nivel general, ha significado una esperanza para hombres y mujeres, que ha sido la escapatoria a la pobreza y la violencia, que ha potenciado desde los ámbitos culturales hasta los económicos, mejorando los índices del marcado y acercando a los aficionados a las historias que, por medio de goles, también nos narran y nos simbolizan como nación.

Por Andrés Osorio Guillot

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