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Osvaldo Zubeldía, El Zorro, vivió pocos años en Colombia. Solo siete. Y aun así, el día de su partida, fue llorado como al habitante más viejo y querido de todo el país, gracias al valor que tenía de decir lo correcto, en el momento preciso, y con la fuerza adecuada. No fue el tiempo, ínfimo, el que volvió su alma inmortal, sino la calidad de sus pasos sobre las calles tibias de Medellín las que ensancharon su nombre y aguaron los ojos de los hinchas de Atlético Nacional, de San Lorenzo y de Estudiantes de La Plata, al oír la noticia de su muerte.
Cuando Osvaldo llegó a Medellín, en 1976, ya había ganado tres Libertadores, una Copa Intercontinental y una Copa Interamericana, con Estudiantes. Era un entrenador consagrado, con un peso muy grande sobre los hombros, con muchos juicios de valor, muy rígidos y muy propios, y un estilo de trabajo muy demandante.
Su voz era rítmica, aguda y acompasada. Y siempre que hablaba, acompañaba sus palabras con un leve movimiento de sus cejas rígidas. Cuando el tema era el fútbol, como casi siempre, sus labios se curvaban ligeramente hacia el cielo.
No creía que iba a morir en un estadio, le parecía imposible. ¿Cómo iba a traicionarlo algo que conocía tan bien? Más que la palma de su mano, más que su cabello alborotado y escaso, y mucho más que casi cualquier cosa en el mundo; más que al miedo y más que a la vida misma.
“Es imposible que yo me muera en una cancha, si cuando yo estoy en la cancha siempre sé lo que va a pasar. ¿¡Cómo me voy a morir ahí!? ¿Sabe dónde me voy a morir yo? En un hipódromo, porque con los burros nunca se sabe…”, dijo una vez, medio en broma, medio en serio.
🗓️ El técnico que se convirtió en leyenda 🇦🇹. A 43 años del fallecimiento de Osvaldo Zubeldía, cuyo legado quedará en nuestra historia para siempre. pic.twitter.com/aUjsAnugGO
— Estudiantes de La Plata (@EdelpOficial) January 17, 2025
Nadie supo ni sabrá jamás lo que pasó por su cabeza, tan llena de regates y disparos al arco como de filosofía, estrategia y sociología.Sin embargo, respecto a aquella frase, tan trágica y jocosa al mismo tiempo, El Maestro se vistió, por un momento, de profeta. El 17 de enero de 1982, murió de un infarto cerrando un boleto de apuestas hípicas, en un hipódromo, en Medellín.
Pocos entendían sus garabatos en el tablero o su discurso susurrante, pero los que lo hicieron, en Estudiantes, lograron, en seis años, ganar el mismo número de títulos bajo su tutela militar. Es el entrenador con más títulos en la Pincharrata a la fecha, y eso que cuando cogió el equipo contaba, casi en su mayoría, con jugadores juveniles sin experiencia y con un compromiso muy cuestionable. Ese aspecto lo corrigió en menos de dos años, igual que haría más tarde en Atlético Nacional, y por inercia, en el fútbol profesional colombiano.
Zubeldía ganó con Nacional dos veces la Primera A. El primer título el año de su llegada, en 1976, y el otro en 1981, para cumplir su promesa de dejar al club tal como lo había encontrado, “en lo alto”. Murió poco después de cumplir su palabra. Bajo sus términos, con los burros.
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