La semana pasada, reconociendo que siempre he sido optimista, me imaginaba otro panorama ante esta terrible doble jornada para Colombia. Ni en las curvas un balance tan negativo, el peor de la historia de este formato de clasificación. Una verdadera vergüenza vivimos entre viernes y martes, especialmente con el marcador en Quito. Esperamos un día más, precisamente para escribir pensando en que se podía dar una noticia al respecto de la continuidad del entrenador. Hasta el momento de ponerle la última coma a esta cita semanal no se definía nada de parte de la Federación de Fútbol. El técnico después del papelón en la rueda de prensa no dimitió como se entendía en estos casos.
No soy de sacar al DT como primera medida, pero hay circunstancias como esta en las que mantenerlo en el cargo puede ser insostenible y hasta perjudicial. Las muestras de evolución de octubre son casi insignificantes cuando el balance de la gestión se lleva al examen. Han sido pocas en realidad las señales de buen fútbol desde la llegada del portugués y sus resultados sin ser mediocres tampoco se pueden calificar de satisfactorios o prometedores. Había sido la amarilla o azul a veces, una escuadra apenas cumplidora, sobre todo en los amistosos.
Siempre he creído que para escoger un buen timonel no debe primar el pasaporte. Acá muchos se obsesionaron con que después de Pékerman viniera un europeo para dar el siguiente paso. Pocos hablaron de encontrar a alguien que basado en nuestras fortalezas trabajara en las debilidades para hacernos mejorar y ser más competitivos. Bajo la teoría de que en Europa se juega mejor, que es evidente, la fórmula para hacerlo bien y ganar por fin cosas importantes debía ser encabezada por un europeo.
Digamos que se les puede comprar lo del origen por razones de mentalidad, pero, ¿por qué escogieron a Queiroz precisamente, que estaba dirigiendo la “poderosa” Irán y que había demostrado con Portugal y con el Real Madrid que no lograba afinar planteles de calidad? Solo le fue bien con las selecciones menores de su país y, además, no se molestaron en preguntar por su estilo rigurosamente defensivo que en nada se identificaba con el colombiano. ¿Cuál era su experiencia en el ámbito suramericano, para pensar que le podía ir bien en las consideradas clasificatorias más difíciles del mundo?
La culpa de la debacle no es solo del estratega, sin duda los jugadores son los que definen. De ahí a asegurar que le están haciendo el cajón hay una distancia enorme. Vi en estos dos últimos partidos 11 almas confundidas y separadas. No hay equipo, sin automatismos, sin coberturas, sin relevos, sin duelos a favor, llenos de desconfianza y con cara de no entenderle ni creerle a su líder desde el banco. Por nómina sigo creyendo que estos dos juegos se podían ganar con tranquilidad, pero en la cancha vivimos otra cosa.
En Italia dirían que Carlos Manuel Brito Leal Queiroz, exarquero y con un don de gentes notable, no come panetone. En nuestros términos, no va a comer natilla y buñuelos. La Federación debe finiquitar su contrato y ponerse a trabajar inmediatamente en la consecución del nuevo conductor, pero esta vez buscando un perfil acorde a nuestro ADN y sentir. No alguien que a punta de espejos nos quiera reconquistar, no importa de dónde sea, un ser humano que proteja de verdad el prestigio ganado y tan capaz que nos impulse a dar el siguiente paso para trascender.
La semana pasada, reconociendo que siempre he sido optimista, me imaginaba otro panorama ante esta terrible doble jornada para Colombia. Ni en las curvas un balance tan negativo, el peor de la historia de este formato de clasificación. Una verdadera vergüenza vivimos entre viernes y martes, especialmente con el marcador en Quito. Esperamos un día más, precisamente para escribir pensando en que se podía dar una noticia al respecto de la continuidad del entrenador. Hasta el momento de ponerle la última coma a esta cita semanal no se definía nada de parte de la Federación de Fútbol. El técnico después del papelón en la rueda de prensa no dimitió como se entendía en estos casos.
No soy de sacar al DT como primera medida, pero hay circunstancias como esta en las que mantenerlo en el cargo puede ser insostenible y hasta perjudicial. Las muestras de evolución de octubre son casi insignificantes cuando el balance de la gestión se lleva al examen. Han sido pocas en realidad las señales de buen fútbol desde la llegada del portugués y sus resultados sin ser mediocres tampoco se pueden calificar de satisfactorios o prometedores. Había sido la amarilla o azul a veces, una escuadra apenas cumplidora, sobre todo en los amistosos.
Siempre he creído que para escoger un buen timonel no debe primar el pasaporte. Acá muchos se obsesionaron con que después de Pékerman viniera un europeo para dar el siguiente paso. Pocos hablaron de encontrar a alguien que basado en nuestras fortalezas trabajara en las debilidades para hacernos mejorar y ser más competitivos. Bajo la teoría de que en Europa se juega mejor, que es evidente, la fórmula para hacerlo bien y ganar por fin cosas importantes debía ser encabezada por un europeo.
Digamos que se les puede comprar lo del origen por razones de mentalidad, pero, ¿por qué escogieron a Queiroz precisamente, que estaba dirigiendo la “poderosa” Irán y que había demostrado con Portugal y con el Real Madrid que no lograba afinar planteles de calidad? Solo le fue bien con las selecciones menores de su país y, además, no se molestaron en preguntar por su estilo rigurosamente defensivo que en nada se identificaba con el colombiano. ¿Cuál era su experiencia en el ámbito suramericano, para pensar que le podía ir bien en las consideradas clasificatorias más difíciles del mundo?
La culpa de la debacle no es solo del estratega, sin duda los jugadores son los que definen. De ahí a asegurar que le están haciendo el cajón hay una distancia enorme. Vi en estos dos últimos partidos 11 almas confundidas y separadas. No hay equipo, sin automatismos, sin coberturas, sin relevos, sin duelos a favor, llenos de desconfianza y con cara de no entenderle ni creerle a su líder desde el banco. Por nómina sigo creyendo que estos dos juegos se podían ganar con tranquilidad, pero en la cancha vivimos otra cosa.
En Italia dirían que Carlos Manuel Brito Leal Queiroz, exarquero y con un don de gentes notable, no come panetone. En nuestros términos, no va a comer natilla y buñuelos. La Federación debe finiquitar su contrato y ponerse a trabajar inmediatamente en la consecución del nuevo conductor, pero esta vez buscando un perfil acorde a nuestro ADN y sentir. No alguien que a punta de espejos nos quiera reconquistar, no importa de dónde sea, un ser humano que proteja de verdad el prestigio ganado y tan capaz que nos impulse a dar el siguiente paso para trascender.