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Ni siquiera que él juegue bien o mal, que luego le lluevan críticas porque no actuó como la gran figura que es. Sabe que es un duelo a muerte. Perder implica irse del Mundial. Pero también implica generar una desilusión masiva, de 200 millones de personas.
Por eso la estrella del Barcelona tiene claro cuál será el papel de su selección frente a Colombia: “No quiero dar espectáculo —dijo ayer en rueda de prensa—, es lo último que busco. No estamos aquí para eso, sino para vencer. Si ganamos medio a cero está bien. No importa hacer un sombrero o un caño. Lo único que espero es que Brasil sea campeón. No importa si hago muchos goles, si juego bien o mal un partido”.
Sí, nada de esos ingenios cuentan a la hora de la verdad. Lo único que tiene en la cabeza el 10 de los pentacampeones, que ya está completamente recuperado de sus dolencias, es salir con fuerza, con vigor, con destreza y así impedir que se repita la historia que padeció ante Chile: irse, agotados, destrozados, a los cobros desde los doce pasos. Y luego, aunque haya ganado, echarse a llorar. Por el abatimiento, porque todo un país los presiona a él y a sus compañeros con intensidad, porque, quizás, sabe que como anfitriones deberían dar mucho más.
Seguro: en Fortaleza va a evitar que se repita el juego contra los australes. Más cuando sabe que en frente tendrá a un grupo que, en palabras de Maradona, tiene sed de gloria y, como dijo Neymar, ha sorprendido y está jugando un muy buen fútbol. “James Rodríguez —aseguró— es un excelente jugador, un crack. A pesar de tener 22 años lo está demostrando. Se merece unas felicitaciones por lo que está haciendo, pero, con todo respeto, espero que su ciclo acabe ahora, jugando contra la selección brasileña”.