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Pudo haber sido confuso. Cuando los fanáticos que no pudieron ir al estadio encendieron el televisor y se encontraron con un sinfín de símbolos extraños en la pantalla, encima de los futbolistas. La final de la Copa de Dinamarca había empezado y en la pantalla aparecían esporádicamente los nombres de los jugadores que tenían el balón en los pies, y un pequeño gráfico de la cancha estaba en la parte baja, mostrando la posición de los 22 jugadores en el campo, al más estilo de un videojuego.
Los medios locales lo llamaron “Manager Mode”, pero los fanáticos lo encontraron bizarro y extraño. Claro que no alteró en nada el resultado, ni tampoco pudo amainar la tristeza de los perdedores, pero sí logró alterar a los más puristas.
La asistencia del gol fue sublime. Tonni Adamsen recibió el balón en la mitad de la cancha, rodeado de jugadores enemigos, sin espacio para pensar e inmóvil; absorto en una asfixiante cúpula de jugadores rivales. En su lugar, cualquiera habría dado un pase hacia atrás, seguro, sin riesgo, impersonal, pero no Tonni, él lanzó un disparo violento y mecánico hacia la nada, esperando encontrar algún compañero lanzado al ataque de forma solitaria. El balón pasó en medio de todos, por el único lugar posible, entre la cantidad ingente de piernas alborotadas, directo a un destino incierto.
Al otro lado, por la banda derecha, apareció Oliver Sonne como un fantasma, corriendo vertiginosamente, sin destino aparente pero con el semblante decidido. Recibió el balón cuando ya se escapaba por la línea final, casi por casualidad, y disparó sin pensarlo ante la rápida reacción del arquero enemigo, lanzado hacia adelante con obstinación y angustia.
For the first time ever, the Danish Cup final between Silkeborg IF and AGF was broadcast in ‘Manager Mode’ — featuring player names, player positions and statistics. Interesting pic.twitter.com/E2QGOKpYuV
— Jack Kenmare (@jackkenmare_) May 10, 2024
Por un momento todo estuvo en silencio y, luego, súbitamente,“¡Mållllllllllllll!” (GOL), rugieron la mitad de los presentes con un único grito ensordecedor. La transmisión se llenó de un júbilo funesto y el estadio Parken empezó a descascararse desde lo alto de las tribunas. Los fanáticos del AGF Aarhus, todos vestidos de blanco, vieron la pelota ingresar al arco moribundo en cámara lenta, y se llevaron las manos a la cabeza con angustia, mientras los fanáticos del Silkeborg lanzaban vítores y aplausos al cielo sin ningún rastro de misericordia.
Daba la impresión de que las bufandas las estaban regalando fuera del estadio, porque todos llevaban una colgando de sus cuellos tensos. El Vikingo de los Andes, autor del gol, se acercó a la tribuna corriendo, con los brazos levantados y la mandíbula desencajada, gritando a todo pulmón, mientras los fanáticos intentaban no salir corriendo a abrazarlo.
La última vez que el Silkeborg había ganado la Copa de Dinamarca había sido en 2001, en el mismo estadio, pero por una diferencia de tres goles, más abultada y tranquila. Del otro lado, las camisetas blancas parecían haber quedado suspendidas en un bucle eterno de tristeza. La última vez que el AGF levantó la copa fue en 1996, en el mismo campo pero con sensaciones diferentes, con más control de la situación y con menos prudencia futbolística.
El gol de Oliver marcó la diferencia. La revisión del VAR fue breve y tensa. Soltó el aire contenido y celebró con sus compañeros y con las gradas. El jugador, que defiende la camiseta de Perú, ganó su primer título como profesional.
Para Kent Nielsen, entrenador del Silkeborg, la Copa era una ilusión. Ya la había ganado en el 2014, conocía su sabor y su temple, así que no estaba nervioso. Le había dicho a sus jugadores que era otro partido más, que solo necesitaban salir al campo a correr y a hacer dos goles, como cualquier otro día en la oficina. Su contrincante, Uwe Rosler, se mostró un poco más reticente y desconfiado antes de la final, estaba nervioso pero contento.
Nunca antes había jugado un partido definitivo. Había eliminado al Manchester City de Manuel Pellegrini, dirigiendo al Wigan Athletic en 2014, pero luego había caído por penaltis contra el Arsenal en la FA Cup de Inglaterra en las semifinales.
Ahora el equipo que dirige Nielsen tiene un título más, el tercero en su historia, mientras que el equipo que dirige Rosler estuvo a un gol de superar al FC Copenhague como el máximo ganador histórico de la Copa de Dinamarca. Tras la derrota, ambos se mantienen con los mismos nueve trofeos y se aleja el suelo de superar al equipo más ganador del país.
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