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La Juve y Cristiano: un matoneo innecesario

Manuel Rodríguez Lloreda
23 de marzo de 2021 - 11:29 p. m.

Quedar fuera de la Champions es sin duda un fracaso gordo para la Juventus. Y más aún al haber sido a manos del Porto, un equipo que jugó ambos partidos con inteligencia e intensidad, pero que no deja de ser un rival inferior, que incluso en su liga local no encuentra el mejor rendimiento.

La temporada de la Juve se cortó a la mitad, la esperanza de un título importante casi se desvaneció por completo (el Inter es inalcanzable como líder de la Serie A), y quema más que nunca la sensación de que el equipo no progresa. Naturalmente, llovieron las críticas sobre Pirlo y los jugadores. Pero el ojo detractor de la prensa y de los fanáticos del mundo del fútbol cayó abrumadoramente sobre los hombros de un solo jugador: Cristiano Ronaldo.

Que quede claro, primero, que está bien criticarlo. Mal que bien es la figura del equipo (por no extendernos en descriptivos), y en ninguno de los dos juegos fue influyente. Últimamente, el discurso moderno de que “es mejor disfrutarlos” ha hecho que Cristiano y Messi adquieran un blindaje algo excesivo. Se puede apreciar que son monstruos del fútbol, animales del deporte, e igual señalarlos de vez en cuando. Se puede percibir que lo que han hecho es irrepetible y que incluso hoy en día están por encima del resto, y sin embargo advertir cuando tienen un mal partido, cuando se quedan cortos o no ayudan al equipo. No quita lo que han hecho. No daña su legado ni su imagen.

Pero no podemos quedarnos en eso. Si queremos ir más allá del cruce frente al Porto y evaluar las últimas dos temporadas de la Juve, debemos partir de un hecho ineludible: el fútbol es colectivo. Está claro. Que el conjunto turinés haya hecho una gruesa inversión por Cristiano, y que le pague un salario mucho más alto que el de cualquier otro futbolista de la Serie A, no quiere decir que el no haber ganado la Champions en estos últimos dos años sea un fracaso rotundo del portugués, como muchos lo pintan. Es cierto que una de las razones por las que se fichó a Ronaldo fue para acercarse al título continental que se le ha hecho eternamente esquivo a la Juve en este siglo. Pero la realidad es que las últimas dos temporadas del equipo han estado marcadas por confusión y desorden. Relacionar el declive del club en Europa únicamente con la llegada de Cristiano es hacer un análisis ciego de las cosas.

La Juve no ha sido lo mismo desde la salida de Massimiliano Allegri, quien dirigió el club entre el 2014 y el 2019. El entrenador italiano ganó todos los títulos de Serie A que disputó (además con cierta facilidad), y metió al equipo en dos finales de Champions, las cuales perdió frente una implacable MSN en el 2015 y frente a un imparable Cristiano en el 2017. Ese equipo de Allegri era estable y consistente, trabajado desde la defensa, difícil de penetrar y peligroso arriba. Competía siempre. Tras la salida de Allegri vino Sarri, siempre cuestionado, y luego Pirlo, que podrá ser Pirlo, pero no tiene ni un año de experiencia como entrenador profesional.

Además, el nivel de la plantilla ha decaído dramáticamente. La Juventus de aquella final de Champions frente al Barça hace ya casi seis años, en Berlín, contaba con un mediocampo conformado por Pirlo, el mejor Marchisio, Pogba en modo explosión y Arturo Vidal en el pico de su carrera. Hoy al ver a la Juve hablamos de McKennie, de Rabiot y Bernardeschi. Chiellini y Bonucci, además, bastiones eternos de la defensa, van de lesión en lesión hace un par de temporadas, síntoma de que el final de sus carreras se acerca. Y en el ataque, Paulo Dybala, alguna vez vibrante, se ha diluido notablemente a lo largo de los últimos años, también víctima de los problemas físicos.

Está claro que la Juve se ha reforzado pensando a largo plazo. Así lo indican las incorporaciones de jugadores jóvenes y prometedores, como De Ligt, Arthur o Chiesa, así como el apuntamiento de Pirlo, cuya contratación tiene un tinte a proyecto duradero. Y la propuesta tiene mérito, es ambiciosa y coherente. El problema es que este grupo de jugadores —y su entrenador— no están hoy para competir por lo que el público pretende que compitan. No es una plantilla para arrasar en la liga como lo hacía, y mucho menos para ganar la Champions.

La Juve, en pocas palabras, trajo a Cristiano al tiempo que desarmaba todo el resto. Se desintegraron todas las bases y quedó Ronaldo como esperanza única, y, naturalmente, como foco exclusivo de todas las críticas. No podemos pedirle ni a él ni a nadie que venga a un contexto tan desfavorable y sea campeón de Europa como si fuera tarea fácil.

Al portugués le han arrojado dardos de todos los colores. Se han manifestado leyendas de la Juve, antiguos entrenadores, fanáticos de un lado y del otro, todos con algo que decir (incluso recriminándole excesivamente por girarse en la barrera en el segundo gol del Porto, en el que también tiene gran responsabilidad Szczęsny).

Cristiano no será lo que era hace algunos años. Habrá perdido explosión y vértigo, habrá perdido vigor e influencia. Pero es un tipo que igual anota cuarenta goles por temporada en un equipo que en la mitad de los partidos no anda. Es cierto que frente al Porto jugó mal, que pudo haber hecho algo más. Pero el fútbol es de once, el eliminado fue la Juventus. Ronaldo será “Mr. Champions”, pero ni cuando gana es dios, ni cuando pierde lo tenemos que matar.

 

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