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Con ocasión del último clásico entre Boca Juniors y River, siempre tan promocionado y casi siempre decepcionante, porque los jugadores no logran superar el compromiso y la presión, así no estén sus hinchas, se armó un alboroto por el esquema presentado por el equipo que dirige nuestro conocido Miguel Ángel Russo.
Decidió ubicar tres zagueros centrales, respaldados por su arquero y una línea de cinco integrada por volantes. Dicho más claro, construyó un muro para enredar a River y disimular la ausencia de su mejor jugador del momento, Edwin Cardona. Con ese operativo el rival, con su técnico a la cabeza, se “sacó los ojos”.
Conversando con gente que sabe de los vericuetos de la táctica y la estrategia, concretamente con Hugo Gallego, encontré una explicación: la única manera de desbaratar el dique de contención era poner tres delanteros. En los extremos dos y uno por el centro que debía ser Santos Borré. Con ello, los laterales, Fabra y Capaldo, no tendrían libertad para salir al ataque, ejercicio que pudieron hacer con libertad. Por supuesto de inmediato varios técnicos en esa liga quisieron copiar el plan defensivo de Boca, el problema es saber si tienen los jugadores apropiados para hacerlo.
A partir de 1956, en Brasil, el húngaro Bela Guttman adecuó al São Paulo al 4-2-4. Ese equipo, a finales del 59 -ya no estaba el húngaro-, vino a El Campín y sorprendió porque los cuatri zagueros, en línea y sincronizados en sus movimientos, provocaban el fuera de lugar de manera vistosa y sorprendente. Daban un paso hacia delante y los delanteros contrarios quedaban estupefactos y asustados.
Con los años, en el mismo Brasil fueron apareciendo laterales derechos, en ese entonces llamados marcadores de punta que iban al ataque por su sector en velocidad y con buen remate. Carlos Alberto Torres, Jossimar, Nelinho, Cafú y Dani Alves hicieron de su estilo un modelo a copiar. Hoy en día el mejor ejemplo lo tenemos con Cuadrado en Juventus y Arnold en Liverpool.
Ahora bien, se puede jugar con tres zagueros centrales, siempre y cuando los jugadores sean veloces en reacción y físicamente preparados para trabajar en los 90 minutos. No es lo mismo jugar en 65 metros de ancho del campo con tres o con cuatro, con tres se hace necesario ocupar más metros por parte del defensa central y atento siempre a cerrar en los costados.
El fútbol no sé si resulta un juego ciencia, ocupada esa identificación por el ajedrez, pero es un arte en el sentido de cambiar, innovar en posiciones, y es allí donde los técnicos demuestran el conocimiento pleno de su plantel de jugadores. Una cosa es querer jugar con línea de tres y otra bien distinta contar con quienes la entiendan y puedan hacerlo. Ocurre con todas las modas. En el vestuario se da esa rotación, pero no a todas las personas les viene bien. Acontece eso en el fútbol. Más que copiar, la idea es que los técnicos conozcan las virtudes y limitaciones de sus jugadores y entonces sí atreverse al cambio, a la innovación con el solo propósito de hacer caer en la trampa al rival, porque no se puede olvidar que el engaño, el amague, son herramientas para uso habitual en el fútbol dentro del campo de juego.
