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El histórico partido del martes entre Brasil y Alemania tenía un ingrediente especial para el delantero Miroslav Klose. Él, más que nadie, quería revancha. Era el único jugador teutón que había estado en la final del Mundial de Corea y Japón 2002, en la que los brasileños, bajo las órdenes de Luiz Felipe Scolari, se impusieron 2-0.
Fue su primera Copa del Mundo y significó su más grande frustración en el fútbol, a pesar de haber sido el segundo máximo artillero, con cinco tantos, tres menos que Ronaldo, quien se quedó con el botín de oro. Así pues, a Brasil y a Ronaldo les cobró esa cuenta pendiente.
Un gol suyo, el segundo de Alemania, fue el que desencadenó la tragedia deportiva más grande en la historia del balompié brasileño. Con su anotación le dio un golpe anímico a 200 millones de personas que lamentarán por muchos años la derrota 7-1 en su Mundial, este de 2014, que habían organizado para ganar.
“Creo, sinceramente, que jugamos bien. Tuvimos una gran actitud e hicimos ver mal a un equipo que realmente es bueno”, admitió Klose en la zona mixta del Mineirão de Belo Horizonte, en la que se divisaban dos bandos, los periodistas locales esperando explicaciones de sus jugadores y los teutones e internacionales en busca de una declaración de los ahora grandes candidatos al título.
Klose, quien como si fuera poco se convirtió con ese gol en el máximo anotador en la historia de los mundiales, con 16 tantos, admitió que, de acuerdo con las circunstancias del juego, ese logro había pasado a un segundo plano. “Por supuesto estaba pendiente de ello. Mis compañeros me felicitaron de una manera especial, pero no tuvimos tiempo de asimilarlo, porque casi de inmediato conseguimos tres goles más. Fue algo realmente impresionante. Creo que fue un shock para todos: para ellos, pero para nosotros también. En la cancha sentíamos el rumor en las tribunas, creo que nadie daba crédito a lo que estaba sucediendo”.
Ronaldo, su víctima, quien a su vez le había quitado en 2006 el récord al alemán Gerd Müller, tuvo un gesto de gallardía y escribió en Twitter: “Klose, con gran presencia en el área y buenos movimientos, tiene a sus 36 años una intensidad impresionante. Felicidades para él”. El delantero teutón, que juega en el Lazio italiano, quiso restarle importancia a su actuación y afirmó: “Sólo soy un jugador en el equipo. Logré algo importante, pero lo principal fue la victoria de Alemania”.
Además de los cinco goles en 2002, Klose logró cinco tantos en 2006, cuando Alemania, en su propia casa, finalizó tercero. Y marcó cuatro más en Sudáfrica 2010. Con los dos que lleva en Brasil llegó a 16, pero más que aumentar esa cifra, espera levantar la copa. “Mi sueño es salir campeón, si puedo aportar goles, perfecto, pero lo que realmente quiero es darle la cuarta corona a mi país”, aseguró.
Miroslav Josef Klose nació en Opole, Polonia, el 9 de junio de 1978, pero desde muy chico se trasladó con su familia a Alemania y recibió la nacionalidad. Se formó en el Blaubach Diedelkopf y pasó luego al Homburg. Vistió los colores de Kaiserslautern, Werder Bremen y Bayern Múnich, antes de llegar, hace tres temporadas, al Lazio.
“Tal vez en un par de años mire hacia atrás y entienda la dimensión de lo que he logrado, por ahora puedo decir que me siento orgulloso de poderles contar a mis hijos que hice historia”, señaló el número 11, quien salió del campo ovacionado incluso por la afición brasileña, que con un sonoro aplauso reconoció su clase, pero también su preparación, disciplina y constancia, palabras tan claves en el deporte actual como el talento, que ahora extrañan tanto acá, en el país del fútbol.