Miguel Ángel Russo: entre aprendizajes, luchas y cábalas
Con el silencio como aliado, el argentino realizó una destacada carrera como futbolista en Estudiantes de La Plata. Como entrenador aplica las enseñanzas adquiridas y ha triunfado. Como persona venció al cáncer.
Redacción Deportes - @DeportesEE
El silencio siempre ha sido un aliado de Miguel Ángel Russo. Y es que, en muchas ocasiones, no el que más habla es el que más sabe. Se obtiene mayor cantidad de conocimiento escuchando, observando y no buscando las luminarias. Quizás sin ser consciente de aquello, siendo un adolescente colmado de sueños de fútbol, lo aplicó al hacerle caso al ingeniero naval Pascual Antonio Ortuondo, el hombre que lo llevó a las divisiones menores de Estudiantes de La Plata.
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El silencio siempre ha sido un aliado de Miguel Ángel Russo. Y es que, en muchas ocasiones, no el que más habla es el que más sabe. Se obtiene mayor cantidad de conocimiento escuchando, observando y no buscando las luminarias. Quizás sin ser consciente de aquello, siendo un adolescente colmado de sueños de fútbol, lo aplicó al hacerle caso al ingeniero naval Pascual Antonio Ortuondo, el hombre que lo llevó a las divisiones menores de Estudiantes de La Plata.
En club pincha debutó como jugador profesional en 1975, cuando no había cumplido los 20 años. Y en ese equipo que lleva en el corazón hizo toda su carrera dentro de las canchas. Fue un volante de recuperación y defensor central, con criterio para recuperar y entregar bien la pelota hasta el día de su retiro, en 1988, tras 418 partidos y 11 goles que gritó con el alma con la camiseta de rayas blancas y rojas en su pecho.
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Russo, además, siempre fue de cábalas. Confiaba en repetir las acciones previas a los triunfos. Por eso, iba con un perro en el bus del plantel de Estudiantes y cuentan que hasta lo amarraba en el banco durante los partidos. “Todos tenemos algo que nos hace sentir más seguro. Yo hoy digo que no es cábala, sino costumbre”, contó tiempo después Miguel Ángel, nacido en Buenos Aires el 9 de abril de 1956.
Los buenos rendimientos en el verde césped hicieron que Miguel Ángel fuera tenido en cuenta por Carlos Salvador Bilardo en las eliminatorias de la selección de Argentina camino al Mundial de México 1986. Sin embargo, se quedó afuera de la convocatoria para el certamen orbital que terminó ganando la albiceleste. “Me vas a entender cuando seas entrenador”, le dijo Bilardo a Russo, y convocó a Sergio Checho Batista.
Y Miguel lo entendió tiempo después, los técnicos deben tomar decisiones dolorosas. Eligiendo bien consiguió el ascenso con Lanús y con su amado Estudiantes en la década del 90. En 2005 fue campeón de la primera división del fútbol argentino con Vélez Sarsfield y dos años más tarde alcanzó el que hasta ahora es su título más importante como entrenador: la Copa Libertadores 2007 con un Boca Juniors que tenía en el terreno de la verdad al brillante Juan Román Riquelme.
(Fútbol femenino de exportación)
Diez años después, Russo hizo historia con Millonarios. Ganó la final más importante de la historia del balompié bogotano: superó a Independiente Santa Fe en el Finalización 2017 y se metió eternamente en la historia albiazul. Luego de un mes se supo que hace tiempo venía luchando contra un cáncer de próstata. “Se cura con amor”, dijo. Y se curó después de haber guardado en silencio su pelea. Y le dio otro título a Millonarios: la Superliga tras vencer a Nacional.
No más hospitalizaciones ni sufrimiento, Russo volvió a la vida, a su vida: el fútbol. Porque la pelota atrae como pocos objetos en el planeta. Fue así como estuvo en Alianza Lima, de Perú, y en Cerro Porteño, de Paraguay, antes de volver a juntar su existencia con Riquelme. El máximo ídolo de Boca Juniors, ahora vicepresidente de ese club, convenció a Miguel Ángel de retornar al banquillo xeneize. Este lunes fue presentado. “Espero ganar la Copa Libertadores en La Bombonera”, su nueva meta.