Moussa Wague, el senegalés que se formó en Catar

El jugador de 19 años, el africano más joven en anotar en una Copa del Mundo, se formó como futbolista en Catar. Hizo parte de la Academia Aspire, una de las más grandes y modernas del mundo.

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Camilo Amaya - Enviado especial Rusia
28 de junio de 2018 - 12:00 a. m.
El senegalés, de 19 años de edad, es titular este jueves ante el equipo de José Pékerman.  / GettyImages
El senegalés, de 19 años de edad, es titular este jueves ante el equipo de José Pékerman. / GettyImages
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Son las 11 de la noche y un niño delgado, alto, de apariencia frágil, está solo en una cancha sintética con reflectores tan potentes como los de un estadio profesional. Patea el balón hacia adelante, desborda por la banda derecha y centra a la nada. Se conforma con que la pelota llegue al punto penal a una altura media, es decir, perfecta para que un delantero imaginario marque con comodidad. Después de hacerlo por un lado, cambia al otro, a pegarle con la pierna izquierda, la menos hábil, la que hay que trabajar más. Y lo hace con la misma calidad. Una hora después, uno de los entrenadores de la Academia Aspire, en Catar, le dice que ya es hora de ir a descansar, que dormir es igual de importante a jugar y que el equilibrio en la vida del deportista es lo que garantiza el éxito. (Vea nuestro especial sobre el Mundial de Rusia 2018)

Lo que este joven no sabe es que mientras practica alguien hizo conexión con él, a lo lejos, y que fue observado durante 15 minutos, de manera silenciosa, pero con el asombro de quien ve algo por primera vez. El ojeador es Xavi Hernández, el español que se prepara en la academia para ser DT, el campeón del mundo con España en Sudáfrica 2010, y que ese día se quedó hasta tarde en las instalaciones de uno de los centros de entrenamiento más modernos del mundo. El niño es Moussa Wague, el senegalés de Bignoma, una población de calles polvorientas, de casas de un solo nivel, con baobabs enormes que proporcionan sombra en el calor calcinante.

Wague llegó hasta el país árabe por los tentáculos de una organización que nació para fomentar el talento local y que con el paso del tiempo empezó a buscar a adolescentes con aptitud y actitud para cobijarlos, para entrenarlos, no sólo en la cancha sino para la vida misma: el proyecto Aspire Football Dreams. Por eso es normal que mientras aprenden a pegarle a la pelota con todas las partes del pie, a cabecear y a moverse de manera inteligente en la cancha, también tomen clases de geografía, inglés, matemáticas e historia. Hasta estudios árabes, para los que quieran profundizar en las creencias locales. (Lea: Mundial de Rusia: ¿Por qué para Senegal jugar contra Colombia es asunto de Estado?)

De hecho, si no se cumple con un número de horas determinadas en las aulas, no hay autorización para ir a la cancha, tampoco para meterse en la piscina o para fortalecer en el gimnasio. En otras palabras, un lugar creado para el fútbol, pero en el que el fútbol es lo menos importante de la vida. En ese contexto se formó el lateral que se mide este jueves con la selección de Colombia, el jugador que se convirtió en el africano más joven en anotar en una Copa del Mundo con el tanto que le hizo a Japón y sus 19 años, ocho meses y 20 días.

Un año antes, la dirección de la academia entendió que era el momento de mandarlo a Europa, a uno de los clubes satélite, para que empezara a experimentar la alta competencia en una liga fuerte. Por eso fue cedido al KAS Eupen, de Bélgica, equipo con el que disputó en la última temporada 17 partidos, 13 como titular, en la primera división de ese país. Su velocidad y su agilidad con el balón le dieron un cupo en la Senegal de Aliou Cissé. “Para ser tan pequeño tiene claro lo que se necesita de él en cada partido. Y ahora que marcó está con más confianza. Es una alternativa en el ataque y una seguridad en la defensa”, dijo el estratega este miércoles, en la rueda de prensa previa al encuentro de este jueves en el Cosmos Arena de Samara. (Puede leer: La reivindicación de Carlos ‘la Roca’ Sánchez)

Wague también se convirtió en el primer prospecto de la academia en anotar en un Mundial, y eso adquiere más valor cuando se sabe que desde su fundación, hace 14 años, han pasado por allí casi miles de jóvenes con la ilusión de convertirse en profesionales. Por ahora, lo que comenzó como un viaje a una tierra desconocida generó una conexión única para un futbolista con carácter, con garra, fundado en las normas del compromiso, en el entender que para salir de la miseria hay que trabajar con los pies, también con la cabeza, pero sobre todo con el corazón. Las esperanzas de una numerosa familia salen a la cancha con él, con el más joven, pero no el menos experimentado de la selección de Senegal.

Por Camilo Amaya - Enviado especial Rusia

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