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El fútbol amaneció de luto este jueves. En un accidente de tráfico en España, fallecieron Diogo Jota, delantero del Liverpool, y su hermano André, futbolista del Penafiel. Jota tenía apenas 28 años, acababa de casarse y dejaba atrás a su esposa y a sus dos hijos pequeños. La noticia golpeó al mundo del deporte, pero también trajo de vuelta un recuerdo que explica por qué hoy su partida duele todavía más.
En octubre de 2023, Liverpool debía enfrentar al Nottingham Forest. Luis Díaz, compañero de Jota, no pudo ni siquiera estar en la convocatoria: su padre había sido secuestrado por el ELN. El club entero estaba impactado. Jürgen Klopp entendió que Díaz no podía jugar y apostó por Diogo Jota para cubrir su ausencia.
Ese día, Jota marcó el primer gol del partido. Pero no celebró. No levantó los brazos ni miró a la grada buscando aplausos. Fue directo al banco, tomó la camiseta de Luis Díaz —con el número 7 y el nombre del colombiano— y la mostró a todo Anfield. Un gesto breve pero inmenso, que unió a hinchas, rivales y compañeros en un solo aplauso.
La imagen recorrió el mundo. Fue portada en decenas de medios y dejó claro que detrás del futbolista había un hombre que entendía el dolor de un compañero como algo propio.
Hasta el relator, el famoso ‘Bambino’ Pons, cambió su rutina para narrar el gol con respeto: “Es de Jota, pero es de Luis Díaz… Cómo lo querrán, que hay tributo con la camiseta que muestra Jota para homenajear a un futbolista que está pasando un trance difícil”.
Ese no fue un gesto aislado. Desde que Luis Díaz llegó del Porto en 2022, encontró en Jota a alguien que hablaba su idioma, literal y figuradamente. La cercanía, primero facilitada por el portugués, se convirtió en complicidad dentro y fuera de la cancha.
Hoy, con la muerte repentina de Jota, ese gesto cobra un valor aún mayor. No solo habla de lo que fue como futbolista, sino, sobre todo, de lo que fue como persona: alguien capaz de dejar a un lado la competencia y la presión para tenderle la mano a un compañero en su peor momento.
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