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Robben, el luchador

El delantero de la selección holandesa, figura de su equipo en Brasil 2014, venció un cáncer cuando tenía 21 años. Ahora, con 30, busca ganar la Copa del Mundo.

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Luis Guillermo Montenegro / Enviado Especial a Rio de Janeiro, Brasil
08 de julio de 2014 - 10:11 p. m.
Arjen Robben, la figura de la selección de Holanda.  / EFE
Arjen Robben, la figura de la selección de Holanda. / EFE
Foto: AFP - FABRICE COFFRINI
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Posee la antipatía propia de las personas que nacieron para ir contra el mundo, para contradecir a su propio destino. Es un guerrero de esos que saben que no siempre se gana, que está preparado para sufrir, perder, ser criticado y humillado, incluso también para llorar. Pero lo que hace que Arjen Robben sea uno de los mejores jugadores del mundo es que es de esos valientes que saben potenciarse con las situaciones adversas y salir adelante más fortalecidos. Nunca aceptó la idea de ser uno más del montón, de aquellos que ganan partidos pero no títulos. La actual figura de la selección de Holanda, que en Brasil 2014 ya está en semifinales y enfrentará a Argentina este miércoles en el estadio Arena de São Paulo, ha sabido reinventarse tras cada caída y, con el mismo atrevimiento que tiene para eludir a los defensas de los equipos rivales, hace nueve años le ganó al cáncer el partido más importante de su vida.

Arjen Robben nació el 23 de enero de 1984 en el pueblo de Bedum, en la provincia de Groningen, en el nordeste de Holanda. Cuando tan solo tenía 12 años, ya brillaba con sus goles en las divisiones menores del FC Groningen, de donde algunos años después fue ascendido al primer equipo. Luego de seis destacadas temporadas fue fichado por el PSV Eindhoven, club con el que lograría darse a conocer en el país. En 33 partidos marcó 12 goles y eso fue suficiente para ser convocado para la selección mayor, con apenas 19 años.

A los pocos meses de ponerse la naranja y cuando parecía que sus pasos eran firmes y tenía toda la pinta de ser una estrella del fútbol, le detectaron un tumor en los testículos, que inicialmente resultó ser benigno, así que no tuvo problemas para seguir con su carrera. El Chelsea pagó 18 millones de euros por él. Allí hizo goles, corrió y fue pieza clave para llevar varias copas a las vitrinas del museo del millonario club inglés, entre ellas la Premier League. Pero la noticia que llevaba ocultando por unos días y que nadie quería oír, la tuvo que revelar: el tumor había pasado a ser maligno y debía ser sometido a una cirugía. “Tenía mucho miedo. Vivir sin que el fútbol fuera lo más importante fue algo difícil. La espera fue terrible. No sabía qué iba a pasarme”, dijo el zurdo a los medios oficiales del equipo inglés. Superó satisfactoriamente la intervención quirúrgica, pero lo más complicado sería recuperar la confianza.

Cuando estaba sin cabello y hundido en una profunda depresión, en la que incluso pensó hasta en no volver a pisar un campo de juego, apareció un amigo que le regaló la autobiografía de Lance Armstrong (No se trata de la bicicleta), el ex ciclista estadounidense que había sufrido su misma enfermedad y quien regresó a la competencia para ganar siete Toures de Francia. Esa historia sirvió como ejemplo y motivación para querer volver a los terrenos de juego. Esa fue su prioridad y las horas de trabajo físico y emocional gastaron la mayor parte de su tiempo. Cuando ya los exámenes dijeron que se había curado, se impulsó más y regresó a deslumbrar en la cancha. Sus corridas por los costados, potentes remates, zigzagueo frente a los rivales y los goles volvieron a verse en el Stanford Bridge.

Robben no solo se levantó, sino que también corrió tanto que se convirtió en un mejor jugador; más veloz, menos pesado y goleador. De ahí que el Real Madrid pagara cerca de 40 millones de euros para contar con él. En el equipo merengue las cosas salieron bien al comienzo, pero tras la llegada de Kaká y Cristiano Ronaldo, unas temporadas después, pasó al Bayern Múnich, en donde mostraría su mejor versión.

Haciéndose más fuerte después de cada caída, Arjen siguió dando muestras de su valentía en el terreno de juego, a pesar de que vivió momentos en los que hasta sus mismos seguidores lo criticaron. Como cuando en la final de la Champions League de 2012 falló un penal en el tiempo suplementario. Insultos y abucheos se oían en el Allianz Arena cada vez que él tocaba la pelota. Sin embargo, su valentía para pararse de cuanta situación difícil atravesara, le sirvió para echarse al bolsillo a sus opositores un año más tarde, cuando con un gol suyo el cuadro alemán volviera a celebrar un título europeo al derrotar al Borussia Dortmund.

Su personalidad le obliga a saldar revanchas, por eso ha asumido el reto de este Mundial con la mentalidad de reponerse de los fallos de definición que le costaron a Holanda no levantar la copa en Sudáfrica 2010. Los mano a mano que falló frente a Casillas todavía retumban en su cabeza. Por eso, fue un golpe psicológico a favor suyo marcarle un doblete a España en el debut en esta edición de la Copa para iniciar el camino hacia el título de manera correcta. “Creo que estamos inmersos en una misión conjunta y, cuando vienes a un Mundial, no es para disfrutar del buen tiempo y de la playa en Río de Janeiro. Estás aquí para ganar partidos y llegar lo más lejos posible. No creo que las expectativas fueran tan altas antes del campeonato y, por tanto, podemos estar muy orgullosos de dónde estamos”, dijo Robben tras el triunfo frente a Costa Rica en los cuartos de final.

“Me siento muy fuerte. Me siento bien, en forma, y creo que eso es lo más importante, porque puedo trasladarlo todo a la cancha. Me estoy divirtiendo mucho y estoy disfrutando aquí. Mentalmente me siento realmente bien y físicamente me siento muy fuerte. Puedo desplegar mi fútbol y estoy realmente feliz de poder ayudar al equipo”, advirtió.

Aunque hay mucho respeto por los logros de Holanda, algunos dicen que es un equipo al que le quedó grande levantar un título, pero este líder luchador quiere romper con ese maleficio y darle a su país el primer título del mundo, claro que en su discurso es claro que la naranja no es sólo un grupo de buenos jugadores, sino un conjunto, una familia: “continuamos en la lucha. El espíritu de equipo es lo que nos ha hecho grandes. Por este camino, podemos llegar lejos”, asegura el zurdo que está demostrando que es un jugador capaz de aparecer en los momentos cumbres. Así lo intentará hacer hasta la final para echarse al bolsillo a los pocos compatriotas que todavía le cobran los fallos en la final de Sudáfrica 2010.

Por Luis Guillermo Montenegro / Enviado Especial a Rio de Janeiro, Brasil

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