Roberto Fontanarrosa: la pluma canalla
El humorista gráfico y escritor argentino fue hincha ferviente de Rosario Central. Una buena parte de su literatura sobre fútbol nace del misticismo del Gigante de Arroyito, la casa de los canallas.
Andrés Osorio Guillott
Leer el fútbol o jugar a la literatura. Roberto Fontanarrosa es por antonomasia uno de los autores que más nos trasladan a la cancha del barrio o a los saltos y las banderas que se ondean incesantes en las gradas del estadio. Agarrar en el aire la influencia de Ernest Hemingway, Truman Capote o J.D. Salinger y empalmar de lleno las letras más relevantes de la narrativa norteamericana contemporánea. Así jugó a la literatura este escritor argentino que vivió y murió varias veces en Rosario, su ciudad de siempre y la cuna del equipo al que siguió toda la vida: Rosario Central.
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Leer el fútbol o jugar a la literatura. Roberto Fontanarrosa es por antonomasia uno de los autores que más nos trasladan a la cancha del barrio o a los saltos y las banderas que se ondean incesantes en las gradas del estadio. Agarrar en el aire la influencia de Ernest Hemingway, Truman Capote o J.D. Salinger y empalmar de lleno las letras más relevantes de la narrativa norteamericana contemporánea. Así jugó a la literatura este escritor argentino que vivió y murió varias veces en Rosario, su ciudad de siempre y la cuna del equipo al que siguió toda la vida: Rosario Central.
‘El Negro’, como lo llamaron a lo largo de su vida, siempre aceptó que su escritura y su mundo estaba más cercano al mundo del periodismo deportivo que a las cerradas esferas que construían los académicos y literatos. Siempre se reconoció en la cultura popular, en los versos de una tribuna y en el calor de un tango en su hogar.
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Para acercarse a Fontanarrosa y ese periodismo deportivo con el que se sentía identificado más allá de sus caricaturas y su humor que se mofaba de su misma aldea, hay que acercarse a las emblemáticas páginas de El Gráfico. Allí, por ejemplo, ‘El negro’ habló del hincha, de su experiencia con Rosario Central, con los llamados Canallas, en el Gigante de Arroyito, la casa de su equipo, de su pasión.
“Uno no es demasiado cabulero. Pero las ingenuas ganas de ayudar al equipo lo empujan a eso. Entonces, se pone la remera azul porque es la que llevó a la cancha cuando le ganamos a Lanús. Después del partido, ante otro resultado adverso, la remera azul ya perdió su condición de invicta. Habrá que intentar, al domingo siguiente, con el gorrito a cuadros. El gorrito a cuadros tendrá un período dorado de dos partidos. Hasta una nueva derrota. Será el turno, entonces, del buzo gris. Y así sucesivamente. Mis amigos: no hay vestuario que alcance cuando la mano viene cambiada”, contó Fontanarrosa en una crónica publicada en El Gráfico llamada Aunque ganes o pierdas.
Mario Kempes, Chacho Coudet, Carlos Griguol, Omar Palma, Edgardo Bauza, Martín Cardetti, Roberto Abbondanzieri son solo algunos de los ídolos que Fontanarrosa, como hincha y persona leal a los canallas, pudo llegar a tener en común con todos los que compartía los cantos y las anécdotas de un club que mientras ‘El Negro vivió’ salió campeón en Argentina en 1971, 1973, 1980 y 1986-87 y en 1995 ganó una Copa Conmebol.
El creador de personajes como Inodoro Pereyra y Boggie el Aceitoso, y de libros como El mundo ha vivido equivocado, Cuentos de fútbol argentino, El mayor de mis defectos o Puro fútbol logró eternizar a Rosario, entre otras cosas, por uno de los cuentos que más recuerdan de este deporte: 19 de diciembre de 1971.
“Sí yo sé que ahora hay quienes dicen que fuimos unos hijos de puta por lo que hicimos con el viejo Casale, yo sé. Nunca falta gente así. Pero ahora es fácil decirlo, ahora es fácil. Pero habla que estar esos días en Rosario para entender el fato, mi viejo, que hablar al pedo ahora habla cualquiera”. Así comienza este relato que habla justamente de las cábalas en el fútbol, y de la cábala que resultó siendo el viejo Casale, de los riesgos y las pasiones que nublan la razón y el sentido mismo de la humanidad que hacen parte de los hinchas y de su sed por alcanzar la gloria, por lograr que su equipo, en este caso Rosario Central, le ganara la final a su rival para toda la eternidad: Newell’s Old Boys.
En Mi historia con Rosario Central, Fontanarrosa aclaró por qué se hizo canalla. Su manifiesto bien podría ser la sensación compartida, pero con otros colores, de quienes decidimos tejer nuestra vida a las más irresistibles tristezas y a las más eternas alegrías de un equipo de fútbol: “Hace algún tiempo escribí, en una pieza literaria sinceramente inmortal: "Rosario Central no tiene historia. Tiene mitología". Y esto es así porque sus orígenes, sus avatares y sus formidables campañas están siempre fluctuando entre la realidad y la fantasía, lo palpable y la ficción, lo comprensible y lo inexplicable. ¿Cómo no ser hincha, entonces, de un equipo así? ¿Acaso puede evitar, un intelectual sólido y sensible como quien esto escribe, ser captado, atrapado y seducido por una divisa que desde la realidad más palmaria y comprobable se dispara hacia la exageración y la desmesura? Todo es increíble, todo es sospechoso, mis amigos, en los relatos partidarios de hechos inusitados, de hazañas que rozan lo inconcebible, lo fantasioso y la imaginación pura”.