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La noticia sacudió la intimidad de Cidade do Galo, el predio de Atlético Mineiro donde se concentró la selección Argentina durante un mes. Desde Buenos Aires, Eugenio López, representante de Alejandro Sabella —también de Ángel di María—, afirmó que el técnico albiceleste se irá después del Mundial “pase lo que pase”. Se generó entonces una gran polémica en el país porque la decisión de Pachorra, que ya venía dándole vueltas en la cabeza desde que llegó a Brasil, se conoció 48 horas antes de la gran final con Alemania, que se jugará mañana en el estadio Maracaná de Río de Janeiro.
“Alejandro se va a ir cuando termine el Mundial. Ya le dio todo a la selección. Los ciclos se cumplen. En Estudiantes ganó todo y se fue”, declaró el apoderado de Sabella, y causó revuelo. A fin de cuentas, pareció poco oportuna su aparición en los medios, aunque se especula que tiene que ver con una estrategia de cara al deseo del entrenador: dirigir en Europa durante la próxima temporada.
Serán 1.055 días al frente de la selección albiceleste mañana. Y cumplió con creces la meta que se propuso cuando asumió el desafío el 23 de agosto de 2011, después de la decepción que significó la Copa América en casa, bajo la conducción de Sergio Batista. Y resignó su vida personal Pachorra. Por eso lo conversó con su familia. Su esposa e hijos fueron los primeros en enterarse. Después sus colaboradores, Julián Camino, Claudio Gugnali y Pablo Blanco. Se agotó, cumplió un ciclo. Y tal vez haya poco para reprocharle porque consiguió llevar a Argentina a una final después de 24 años. Aunque haya encontrado el equipo en los cuartos de final, mejor tarde que nunca. Fue un mérito haber hecho los cambios que se reclamaban: Demichelis y Biglia adentro, Fernández y Gago afuera. Ojalá se despida con la copa.