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En la familia Ramos Vásquez se respira fútbol en todo momento. Anayíber fue delantera del equipo femenino de Villa Rica, Cauca, y Gustavo, un defensa central de 1,90 metros de estatura, que estuvo en las inferiores del Deportivo Pasto. Ambos formaron una familia en la que Gustavo Adrián y Gilber Stiven, sus hijos, heredaron la pasión por el deporte rey y por el América de Cali.
Gustavo Adrián cumplía nueve años de edad cuando su papá murió. Por eso, llegar a ser un futbolista profesional era su mayor anhelo. “Toda mi familia estuvo muy pendiente de mi proceso. Cualquier cosa que necesitaba, ahí estaban. A medida que iba creciendo, las ilusiones eran mayores y las enseñanzas estuvieron dirigidas a que con esfuerzo y dedicación las cosas llegarían”, es la reflexión que hace desde España el delantero del Granada, en charla con El Espectador.
Pero la ilusión casi se apaga cuando estaba en las inferiores del América. “No crecía, era muy flaco”, es el recuerdo de todo aquel que conoció a Adrián en su juventud. Su contextura física era su mayor obstáculo para continuar con el sueño de ser futbolista.
¿Quién apostó por usted?
Héctor Fabio Báez, hoy gerente del Júnior, fue una de las personas que pidieron que me aguantaran a ver qué podía pasar conmigo. Él estuvo indagando en mi familia y se dio cuenta de que la mayoría eran personas altas y delgadas, por lo que decidió apostar a que yo llegaría a ser igual.
¿Siempre hincha del América?
Desde pequeño. Mi mamá también es americana y cuando uno empezaba a ver fútbol, el América siempre peleaba arriba. Cuando salía campeón, Villa Rica se transformaba. Era algo muy diferente a cuando lo hacían otros equipos.
¿Cuál es su mayor recuerdo como jugador con América?
En la práctica, dos días antes de mi debut. Estábamos haciendo un partido de preparación en Buga y el entrenador me puso en el equipo titular. Ahí caí en cuenta de que esa era la nómina para el juego oficial.
¿Contra quién fue ese primer partido?
Ante el Deportivo Cali. Fue un clásico que ganamos. Pero lastimosamente sólo pude jugar 40 minutos, porque me entró un fuerte dolor de estómago. Después en el pueblo todos me molestaban diciendo que me había asustado.
¿Cómo fueron esos primeros años de profesional?
Jugué algunos partidos, pero no tuve continuidad. Fui a Trujillanos de Venezuela y regresé al América. En 2006 me fui a Santa Fe, en donde estaba Ricardo Gareca, que me había dirigido.
¿Cómo califica su paso por Bogotá?
Con Gareca tuve la posibilidad de jugar, ya cuando llegó Pedro Sarmiento perdí minutos. Estaba muy joven y cometí errores. La prensa me marcó como un jugador indisciplinado.
Al fin se consolidó en el América y salió la venta a Alemania...
Regresé al América y salimos campeones (2008). Yo me quería quedar, pero la mejor forma de ayudarle al club, que estaba en una situación económica difícil, era con mi venta al Hertha Berlin. Sueño con retirarme en el América.
¿Cómo fueron los primeros meses allá?
El comienzo fue difícil. Yo lo que hacía era dormir, entrenar y dormir. Lo que más me costó fue el idioma. En ese entonces había tres jugadores brasileños, quienes me acogieron y me integraron al grupo.
Usted jugó dos veces en la segunda división de Alemania…
La verdad, las dos veces pedí salir porque quería seguir jugando en primera, pero el Hertha me guardaba como una ficha para el futuro. Afronté todo con responsabilidad y pensando en el proyecto que tenía el equipo.
¿Qué pasó en el Borussia Dortmund?
Llegué a un club con otros objetivos y otras expectativas. Tuve un buen inicio, pero después el equipo entró en una racha negativa. Había muchas rotaciones, los jugadores perdían la confianza y eso me pasó a mí. Me lesioné y Aubameyang se adueñó del puesto. Eso hay que respetarlo, entonces tomé la decisión de salir.
¿Cómo fue su experiencia con el técnico Jürgen Klopp?
Es un hombre muy apasionado, siempre trabajaba con mucha intensidad. Es un motivador nato, un gran entrenador. Dsafortunadamente no me pude entender de la mejor manera con él.
¿Qué amigos dejó en el Borussia?
Toda la institución es una gran familia. Hice grandes amistades con Shinji Kagawa, Aubameyang, Marco Reus y Marcel Schmelzer. En general con todos me la llevaba muy bien. Pero Kagawa era el más “panita”. Salíamos con nuestras familias, hicimos muy buena amistad. Al igual que con Gonzalo Castro y Papastathopoulos.
¿Cómo se dio su venta al fútbol chino?
Quería estar en un equipo donde pudiera tener continuidad. Buscamos varias opciones, pero las cosas no estaban tan claras. De China siempre hubo interés, pero querían que fuera directo y yo deseaba seguir en Europa. Llegó la posibilidad del Chongqing Lifan, que me prestaba estos seis meses al Granada, y no lo dudé.
¿Cómo le ha ido en España?
Muy bien, tranquilo, con muchas ganas de jugar. Me han recibido de la mejor manera y la gente tiene mucha confianza en mí y en que los pueda ayudar a mantenerse en primera.
¿Ya está lejos la selección de Colombia?
El jugador esté donde esté siempre va a tener el sueño de ir a la selección. Yo estoy con la expectativa, pero sé que hay más opciones. Lo único que sé es que el deseo siempre lo voy a tener.
¿Hace cuánto no habla con el cuerpo técnico?
La verdad, habló seguido con el profesor Julio Urtasún, que es el que siempre está pendiente de todos los jugadores. Hablé hace poco y me preguntó cómo iba. Pero realmente dialogamos cosas más personales que futbolísticas.
¿Cómo ve el nuevo proceso que está llevando a cabo Pékerman?
La selección siempre va a ser una familia. Tengo varios amigos ahí y doy fe de que es una alegría total. La persona que llegue nueva se relaciona muy fácilmente con los demás, porque la mayoría se conoce desde hace años. Eso hace que la convivencia sea muy buena. Por eso estoy seguro de que vamos a ir al Mundial.