Yeimar Gómez, el minero que brilla en el fútbol argentino

Para encontrar un tomín (0,575 gramos de oro) en Tadó, municipio al oriente de Chocó, hay que batear de manera abundante. Reconciliarse con la pala, exculparla. Porque ayer pudo ser una jornada desagradecida, te fuiste en blanco; pero hoy puede ser el día afortunado. Es azar. No importa el calor calcinante que rasguña los 30 grados Celsius y que se acentúa con los ríos dulces (San Juan y Mungarrá) que abrazan el modesto lugar. Allí, a pesar del olvido sistemático del Estado y de las 6.377 víctimas que dejó por su paso el conflicto armado, se respira alegría. Como dice una canción que escuchan como un himno, no se necesita dinero para ser feliz. Aunque, para qué mentir: los $35.000 que pagan las compraventas por un tomín vuelven los días más llevaderos.

Las minas de oro y platino son la principal fuente de vida de los 18.000 habitantes del municipio. Niños que cambian de manera prematura los libros por las palas. Por necesidad, porque ese parece ser el futuro que les tiene grabado el destino. Uno que parecía ser el de Yeimar Pastor Gómez. Pero ahí apareció Jairo, su padre, a ponerle freno de mano a su futuro: “No quiero que sigas los pasos míos y de tu mamá. Hoy fue el último día de tu vida en el que pisaste una mina”.

Su progenitor construyó la autopista para que el pequeño Yeimar tuviera luz verde para transitar en dirección a sus sueños. ¿Baloncesto? Lo pensó. Aunque en el fondo sabía que su vocación era una sola: el fútbol. A los 16 años partió a Argentina, a Pérez, un municipio del Gran Rosario a probarse con equipos juveniles. Vivió en una pensión. Fueron días difíciles, pero sacar adelante a sus padres fue el aliciente que necesitó para no dar un paso al costado. Aún tenía el vívido recuerdo del hermano que perdió debido a los fuertes esfuerzos que hacía María Celestina, su madre, embarazada en la mina. Se le reventó la placenta.

Cuando cumplió la mayoría de edad logró debutar con Rosario Central al mando de Miguel Ángel Russo. Lo hizo en uno de los templos del fútbol mundial: en La Bombonera frente a Boca Juniors. Rápido se ganó el cariño de la hinchada canalla, que le compuso una canción al ritmo de “Despacito”, de Luis Fonsi.

“Es nacido en Colombia, es Yeimar Pastor. Si pasa la pelota no pasa el jugador. En silencio con esfuerzo se ganó a la hinchada. Los rivales le suplican ya no pegues no. Marcando, pegando, el negro y Donatti siempre rechazando y escalonando. Marcando, pegando. Si le tiran un centro dice yo la reviento, no pueden frenarlo. Él siempre está metido en el partido, de las amarillas se hizo amigo, pega con la chota, debutó con Boca. Yeimar Pastor, Yeimar Pastor, es el negro, Yeimar Pastor”, dice. “Me reí mucho, estuvo buena la creatividad. No sé cómo sentirme. Siempre fue lindo el apoyo de la hinchada”, apunta el jugador de 1,87 metros de estatura y 92 kilogramos de peso.

Tras un buen paso por Independiente de Rivadavia en la segunda división, Unión de Santa Fe puso sus ojos en él y el chocoano volvió a dar el salto a primera. El cuadro Tatengue es una de las revelaciones de la Superliga Argentina en la tercera posición de la tabla y tuvo un invicto de 19 partidos de local. Se ilusionan con las competencias internacionales.

Una buena cuota de responsabilidad es de Yeimar, quien es el jugador con más recuperaciones del torneo (84). Roba 8,3 pelotas por partido. Ha jugado todos los juegos de titular, se ganó a la hinchada con su entrega y vehemencia, y está llamando la atención de los clubes más renombrados de Argentina.

En Colombia todavía no está en el radar de muchos. Hace una década partió de su país, pero con 26 años de vida tiene un objetivo claro: jugar el Mundial de Catar 2022.

Sabe que debe guardar la compostura. Argentina es un país muy pasional. “Con la velocidad que te suben a la cima te ponen en el suelo. Yo siempre pongo el ejemplo de Álvarez Balanta, a quien en River Plate le decían que era la próxima estrella del Barcelona, pero cuatro meses después era un desastre”.

Se viene la superfinal de Libertadores con cinco colombianos. “Qué peligro, pero va a haber recocha”, dice el minero que quiso ser futbolista. “Gracias a Dios”.

Thomas Blanco Lineros- @thomblalin

Para encontrar un tomín (0,575 gramos de oro) en Tadó, municipio al oriente de Chocó, hay que batear de manera abundante. Reconciliarse con la pala, exculparla. Porque ayer pudo ser una jornada desagradecida, te fuiste en blanco; pero hoy puede ser el día afortunado. Es azar. No importa el calor calcinante que rasguña los 30 grados Celsius y que se acentúa con los ríos dulces (San Juan y Mungarrá) que abrazan el modesto lugar. Allí, a pesar del olvido sistemático del Estado y de las 6.377 víctimas que dejó por su paso el conflicto armado, se respira alegría. Como dice una canción que escuchan como un himno, no se necesita dinero para ser feliz. Aunque, para qué mentir: los $35.000 que pagan las compraventas por un tomín vuelven los días más llevaderos.

Las minas de oro y platino son la principal fuente de vida de los 18.000 habitantes del municipio. Niños que cambian de manera prematura los libros por las palas. Por necesidad, porque ese parece ser el futuro que les tiene grabado el destino. Uno que parecía ser el de Yeimar Pastor Gómez. Pero ahí apareció Jairo, su padre, a ponerle freno de mano a su futuro: “No quiero que sigas los pasos míos y de tu mamá. Hoy fue el último día de tu vida en el que pisaste una mina”.

Su progenitor construyó la autopista para que el pequeño Yeimar tuviera luz verde para transitar en dirección a sus sueños. ¿Baloncesto? Lo pensó. Aunque en el fondo sabía que su vocación era una sola: el fútbol. A los 16 años partió a Argentina, a Pérez, un municipio del Gran Rosario a probarse con equipos juveniles. Vivió en una pensión. Fueron días difíciles, pero sacar adelante a sus padres fue el aliciente que necesitó para no dar un paso al costado. Aún tenía el vívido recuerdo del hermano que perdió debido a los fuertes esfuerzos que hacía María Celestina, su madre, embarazada en la mina. Se le reventó la placenta.

Cuando cumplió la mayoría de edad logró debutar con Rosario Central al mando de Miguel Ángel Russo. Lo hizo en uno de los templos del fútbol mundial: en La Bombonera frente a Boca Juniors. Rápido se ganó el cariño de la hinchada canalla, que le compuso una canción al ritmo de “Despacito”, de Luis Fonsi.

“Es nacido en Colombia, es Yeimar Pastor. Si pasa la pelota no pasa el jugador. En silencio con esfuerzo se ganó a la hinchada. Los rivales le suplican ya no pegues no. Marcando, pegando, el negro y Donatti siempre rechazando y escalonando. Marcando, pegando. Si le tiran un centro dice yo la reviento, no pueden frenarlo. Él siempre está metido en el partido, de las amarillas se hizo amigo, pega con la chota, debutó con Boca. Yeimar Pastor, Yeimar Pastor, es el negro, Yeimar Pastor”, dice. “Me reí mucho, estuvo buena la creatividad. No sé cómo sentirme. Siempre fue lindo el apoyo de la hinchada”, apunta el jugador de 1,87 metros de estatura y 92 kilogramos de peso.

Tras un buen paso por Independiente de Rivadavia en la segunda división, Unión de Santa Fe puso sus ojos en él y el chocoano volvió a dar el salto a primera. El cuadro Tatengue es una de las revelaciones de la Superliga Argentina en la tercera posición de la tabla y tuvo un invicto de 19 partidos de local. Se ilusionan con las competencias internacionales.

Una buena cuota de responsabilidad es de Yeimar, quien es el jugador con más recuperaciones del torneo (84). Roba 8,3 pelotas por partido. Ha jugado todos los juegos de titular, se ganó a la hinchada con su entrega y vehemencia, y está llamando la atención de los clubes más renombrados de Argentina.

En Colombia todavía no está en el radar de muchos. Hace una década partió de su país, pero con 26 años de vida tiene un objetivo claro: jugar el Mundial de Catar 2022.

Sabe que debe guardar la compostura. Argentina es un país muy pasional. “Con la velocidad que te suben a la cima te ponen en el suelo. Yo siempre pongo el ejemplo de Álvarez Balanta, a quien en River Plate le decían que era la próxima estrella del Barcelona, pero cuatro meses después era un desastre”.

Se viene la superfinal de Libertadores con cinco colombianos. “Qué peligro, pero va a haber recocha”, dice el minero que quiso ser futbolista. “Gracias a Dios”.

Thomas Blanco Lineros- @thomblalin