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Con los brazos abiertos de par en par y una sonrisa grande, bien grande, Zlatko Dalic celebró el final del encuentro en el que Croacia venció 2-1 a Inglaterra. Fue un momento sublime. Su asistente, Ivica Olic, fue el primero que se le acercó para abrazarlo, para celebrar junto a él un triunfo inolvidable, que retumbará una y otra vez en la memoria de los croatas. La victoria más importante en la corta historia de este seleccionado que clasificó a la final de un Mundial por primera vez. (Vea aquí nuestro especial del Mundial de Rusia 2018)
Fue una alegría inimaginable. Los hinchas balcánicos se quedaron cantando en la tribuna a ritmo de Don’t look back in Anger, de Oasis, un hit noventero, después de finalizado el partido, festejando emocionados. Hace un año no pasaba por la cabeza de ninguno que esto se diera. Parecía imposible, tanto para la selección como para el técnico. Primero, porque, en las eliminatorias, Croacia, que no presentaba su mejor versión, estaba peleando cabeza a cabeza con Islandia y Ucrania para lograr su cupo al Mundial de Rusia 2018. Y segundo, porque el actual seleccionador estaba dirigiendo al Al Ain, de Emiratos Árabes, equipo al que había llegado desde 2014 y con el que ganó dos títulos de liga. El entrenador del combinado era Ante Cacic.
Sin embargo, desde junio, la embarcación de Cacic empezó a naufragar: perdió ante Islandia y Turquía (ambos 1-0) y empató con Finlandia (1-1). Davor Suker, goleador de Croacia en el Mundial de Francia 98 y uno de los responsables de esa gran presentación, en la que terminaron en la tercera posición, es el presidente de la Federación de Fútbol desde 2012 y tras esos resultados negativos pateó el tablero y dio un revolcón: destituyó al seleccionador y contrató a Dalic, a dos días del último partido de las eliminatorias, que era un duelo vital en Kiev frente a Ucrania, con la que estaba empatada en puntos, y en el que los croatas tenían que ganar, sí o sí, para jugar el repechaje. Lo hicieron 2-0. (Lea: Los jugadores que alzaron la Copa del Mundo como futbolistas y como técnicos)
Después del triunfo en la llave frente a Grecia, Zlatko Dalic mantuvo a la base de jugadores con la que contaba Cacic. Sin embargo, cambió el esquema de juego que utilizaba Croacia. Antes de su llegada, el seleccionado afrontaba los partidos con Luka Modric e Ivan Rakitic retrasados, utilizándolos como mediocentros, con más funciones defensivas que en la generación de juego. Dalic los liberó. En especial a Modric, para que jugara más cercano a los delanteros. Ubicó a Marcelo Brozovic como volante central, y, delante de él, una línea de cuatro, con sus dos figuras por el medio, y Ante Rebic e Ivan Perisic por los costados. Un planteamiento que ha sido eficaz en esta Copa del Mundo.
Pero no solo se destaca la liberación de Modric y Rakitic, sino también la confianza que les dio a Rebic y a Perisic. Estos dos extremos han sido fundamentales en el campeonato. El primero, recorre la banda derecha, hace diagonales hacia el centro y rompe la línea defensiva con su velocidad y su gambeta. Lo propio pasa con Perisic, por la zona izquierda. Cuando las figuras no aparecen lo hacen estos dos para ampliar el juego y llevarle balones al goleador Mario Mandzukic. Fueron importantes en partidos definitivos, como el de octavos contra Dinamarca y en la semifinal frente a Inglaterra. (También lea: Rusia 2018: un Mundial de buenos arqueros)
Dalic, además, se ha caracterizado por su tranquilidad. Es un entrenador que habla con sus jugadores, escucha a todo el mundo y, al momento de decidir, se encarga de hacerlo solo. No se deja influenciar por nadie y no le tiembla el pulso al momento de actuar. Así sacó a Nikola Kalinic del Mundial, después de que el delantero se negó a entrar en el primer partido frente a Nigeria. A su manera, ha potenciado a un grupo de jugadores, que, en su mayoría (13 estuvieron en el campeonato mundial pasado), vivió la frustración de la eliminación en primera ronda en el Mundial de Brasil 2014 y en octavos de la Eurocopa de Francia 2016.
“Para Croacia la historia se está escribiendo. Tenemos corazón, orgullo y carácter”, dijo el entrenador eufórico después del encuentro, vestido con una camiseta de su selección. Así gestaron una nueva epopeya. Toda una proeza, tan loable como meritoria tras una peripecia extraordinaria. Los balcánicos, que necesitaron de tres prórrogas y dos tandas de penaltis para clasificar a la final, se citarán el domingo con Francia en el Luzhniki (Moscú), en la gran despedida del Mundial. Sin importar el resultado, Croacia ya se encuentra en el cielo y lo hizo de la mano de su entrenador Zlatko Dalic. (Puede leer: Ivan Rakitic, de arquitecto a figura con la selección de Croacia)