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El regreso del colombo-suizo Johan Vonlanthen

El delantero de la selección helvética, cuya religión le impide jugar fútbol los sábados, dice que su carrera no se ha desvalorizado tras fichar con Itagüí.

Juan Diego Ramírez Carvajal
28 de agosto de 2011 - 02:00 a. m.

Desde que partió a Suiza a sus 13 años, se prometió a sí mismo volver a Colombia para quedarse eternamente. Una vez emigró junto a sus tres hermanos, su madre y su padrastro al Viejo Continente, empezó a extrañar el calor de su natal Santa Marta y a sus amigos del colegio San Juan Bosco, con quienes jugaba a ser futbolista profesional del Unión Magdalena. Tanto extrañó al país Johan Vonlanthen durante sus 15 años en Europa que curiosamente, después de disputar torneos como la Eurocopa con la selección de Suiza, decidió volver para jugar con el Itagüí.

Johan Vonlanthen Benavides, criado en la urbanización El Parque (cerca de la terminal de transporte de Santa Marta), nació el 1 de febrero de la unión de su padre Nilton Rodríguez y su madre Berena Benavides. Y ella tiempo después se enamoró de Roger Vonlanthen, con quien se fue a vivir a Berna, Suiza, cuando Johan tenía ocho años. Después de conseguir la nacionalidad, Berena regresó por sus cuatro hijos: Zuleima, Johan, Henry y Aron, quienes habían permanecido en casa de su abuela.

Al pequeño de 13 años (que adoptó el apellido de su padrastro) lo sorprendió la cultura europea y sobre todo se le hizo extraño el idioma. Incluso perdió tres cursos porque no lograba aprenderlo perfectamente, como lo exigía su colegio.

Sin embargo, nunca lo necesitó para comunicarse en una cancha de fútbol, en donde empezó desempeñándose como arquero, pero lo convirtieron a delantero en el equipo de Flamatt, una pequeña población en la parte francesa de Suiza.

El invento surtió efecto y tras marcar 28 goles en la liga nacional juvenil con ese conjunto, firmó su primer contrato a los 15 años con el Young Boys, en el que jugó Andrés Escobar Saldarriaga. Y al mismo tiempo, Johan fue convocado a la selección sub-16 de Suiza y después a la sub-19 y la sub-21.

Seguía extrañando su tierra, sin embargo. Por mucho dinero y fama que estuviera ganando, echaba de menos a su abuela y a su familia. En 2004 participó en la Eurocopa (siendo el más chico del plantel, con 18 años) y allí se convirtió en el jugador más joven en conseguir un gol en la historia del torneo, tras marcarle a Francia en la fase de grupos.

Antes había dejado de jugar con la selección helvética con la esperanza de ser convocado por la colombiana. Fue duramente criticado por la prensa local y al ver que era un desconocido para su tierra natal, decidió resignarse y volver a jugar con la camiseta roja, con la que disputó una nueva Eurocopa en 2008.

Quiere ser profeta en su tierra

Pero el verano pasado habló con su padre Nilton Rodríguez y le confesó que quería volver a Colombia. No le interesaban los temas económicos, sólo estar cerca de su familia y debutar en el fútbol profesional colombiano. “Entonces mi padre movió sus contactos, a través de un tercero se comunicó con Álvaro de Jesús Gómez, y después de mucho echar teléfono y reunirse varias veces, llegaron a un acuerdo. Y aquí estoy”, dice el samario de 25 años, quien sabe siete idiomas.

Eso sí, se siente extraño en Colombia. Todavía no habla español de corrido, pues con sus hermanos y su madre se comunica en alemán. Pronuncia algunas palabras con acento argentino, porque con el único que practicaba el idioma en el Red Bull de Salzburgo, Austria, su último equipo, era con el gaucho Rolando Zárate.

Desde que llegó hace un par de semanas a Itagüí, no se despega de su padre porque todavía no conoce Medellín. Apenas hace unos días consiguió su apartamento, que aún no tiene televisor, teléfono ni mucho menos internet.

Los estadios y los campos de entrenamiento son diferentes a los de Europa, pero acepta que “lo más importante es tener un balón y un uniforme que te identifique”. Pero más que eso, para él es fundamental que le respeten su convicción adventista, que le impide jugar al fútbol los sábados y por la que en varias ocasiones ha estado a punto de dejar al fútbol. Sí, no juega los sábados, hecho que pocos entrenadores toleran.

Por esta religión, el exportero Carlos Roa, quien atajó con la selección argentina en Francia 98, decidió colgar los guayos en 1999, cuando jugaba para el Mallorca español. “Dios vale más que diez millones de dólares”, dijo en ese entonces, cuando tenía una oferta para marcharse al Manchester United.

El caso del argentino es el mismo que el del samario. Por eso confiesa que era uno de los jugadores más criticados por los medios de comunicación suizos. “Allá no creen en Dios y entonces no entendían. Por eso el haber encontrado un club acá que respetara eso fue muy importante. De lo contrario me habría quedado en Europa”, reconoce el atacante.

“Todos me veían como algo raro. Me criticaban porque no entendían que para mí es más importante Dios que mi familia y el fútbol”, reconoce Vonlanthen, quien construyó en 2009 una iglesia de 20 por 20 metros al frente de la casa de su abuela, hogar que se había quedado pequeño con el fin de acoger a sus amigos para ir a rezar.

El torneo Finalización de Colombia tendrá a una figura del fútbol mundial, a menos que sea un sábado. Tan curioso suena como que un futbolista de la selección de Suiza esté ahora en Itagüí.

No obstante, asegura que su carrera no se ha desvalorizado, porque incluso siguen llamando periodistas desde Suiza a preguntar por él. Por eso “voy a seguir esperando por la convocatoria en mi selección, que es integrada siempre por el que mejor ande, independientemente de dónde esté”, concluye optimista el predicador del gol.

Por Juan Diego Ramírez Carvajal

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