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Hernán Torres se muere con la suya

En cada etapa de su vida futbolística Hernán Torres Oliveros ha asumido el papel con entereza, le ha costado la fama de malgeniado, tosco, recio. Pero no, es que es perfeccionista y exigente.

Redacción Deportes
10 de diciembre de 2012 - 02:10 a. m.
Torres se abraza con Eduardo Silva, gerente del club albiazul.  / Luis Ángel
Torres se abraza con Eduardo Silva, gerente del club albiazul. / Luis Ángel

En concentraciones —dicen— no permite que sus subordinados se distraigan con sus familias, prohíbe visitas y restringe la comunicación. Comulga con la concentración total y es inflexible en el tema. Tanto como con su ejercicio como técnico: no es de los que se deja sobar la chaqueta. Los planteamientos y la elección de jugadores son producto de su ingenio y el de sus ayudantes, únicamente. Como quien dice, el barco se hunde con y por su capitán.

Siempre fue coherente con su temperamento, desde que atajó como profesional en equipos como Deportes Tolima; desde que, tras su retiro de las canchas, se dedicó a atender un almacén de artículos deportivos conocido como El Golero; desde que en 2000 inició su carrera de estratega como preparador de arqueros en Tolima. Hernán Torres es fiel a sus principios y creencias, un convencido de su conocimiento y experiencia. Pasa por duro y testarudo, pero es seguridad: su mano no le tiembla ni para sostener una batuta. Y este semestre hizo inobjetable su potestad en Millonarios: sostener a Hárold Martínez como lateral izquierdo y a Wilberto Cosme como delantero, y apostar por Hárrison Otálvaro como volante y gregario de Máyer Candelo.

Su carrera como jugador activo hizo pie en muchos equipos, como Millonarios, Once Caldas, Quindío e Independiente Medellín, pero el comienzo tuvo lugar en Ibagué, con Tolima, cuando era suplente del argentino Óscar Héctor Quintabani. El oficio de atajar lo aprendió en el colegio San Simón de Ibagué y lo heredó de una familia futbolera. Tuvo cinco convocatorias a selección de Colombia, entre ellas para disputar un Suramericano en Chile en 1986 y unos Juegos Panamericanos en Indianápolis, Estados Unidos, un año después. Su palmarés como técnico es igual de respetable: con 51 años ya ha disputado, con éste, once cuadrangulares y clasificado a dos finales contando con la que enfrentará desde este miércoles en el juego de ida en Medellín.

“Ha sido sufrido, pero lo logramos”, explica Torres. “Hemos superado un paso espinoso del camino, pero ya estamos cerca, a dos partidos de ser campeones. No ahorraremos esfuerzo para serlo y recuerden que estos jugadores dejan el alma para lograr lo que nos proponemos”. Con su ideología, él muere o besa la gloria.

Por Redacción Deportes

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