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Los 400 de Jhonny Ramírez

El volante disputará este domingo, con Águilas de Rionegro, su partido 401 como profesional. En su carrera, el jugador de 32 años ha aprendido del fútbol que quien siembra trabajo recoge resultados.

Luis Guillermo Montenegro
05 de marzo de 2016 - 02:37 p. m.
Jhonny Ramírez (izq.), junto a su hijo Matías. / Archivo particular
Jhonny Ramírez (izq.), junto a su hijo Matías. / Archivo particular

En el barrio San José de Envigado creció Jhonny Ramírez. Junto con sus amigos de la cuadra llamaban manga a una cancha pequeña que había cerca y ahí jugaban casi todos los días de la semana. Un día, mientras disputaban uno de los picados, un señor se le acercó al pequeño Jhonny y le propuso unirse a un equipo del barrio. Allí empezó a trabajar la técnica y la fundamentación. Con el equipo San Rafael disputó el torneo Pony Fútbol: jugaba de central o de 10, y aunque lastimosamente no lograron avanzar a las finales, ese certamen fue suficiente para que Ramírez llamara la atención de Robirio Gómez, un entrenador de las divisiones menores de Envigado que se lo llevó a jugar al cuadro naranja. Desde 1995 hasta 2006 permaneció allí, en donde tuvo la fortuna de debutar. En 2001, el técnico del primer equipo era Hugo Castaño, y aunque ya le había anunciado que se estrenaría como profesional, el joven llegó tarde a un entrenamiento y eso le costó postergar un año más su primera actuación en el fútbol profesional.

Fueron exactamente 80 partidos con Envigado, hasta que el club antioqueño se fue a la B en 2006. “Jesús Kiko Barrios me pidió que me quedara para jugar en la segunda división, pero decidí irme para el Cartagena para seguir jugando en la A”, le cuenta a El Espectador. Jhonny no tuvo empatía con el DT del equipo cartagenero, Wálter Aristizábal, y terminó regresando a Envigado, con la desgracia para él de que Kiko Barrios no volteó a mirarlo por no haber aceptado su pedido inicial. Así que, sin club en donde jugar, pensó en dejar de lado el fútbol, hasta que Héctor Fabián Gómez, un amigo suyo, le consiguió la opción de irse a probar al Boyacá Chicó. Le pagó tiquetes a Bogotá en avión y a Tunja en bus, y al llegar al equipo ajedrezado se encontró con un paisano suyo a quien considera hoy su padre: Darío El Chusco Sierra. “Él convenció a Pimentel de que me dejara en el equipo. Luego debuté y jugué por tres años”, cuenta Jhonny. Fueron exactamente 140 partidos y un título con el cuadro boyacense.

En 2012 llegó a Millonarios, su primera experiencia en un club grande. Fue campeón, uno de los artífices de la estrella 14 del equipo albiazul. Actuó en 86 partidos y tuvo que salir tras no ser tenido en cuenta por parte del nuevo cuerpo técnico liderado por el español Juan Manuel Lillo. Fue en préstamo al Júnior, equipo en el que no la ha tenido fácil, pues no se ha consolidado como titular. “Barranquilla ha sido un tiempo de aprendizaje. Yo siempre había jugado mucho en los clubes en los que había estado, pero acá me ha tocado esperar y ser paciente. Hay momentos en los que me da mal genio no jugar, pero he aprendido a madurar y ahora entiendo que es cuando Dios quiera, no cuando yo quiera”, reconoce el futbolista de 32 años, quien en este tiempo en la capital del Atlántico ha tenido momentos duros, como la pérdida de su segundo hijo, que estaba esperando su esposa. Claro que ha tenido la fortuna de compartir con su primogénito, Matías, de tres años. “Él ha cambiado mi vida. Yo no tuve a mi padre al lado y yo no quería eso para mi hijo. He aprendido a ser mejor persona, a volver a ser un niño. Espero pronto poder tener otro hijo”, confesó Ramírez.

Particularmente, en este semestre ha sido tenido en cuenta por parte del técnico Alexis Mendoza y por eso en la jornada anterior de la Liga Águila llegó a la cifra de 400 partidos como profesional. En total, con el equipo tiburón ha actuado en 56 compromisos y espera poder terminar su etapa en el equipo costeño con un título de Liga. Ya cerca de cumplir 33, su intención es jugar en el exterior, ojalá, dice él, en Estados Unidos, un país que le llama la atención por la calidad de vida que podría tener y para que su hijo aprenda inglés y tenga muchas oportunidades.

También sueña con seguir vinculado con el fútbol, y para eso aspira a estudiar dirección técnica en Alemania, como lo hizo Reinaldo Rueda, otro de los entrenadores que marcaron su vida, cuando lo dirigió en la selección juvenil de Colombia. “No quisiera pasar de jugador a técnico en un día. Quisiera prepararme y aprender cosas nuevas que me permitan aportarle al fútbol colombiano, como lo ha hecho Reinaldo”, asegura Jhonny, quien es consciente de que el fútbol le ha dado más de lo que pensó cuando jugaba con sus vecinos en el barrio San José de Envigado.

Por Luis Guillermo Montenegro

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