La muerte de Andrés Escobar, desde la ficción

Al conmemorarse 20 años del crimen, el escritor Ricardo Romero Silva, autor de 'Autogol', habla de los motivos que lo llevaron a escribir la historia de uno de los crímenes más absurdos de la historia colombiana.

Steven Navarrete
03 de julio de 2014 - 12:16 a. m.
Ricardo Silva Romero. /Luis Ángel
Ricardo Silva Romero. /Luis Ángel
Foto: LUIS ANGEL

Desde que el escritor y columnista Ricardo Romero Silva publicó 'Autogol', en el año 2009, su trabajo se convirtió en un referente para tratar de comprender por qué un error durante el partido de la Selección Colombia contra Estados Unidos en el Mundial de 1994, le costó la vida al futbolista Andrés Escobar, asesinado el 2 de julio de ese año, en Medellín.

En entrevista con El Espectador, Silva habla de los límites entre narrativa y periodismo y de las razones que lo impulsaron a indagar por este nefasto capítulo de la historia del fútbol colombiano.


Su libro ‘Autogol’, si bien es ficción, es una de los textos más recomendados para entender el crimen de Escobar ¿Por qué hacer una novela sobre este asesinato?

Porque era una figura peculiar entre los jugadores de fútbol. Introvertido, discreto, serio, trabajador y apegado a su familia, son pocas las fotos donde sale sonriendo. Era un tipo concentrado, equilibrado y muy diferente a lo que se esperaba de Colombia en ese momento. Era una reacción como de carnaval, como de sociedad desecha que reacciona con alegría al horror. Había jugado en Europa, no se había acomodado mucho pero tenía esa calidad de futbolista internacional, siempre me impresionó como persona, con toda esa preparación en un mundo en el que no se veían esas cualidades. Era una época muy convulsionada y afectada en todos sus estamentos por el narcotráfico, siempre me pareció muy interesante la situación social.


¿Qué significó la muerte de Andrés Escobar en aquel entonces?

Un país en el que matan a un jugador de fútbol por hacer un autogol tendría que estremecerse profundamente, cerrar todos la puerta y no volver a salir, porque es una vergüenza muy grande. Fíjese lo que pasó después, en estos 20 años, se fue empobreciendo el Congreso, envileciendo y enrareciendo todo lo que tiene que ver con política, hasta llegar a la frase célebre del exsenador Juan Carlos Martínez: “Paga mejor una curul que un embarque”. Escribir sobre 1994 es escribir sobre la llamada ‘familia del fútbol’, la mafia, era una época muy violenta y aunque acababa de morir Pablo Escobar, aún quedaba en el ambiente mucha agresividad, y esa Colombia violenta e intolerante.


¿Por qué duele tanto la muerte de Escobar?

Duele porque es una muerte absurda, como todas, pero ésta en particular tiene un simbolismo mayor porque sucedió en un momento en que Colombia sentía que iba a ser campeona del mundo. No sólo no lo fue sino que además fue asesinado el jugador de futbol que representaba la seriedad y el profesionalismo. Para todos quienes lo vivimos y sufrimos, sigue siendo una cicatriz.


¿El mito de Andrés Escobar corresponde a la realidad?

Yo creo que lo que pasó en esa época tendría que haber acabado con el país, porque en ese tiempo un jugador de fútbol era muy popular. Hoy en día los futbolistas también son importantes y los hinchas los admiran, pero no al mismo nivel de épocas pasadas. Todos eran grandes iconos, piense usted en las pintas de cada uno; ‘El Pibe’, Freddy Rincón, René Higuita, Leonel Álvarez, son personas fascinantes que se lucían con genialidades en la cancha. Los de ahora son profesionales, súper serios, brillantes, y excelentes jugadores, pero aquella generación eran unos ‘locos geniales’. Era una época, en la que eran necesarios los mitos, y Andrés Escobar era entre el grupo el mito del 'caballero', el más serio, estructurado y preparado. Muestra de ello es que al momento de su muerte escribía columnas de opinión, y la verdad el mito correspondía con la realidad, era un tipo así de bueno.


¿Qué tanto recuerdan los hinchas actuales a Escobar?

Si usted va a Medellín Andrés Escobar es un mito y una figura central para el hincha del Nacional. Lo que pasa es que soy hincha de Millonarios y es un problema si viajo a Medellín. Algunas veces me ha sucedido que llega el ‘gran jefe’ de las barras del Nacional y me dice; “yo sé que tú eres hincha de millos, pero te respeto porque escribiste un libro sobre Andrés Escobar”, y eso es muy tranquilizante. Pero sí creo que fue una situación muy particular de la historia y que en ese momento que mataran a Andrés Escobar, fue como si mataran al Pibe Valderrama, imagínese el grado de violencia que había en ese gesto, obviamente no fue algo simbólico sino el crimen de unos barbaros que estaban furiosos porque Andrés había hecho el autogol.


¿Qué piensa de cómo sucedieron los hechos?

Es muy deprimente la forma en la que sucedió el asesinato. Pienso que ese fue el primer momento en que los colombianos sintieron vergüenza de se ser colombianos. Habían ocurrido crímenes atroces, aviones destruidos con explosivos, candidatos políticos asesinados, la incineración del Palacio de Justicia, pero que mataran a un jugador de la Selección Colombia por haber fracasado en un mundial significaba la ley de la selva.


En este mundial muchos expertos quedaron desconcertados porque en las primeras rondas salieron equipos que se tenían como seguros para ganar, como España e Inglaterra. ¿Cuál es su opinión?

Dicha visión del fútbol me parece aún muy ochentera, como cuando la gente pensaba que sólo existían Alemania, Italia, Argentina y Brasil, y eventualmente se colaría algún equipo menor, y se presumía las finales desde aquellos tiempos. Pero eso ha cambiado y otros equipos han ganado, además todos los jugadores que uno ve que llegan al mundial juegan en equipos grandes y competitivos. Hay un cambio de mentalidad en el mundo y tiene que ver con que todos los jugadores son muy jóvenes y tienen una actitud mucho menos más amarrada a la actitud de cada país, estas nuevas generaciones no responden a esa tradición.


¿En qué se parecen el fútbol y la política?

Son muy parecidos. El fútbol es el arte de simular el triunfo, complejísimo arte de simular el triunfo del país, es increíble que uno logre unirse incluso a las personas que más detesta. Sí a Colombia le pega un balón en el palo, estoy seguro que todo el mundo va a decir ¡Huyyyy! Y va a sonar entre el zuluagista y el santista. Sí gana Nairo Quintana, sucede lo mismo. La Federación Colombiana de Fútbol la tiene fácil porque tiene buenos jugadores, pero a los políticos les cuesta simular Nación porque son muy mezquinos, pero es un ejercicio muy parecido porque hay que simular el triunfo de un pueblo.


Para usted que se formó como literato pero conoce muy bien el mundo del periodismo, ¿Cuál es la diferencia más radical entre la literatura y el periodismo?

Pienso que el ejercicio de escribir lo uno y lo otro, tiene muchísimas cosas en común. Realmente la práctica se eleva a que uno consiga que el lector llegue desde el principio hasta el final. Entonces hay frases que se deben construir, que llevan a otras frases, primeros párrafos que son contundentes, primeras líneas que tienen que contener el texto entero. Creo que un periodista y un novelista, o un autor de realidades y un autor de ficciones están en el mismo terreno, y por eso es tan común que el autor de ficción se sirva tanto del periodismo, porque finalmente es el mismo ejercicio. Sin embargo, mientras el escritor de ficciones se preocupa más por la forma en la que se cuentan los hechos, el periodista se enfoca más en lo que sucede, aunque en ambos casos se trata de envolver y fascinar. Allí existe otro dilema, mentir o no, pero esa es una línea muy borrosa, uno sabe que los periodistas buenos no mienten.


¿En ese sentido en el periodismo hay espacio para la ficción?

Debo decir, que hay espacio para las estrategias de la ficción. Lo curioso es que la ficción usa estrategias del periodismo para hacerla parecer verdad. No hay ‘buena ficción’ si no está certificada por hechos, investigación, testimonios. Pero el periodismo se vale de la ficción en la medida en que construir textos requiere de trucos. No hay texto bueno de periodismo que no recurra a trucos y ‘trampas’ narrativas para ser leído, a juegos con el lenguaje y afirmaciones contundentes y ese es el mismo ejercicio. Sin embargo en los dos casos no se espera lo mismo. De un periodista se espera que no mienta, mientras que de un narrador de ficciones se espera que mienta muy bien, de tal manera que uno le crea la mentira como una verdad. Es un terreno muy delicado pero es muy simple, finalmente uno miente y el otro no, pero tienen la misma estatura. Existen cientos de excelentes periodistas a los que siempre se les conoce por su decencia y su honradez como Daniel Samper, Cecilia Orozco Tascón, Daniel Coronell, Jorge Cardona, entre muchos otros.


Ahora que habla de Daniel Samper, y su reciente anuncio de su retiro, ¿usted cree que las personas se pueden retirar de escribir?

Tengo unos modelos muy fuertes en mi vida. Tengo un papá de 74 años que está dando clase de física en la universidad, y una mamá de 66 que tiene su oficina de abogados y a quien no se le ven ganas de dejar de trabajar. Yo ahora tengo 38 años, quien sabe que vaya a pasar en la vida, falta tanto que no imagino dejando el trabajo. Lo de Daniel me sorprendió, porque aparte de ser el papá de un compañero entrañable de mi vida, fuimos compañeros en El Tiempo, donde he estado muy metido en el periódico, y fue muy triste verlo salir. Me sorprendió lo que me afectó y por supuesto en la redacción le hicieron sentir ese afecto que tenían por él. Cuando se fue, la redacción en pleno se puso en pie y lo despidió con aplausos, una escena casi de película gringa. Daniel es un tipo extraordinario, con una versatilidad increíble y una decencia a toda prueba, fue muy triste que se fuera. Yo creo que él va a seguir escribiendo, lo que está haciendo básicamente es quitándose el afán. Él es muy activo mentalmente pienso que va estar escribiendo otras cosas.


Usted es uno de los más reconocidos columnistas de El Tiempo, aborda temas de actualidad y el público también lo conoce por su gran trabajo literario. ¿Cómo es esta dinámica de moverse entre la literatura con temas que abordan el siglo XIX y hablar de la actualidad política del país?

Pienso que uno puede escribir sobre el mundial del 94, o del 31 de agosto de 1896, día en que sucede la novela de ‘el libro de la envidia’, y en ambos casos se descubre cosas relacionadas con lo que está sucediendo ahora.

Por Steven Navarrete

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