Ibrahimovic, tan polémico como talentoso

Grosero, arrogante, violento, irrespetuoso y egoísta. Así calificaban a Zlatan Ibrahimovic sus amigos de infancia. Lo curioso es que él estaba completamente de acuerdo con ellos.

Luis Guillermo Ordóñez Olano
28 de marzo de 2013 - 03:00 a. m.
 Polémico como talentoso el delantero sueco es uno de los mejores futbolistas de los últimos tiempos. Genio irreverente dentro de la cancha, creció en un barrio marginal de Malmö, en donde robaba bicicletas.
Polémico como talentoso el delantero sueco es uno de los mejores futbolistas de los últimos tiempos. Genio irreverente dentro de la cancha, creció en un barrio marginal de Malmö, en donde robaba bicicletas.

Eran los tiempos en los que robaba bicicletas y desvalijaba coches en Rosengård, un modesto barrio a las afueras de Malmö, Suecia, en el que creció prácticamente solo.

Sus padres eran inmigrantes y trabajaban todo el día como aseadores para sacar adelante a los seis hijos, tres varones y tres damas. Sefik, el papá, era bosnio y se volvió alcohólico a raíz de los traumas que le dejó la guerra en su país. Jurka, la mamá, se retiró apenas Zlatan firmó su primer contrato profesional, años después.

“Hago lo que quiero y lo que pienso. Sea justo o no, es mi forma de vida. Cuando eliges tu camino, cometes errores. Nadie es perfecto”, señala el hoy delantero del París Saint Germain, nacido el 3 de octubre de 1981.

El futbolista sueco admite que “violar la ley era un modo de divertirnos cuando chicos. No había dinero. Era como vivíamos. Hacíamos esas cosas por la adrenalina, la motivación. Rosengård para mí era un paraíso”.

Allí aprendió a pelear y también dio sus primeras patadas a un balón. Era un muchacho delgado y alto, pero rápido y muy técnico. Como muchas veces en su casa no había qué comer, aceptó jugar en el equipo de otro barrio a cambio de un subsidio de alimentación.

En el FBK Belkan comenzó así una carrera llena de jugadas y goles maravillosos, pero también de polémicas y peleas con rivales, técnicos y compañeros.

Ole Gallstad, cazatalentos del Malmö F.C., fue quien lo descubrió. “Estaba en el banquillo y su equipo iba perdiendo 3-0. Me llamó la atención su mal humor, tenía apenas 12 años y se veía desencajado. Luego entró e hizo ocho goles. Lo fichamos al otro día”, recuerda.

En Malmö tuvo problemas por su recia personalidad. Desde que llegó desafió a los jugadores del primer equipo, a quienes criticaba abiertamente en las prácticas. “Ese gol, yo no la habría fallado”, les decía a las figuras del momento, quienes no pudieron hacerlo echar porque de lejos se notaba que tenía un talento superior.

A los 16 debutó como profesional, dos días después de haber recibido su cinturón negro de taekwondo, su otra pasión. Con el Malmö descendió en esa temporada de estreno, pero volvió a primera al año siguiente, ya consolidado como titular y goleador.

Su fama sobrepasó las fronteras y pronto recibió ofertas de clubes de Italia, Inglaterra y España. Él, no se sabe si por modestia o por arrogancia, prefirió irse al Ajax de Holanda, porque se consideraba “un diamante para pulir”. Bueno, un diamante que costó en ese entonces nueve millones de euros y que con su primer salario compró un Lamborghini color lila con el que soñaba de niño.

De la mano de Ronald Koeman y Marco van Basten triunfó rápidamente. El ex centrodelantero de la selección naranja y el Milan, tres veces Balón de Oro, asegura que “hizo goles impresionantes y jugadas increíbles para un tipo de 1,95 metros de estatura y 95 kilogramos de peso. Ahí ya sabíamos que era fantástico, uno de los mejores del mundo”.

Zlatan cuenta que en Ámsterdam se peleó con el técnico Louis Van Gaal: “Es un dictador sin ningún sentido del humor. Un día me dijo que tenía que pensar más en el equipo. Van Basten me había dicho lo contrario. Entonces le dije a Van Gaal: ¿A quién debo hacer caso? ¿A usted o a una leyenda? No le gustó”.

Y se fue a Italia. Juventus fue su primer destino, aunque quería jugar en el Inter para compartir con su único ídolo reconocido, Ronaldo. Finalmente llegó al club nerazzurri en 2006 y allí fue compañero de Iván Ramiro Córdoba, quien reconoce que “Zlatan es uno de los mejores delanteros con los que he jugado. Es un tipo alegre y extrovertido, pero también explosivo”.

Cuando se fue de Italia, con rumbo a Barcelona, lo que más le costó fue dejar su colección de autos de lujo, 13 coches entre los que se destacan exclusivos modelos de Ferrari, Porsche y Audi.

En la capital catalana no tuvo suerte. No porque su rendimiento en la cancha fuera deficiente, sino porque se peleó con el técnico Pep Guardiola después de que lo pusiera apenas cinco minutos en un partido contra Villarreal. En su biografía titulada Yo soy Zlatan Ibrahimovic, cuenta: “Le grité: ‘¡No tienes huevos! Te cagas frente a Mourinho, puedes irte al infierno’. Estaba completamente loco. Si yo hubiese sido Guardiola, habría tenido mucho miedo”.

Después reconoció: “Mi único problema en el Barça fue el filósofo (así le dice a Pep). En sus charlas en el vestuario parecía querer filosofar, parecía imbuido por Gandhi. Daba la impresión de que se creía el inventor del fútbol”.

Sin pelos en la lengua, a los periodistas tampoco les perdonaba nada. A una reportera que le consultó sobre una fotografía en la que aparece en una actitud cariñosa con su excompañero de Barcelona Gerard Piqué, le contestó: “Vente a mi casa y verás si soy maricón o no”.

Su paso por España terminó con su cesión al Milan, club que luego compró sus derechos deportivos. En el club rossonero siguió haciendo goles y casando peleas. Un día, sin razón aparente, golpeó a Antonio Cassano en un entrenamiento, algo que ya había hecho con Rodney Strasser.

En junio pasado Ibrahimovic pasó al París Saint Germain, club que le paga 14 millones de euros al año y del que es la gran figura. Justamente ayer se confirmó que la Uefa le redujo una sanción que tenía de dos fechas, por lo que podrá actuar la próxima semana ante Barcelona, en los cuartos de final de la Liga de Campeones de Europa.

“No me preocupa Barcelona, es un club mediocre”, dijo el sueco después del sorteo que determinó ese enfrentamiento. Y aunque se prevé que será mal recibido por la afición culé, eso a él lo tiene sin cuidado.

“Lo que digan o quieran los hinchas es problema de ellos, no mío”, respondió hace apenas una semana cuando fue duramente criticado por no asistir a una sesión fotográfica y de firma autógrafos con los seguidores del PSG.

Recientemente el diccionario de la lengua sueca, aprobó el verbo “zlatanear”, que significa “dominar con fuerza”, algo que Ibrahimovic no se cansa de hacer en la canchas.

En su carrera lleva 302 goles en 618 partidos. Ha ganado 16 títulos y decenas de distinciones individuales.

Por Luis Guillermo Ordóñez Olano

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