Por más que la paciencia de Roman Abramovich hubiese llegado al límite antes de lo esperado con Luiz Felipe Scolari, en Stamford Bridge, estadio del Chelsea, no hubo el movimiento sísmico que en cualquier otro club del mundo podría originar la intempestiva salida de su entrenador.
El multimillonario ruso más se tardaba en firmarle como indemnización el cheque de casi 11 millones de dólares al técnico brasileño, que en buscarle reemplazo. Alternativas no faltaron y menos con el presupuesto que maneja el dueño del equipo londinense. Desde el posible retorno de José Mourinho, actualmente en el Inter, hasta la posibilidad de Frank Rijkaard, que le dio al Barcelona su más reciente Liga de Campeones, entraron a la carpeta.
Pero Abramovich, quien siempre se ha distinguido por dar verdaderos golpes de opinión, quiso ofrecer uno más y se inclinó por el holandés Guus Hiddink, empleado suyo en cierta forma desde hace dos años, cuando aceptó ser seleccionador absoluto de Rusia y su sueldo es cancelado mensualmente por el magnate.
Ahora deberá rendirle doble cuenta y aún más, con objetivos grandes por cumplir, ya que con los rusos debe lograr la clasificación al Mundial de Suráfrica 2010 y a los ‘Blues’ debe meterlos nuevamente en la pelea por la Premier League (suma 49 puntos, siete menos que el líder, Manchester United), la Liga de Campeones –contra Juventus en octavos de final– y la Copa de la Federación inglesa.
A sus 62 años, Hiddink asegura estar capacitado para asumir los dos desafíos y la carga de trabajo que implican, toda vez que esta experiencia no le resulta para nada ajena, luego de que tres temporadas atrás compaginara la labor de seleccionador de Australia con la de técnico del PSV Eindhoven, club del que fue jugador en la década del 70.
Un comienzo naranja
A nivel de selecciones, la primera que dirigió fue la de su país y desde entonces, los resultados han respaldado su labor. Se estrenó con los holandeses en el Mundial de Francia 98, llevándolos a las semifinales, donde Brasil se atravesó y los eliminó desde el punto blanco.
Y si en territorio galo estuvo a punto de hacer historia, cuatro años después, en la Copa del Mundo Corea y Japón 2002 entró en ella porque inscribió a los coreanos en el cuarto lugar, dejando en el camino a favoritos como Italia, Portugal y España.
Del lejano oriente pasaría a otro destino exótico, Oceanía. Y en dicho continente le encomendaron la nada fácil labor de llevar nuevamente a Australia a una justa mundialista, tarea que cumplió al ganarle el repechaje a Uruguay, devolviéndola así al mapa futbolístico, tras más de tres décadas de ausencia.
No conforme con ello, en Alemania 2006 con los ‘socceroos’ superaron la primera fase y ya en octavos de final le amargaron su paso a cuartos a la futura campeona, Italia, la cual vino a vencerlos por un penalti en el minuto 95 de juego.
Cotizado hasta decir no más, varias federaciones le hicieron el guiño, pero el proyecto deportivo, respaldado por dos millones de euros anuales que le ofreció la de Rusia, lo devolvieron de nuevo al Viejo Continente. Hoy, tras dos años de labores, Hiddink ya puede decir que se dio el lujo de eliminar a Inglaterra para la Eurocopa de Austria y Suiza 2008, donde cayó en semifinales con España que terminó consagrándose campeón.
Ahora el objetivo es llegar a Suráfrica, lo que de lograr, le permitiría quedar a una presencia mundialista de alcanzar a Bora Milutinovic, el técnico que más ha dirigido en Copas del Mundo (cinco). Pero como todavía falta año y medio para la cita africana, antes Chelsea le demandará resultados tan inmediatos como grandes, los mismos que le exigió en su momento el Real Madrid, con el que alcanzó a levantar una Copa Intercontinental.
Con la Champions sería héroe en Londres y aunque no la promete de entrada, para Hiddink no hay imposibles, porque si con poco ha hecho mucho, ahora que dispone de una de las mejores nóminas en sus manos, la ilusión está más viva que nunca.