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Henry Rowan Lemly, el pionero

En los albores de la última década del siglo XIX, un inquieto militar estadounidense instruyó a los soldados de la Escuela Militar de Cadetes en la práctica de los deportes.

Ricardo Ávila Palacios
01 de abril de 2012 - 09:00 p. m.

Su nombre: Henry Rowan Lemly. Bogotá era entonces una aldea donde la moda francesa importada por los más ricos contrastaba con las alpargatas y la ruana de los más pobres.

La primera señal de vida del atletismo colombiano está anclada en la última década del siglo XIX. Corría el año 1891, Colombia estaba sumida en guerras civiles y no existían la estabilidad política ni la tolerancia ideológica. Sin embargo, pese al conflicto bélico fue un militar estadounidense quien organizó en el país las primeras competencias entre los miembros de su tropa, quizá, como ocurrió en la antigua Grecia, para mantener a sus guerreros en forma física ideal.

Su nombre: Henry Rowan Lemly (1851-1925), destacado soldado, escritor, historiador e ingeniero civil que en 1876, como ayudante de un batallón de caballería al mando del general George Crook, enfrentó en el campo de batalla a los indios sioux liderados por un legendario guerrero: Caballo Loco, quien murió atravesado por la bayoneta de un guardia que con su arma destrozó la ingle y el abdomen de su enemigo, según describió el propio Lemly, quien como hombre de letras dejó para la posteridad un escrito sobre el cruento combate.

El ilustre militar tuvo una estadía intermitente en nuestro país, debido a los enfrentamientos bélicos que en campos y ciudades protagonizaban centralistas y federalistas. Lemly arribó a Colombia en 1881, año en el cual fue nombrado docente de la Escuela de Ingeniería Civil y Militar, en Bogotá, fundada por el presidente Rafael Núñez Moledo (1825-1894), ideólogo del movimiento de la Regeneración.

Era la época en que la moda francesa predominaba entre los miembros de la alta sociedad bogotana, mientras la ruana y las alpargatas eran signo de distinción entre los humildes, que tenían a la mazamorra como su sopa favorita, según describió el propio militar, en un artículo publicado en junio de 1885 en la revista norteamericana Harper’s Magazine (1), sobre la Santa Fe de Bogotá de ese tiempo, “donde los robos y los asesinatos son relativamente muy raros, aunque son comunes las peleas callejeras, frecuentemente entre dos o más mujeres”, a decir de Lemly, quien en su relato alabó la fortaleza de nuestros militares: “(…) los hombres enlistados en el ejército son en su mayoría indios de los estados de Boyacá, Cundinamarca y Santander, y no hay mejores soldados en el mundo así de fuertes como una máquina”.

Varios años después de terminado el convenio con la Escuela de Ingeniería Civil y Militar, “el Ejecutivo Nacional contrata por primera vez un instructor extranjero en 1891. Fue seleccionado por el Congreso norteamericano el teniente primero Henry Rowan Lemly, quien colabora eficazmente con los gobiernos de Rafael Núñez, Carlos Holguín y Miguel Antonio Caro, como instructor, subdirector de la Escuela y director titular. Introdujo cambios significativos a la organización, la instrucción y entrenamiento, apareciendo por primera vez lo que se llamó el Batallón de Cadetes, al mejor estilo Westpoint. Se le confirió el grado de teniente coronel honorario del Ejército de Colombia y fue asesor del gobierno hasta fines de siglo para la adquisición de armamento y equipo” (2).

En esos ires y venires, Lemly incentivó la práctica de los deportes entre sus subalternos. Una prueba de ello reposa en una nota aparecida en el Correo Nacional, en mayo de 1891 (ver facsímil), en la cual se hace alusión a una revista militar desarrollada el 19 de mayo de ese año con motivo de una visita que el ministro de Guerra, general Ikegario Rivera, hiciera a la Escuela Militar. Un aparte del texto dice: “(...) la compañía de cadetes, que ya tiene unas 60 plazas, hizo el manejo del arma, algunas maniobras de marcha y ejercicios de tiradores, a señales de pito, nuevo sistema que ha introducido el coronel Lemly. Después hubo carreras y saltos, en los cuales se distinguen los cadetes Uscátegui, Quijano y Velasco. El cadete Julio Uscátegui, en tres saltos seguidos, brincó 9 metros 85 centímetros. Luego los cadetes jugaron al célebre juego inglés lawn-tennis, ayudados por el simpático Mr. Wheeler, encargado de negocios de su majestad británica. Pronto pondrán otros juegos de pelota al aire libre, tales como el football, que tanto conviene para el desarrollo físico…”.

Esta nota del Correo Nacional permite colegir que Lemly impulsó deportes como el tenis, el fútbol y el atletismo. Él dejó la inquietud entre los militares, para que el deporte fuera una práctica más seria, pero la guerra civil, insistimos, aplazó la masificación de estas disciplinas deportivas en Colombia.

En 1913 las huellas del atletismo colombiano reaparecen con la primera gran carrera callejera o a campo abierto celebrada en Colombia y registrada como tal por escritores de la época, según lo narra Ernesto Vidales, en un pequeño folleto titulado ‘Nos dejó el tren’: “Para desentumecer las coyunturas, según dice el cronista de la época, algunos respetables caballeros organizaron en 1913 una formidable prueba pedestre que denominaron la Carrera Castillo de Koop y cuya pista era la calle Real (de Bogotá), partiendo del altozano de la catedral y tomando hacia el norte hasta llegar a inmediaciones de la Avenida Chile, unos seis kilómetros en total (...). El ganador recibió un hermoso tronco de azaleas y laureles, que entre los griegos eran símbolo de victoria”.

Algunos historiadores también le atribuyen a Lemly la importación al país de los primeros balones y uniformes para la práctica del fútbol, así como la traducción del inglés al español del primer reglamento que en ese deporte se implementó en la Escuela Militar de Cadetes. Pero por ser un deporte de multitudes, los egos se sensibilizan al límite y otros investigadores rechazan la paternidad de Lemly sobre el fútbol colombiano.

Era tal el interés de Lemly en la práctica deportiva que inclusive publicó en 1884 en Nueva York un libro sobre ejercicios gimnásticos. Sus inquietudes intelectuales fueron más allá de los deportes y la actividad castrense. Su vena de historiador fue seducida por el Libertador, sobre quien escribió un libro titulado Simón Bolívar, libertador de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, publicado en Boston, Estados Unidos, en 1923.

Fue el conflicto conocido como la Guerra de los Mil Días el causante de que este militar terminara su estancia en nuestro país. Dicha guerra —la más larga en la historia republicana de Colombia— dejó 100 mil muertos. En ese entonces —1899— el país tenía cuatro millones de habitantes, incluida Panamá; el 90 por ciento de la población era analfabeta y la miseria era general. La guerra terminó en noviembre de 1902.

Con la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial en 1917, Lemly regresó brevemente al deber con el Departamento de Intendencia, que le significó su ascenso a mayor antes de su retiro en 1920, según el historiador John Mackintosh. Cinco años después, Lemly falleció. Sus restos reposan en el Cementario Nacional de Arlington.

(1) Lea la traducción de este artículo en http://www.elnuevobogotano.com/2008/10/bogota_en_1885/

(2) Revista Ejército No.136. Bogotá, junio de 2007. http://www.ejercito.mil.co/recursos_user/multimedia/animaciones/medios/R....

Por Ricardo Ávila Palacios

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