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Inició la era de 'El Bolillo' en el DIM

Tuvo que tomarse una pastilla para el malestar y pedirle a su asistente que dirigiera desde la línea.

Juan Diego Ramírez Carvajal
19 de febrero de 2012 - 09:40 p. m.

En la semana, en un entrenamiento en Llano Grande, Hernán Darío El Bolillo Gómez olvidó aplicarse bloqueador solar. Quedó rojo, sufrió de fiebre y disfonía. Los síntomas empeoraron el sábado en la noche, debido a unos nervios que le causaron tembladera corporal. En unas horas empezaría contra Santa Fe, un nuevo ciclo como DT, esta vez al frente del Medellín, luego de la abrupta salida de la selección de Colombia y su ostracismo de la vida pública durante meses. “Eso se me pasa en el estadio. No veo la hora de que empiece el partido”, les dijo a sus ayudantes de campo.

“Trató de contarnos anécdotas; me preguntó por mi familia, por el trabajo; quiso amenizar el ambiente porque teníamos mucha ansiedad, sobre todo cuando empezamos a ver el Atanasio desde el bus”, cuenta Édgar El Pánzer Carvajal, asistente de campo de El Bolillo, con quien nunca había trabajado.

Al ingresar al estadio, Gómez pensó en esos siete meses sin dirigir, desde la fatídica derrota 2-0 de Colombia en el cementerio de los elefantes contra Perú, en la Copa América. También pensó en su intempestiva salida de la selección a raíz de un incidente extradeportivo: el 6 de agosto en un bar del centro de Bogotá, cuando transcurría el Mundial Sub-20 en nuestro país, golpeó en estado de embriaguez a una mujer, lo que ocasionó un escándalo de talla mayor. “No tuve fortuna esa noche y me siento muy mal por lo que pasó. Yo le decía a Dios: ¡llévame ya! Ahora le pido disculpas al país y a las mujeres”, dijo en diciembre, y en medio de lágrimas, el estratega de 56 años.

La semana pasada decidió coger el fierro caliente: aceptó dirigir al Medellín ante la salida de Guillermo El Teacher Berrío. Volvió al equipo de sus amores, en el que debutó como futbolista en 1975. El sábado, en el camerino, llenó de coraje y confianza a sus dirigidos, con su voz disminuida pero persuasiva. “Nos pidió mucho orden y concentración. Hemos recibido mucha información de él. Ha sido muy exigente y por su recorrido ha impuesto un respeto. Por eso tenemos que respaldarlo en la cancha”, dice Bréiner Castillo, portero del equipo y arquero de la selección durante su ciclo.

En el túnel, El Bolillo se fundió en un abrazo con Agustín Julio, gerente deportivo de Santa Fe y a quien dirigió en ese equipo en 2008-2009. Apenas salió al gramado, los casi 20 mil hinchas corearon su nombre y gritaron con fuerza “Sí, se puede”. Él levantó sus brazos, saludó, sonrió. El alma le volvió al cuerpo.

A los siete minutos, sin embargo, pidió al médico una pastilla para el malestar: su voz se tornó más cavernosa y disminuida de tanto gritar e insistir al equipo en el tema de concentración. Le solicitó a El Pánzer que dirigiera, que fuera su interlocutor.

“Me pedía —dice Carvajal— que les dijera que no se desordenaran, que recordaran lo que habíamos trabajado en la semana”. Desde el banco, brincó cuando Arboleda convirtió el penalti (73’). Dio la espalda cuando Copete igualó a los cinco minutos. No discutió con el árbitro y salió en medio de aplausos hacia el camerino. Felicitó a sus dirigidos por el sacrificio y el pundonor.

Lo que viene para el DIM

Más allá del empate, se notó un cambio de ánimo en los jugadores, y los asistentes se fueron más tranquilos que cuando lo hacían en la era de El Teacher Berrío. “La gente salió contenta, además porque mucha fue a apoyar a Hernán, y hubo total respaldo a este técnico tan respetado por la hinchada. Quedó la sensación de que este equipo se puede salvar del descenso y que ostensiblemente cambió su cara”, dice Néstor Tobón, periodista de Todelar, que vivió de cerca el inicio del nuevo ciclo de Gómez.

“Tenemos un equipo en construcción, pues es demasiado joven en lo futbolístico y en lo mental. Encontramos a un plantel con baja autoestima, porque hace rato que no muestra resultados. Pero con la llegada de Hernán les hemos cambiado la cara”, reconoce Carvajal, y añade que “no estamos mortificados por el descenso, si no enfocados por hacer buenos partidos”.

El atacante Santiago Tréllez es el mejor amigo del hijo de El Bolillo Gómez. Tras la noticia de su llegada, explica, “me alegré mucho por la amistad y el cariño que le tengo. Pero por esa razón, en el primer entrenamiento me dijo que me exigiría más que al resto”. Tréllez confía en ser el delantero titular del usual esquema 4-1-4-1 de Gómez.

“Es muy bueno que esté acá, porque en verdad estábamos muy mal y sabía que él nos ayudaría a mejorar en el orden. Es un técnico de mucho recorrido y por eso lo respetamos tanto. Hay motivación, y queremos que el próximo fin de semana, en Neiva, contra Huila, sea el despegue definitivo del club”, añade Tréllez.

El DIM tiene poco margen de error a causa de su ubicación en predios de descenso, más si se tiene en cuenta que en 2012 no ha conocido la victoria. Sin embargo, El Bolillo es una garantía.

Por Juan Diego Ramírez Carvajal

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