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Si el norteamericano Jim Hines hubiera competido en los Juegos Olímpicos de Río 2016, su tiempo de 9,95 segundos apenas le hubiera permitido encasillarse en el octavo lugar en los 100 metros. Con dicho registro este atleta se convirtió en 1968 en el hombre más veloz del planeta, en récord del mundo y en campeón olímpico.
A sus 22 años de edad fue el primer velocista en bajar de los diez segundos en el hectómetro, un logro que consiguió en los Juegos Olímpicos de México, hace 50 años, durante una final con cronometraje electrónico en la que por primera vez los ocho corredores que llegaron a esa instancia eran de raza negra, en una prueba desarrollada a 2.248 metros sobre el nivel del mar. (Le puede interesar: "A un gran salto, una gran foto")
El podio fue completado por el jamaicano Lennox Miller (10.04) y el estadounidense Charlie Green (10.07), plata y bronce, respectivamente.
“Había muchos velocistas rápidos y geniales en ese momento. Aquí en América teníamos al menos doce sprinters que podían correr en 10 o 10.2 segundos y cada semana competíamos en reuniones por Estados Unidos antes de ir a México. Lo que significa que competíamos entre nosotros a nivel olímpico aquí en Estados Unidos y eso fue algo muy positivo”, comentó Hines en 2015, durante una entrevista a Sportmania.
Emocionado, resaltó que “ganar los 100 metros te otorga el título de ser el humano más rápido del mundo. Muchos chicos podían hacerlo pero había que demostrarlo, yo fui capaz de salir y hablar en la pista y para eso hay que tener instinto asesino”. Hines también ganó medalla de oro en la posta 4x100.
La plusmarca de Hines estuvo vigente hasta el de 3 de julio de 1983, cuando Calvin Smith la superó tras imponer 9.93 segundos. (Vea: "Medio siglo del Fosbury Flop")
En 1980, el periodista español Miguel Vidal viajó a Giddings (Texas), donde vivía Hines, quien era vendedor de bombillas y lámparas. El campeón vivía en una destartalada casa de madera y su economía doméstica iban tan mal que “las medallas de oro las vendí a un banco (…). En Estados Unidos hay tantos que los campeones olímpicos se devoran como si fueran una hamburguesa. Es una tragedia”, lamentó Hines.(Lea: "El Poder Negto, recuerdo de una protesta")
Su carrera atlética terminó con su histórica victoria en México 68. Menos de cien horas después de su proeza suscribió contrato con los Miami Dolphins y se pasó a la NFL, pero la suerte no lo acompañó y está considerado uno de los peores jugadores de la historia del fútbol americano.
Hoy, con 72 años de edad, Hines vive en San Francisco, California, donde creó una fundación que apoya a drogadictos y a mujeres maltratadas.
(ravila@elespectador.com)