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Jorge Luis Bernal, el estratega de 59 años que ha dirigido al Cali, Caldas, Pasto y Marítimo de Venezuela, habla sin escrúpulos, sin miedo. El ibaguereño comenta del gran momento por el que pasa su club, que es colíder del apertura con 16 puntos, tras la victoria del fin de semana ante Cartagena. Además, aprovechó para opinar, entre otras cosas, sobre el Cúcuta, que comandó en 2007 y lo llevó a las semifinales de la Copa Libertadores contra Boca Juniors.
Antes del triunfo ante Real, ¿por qué no convencían en su forma de jugar?
Nosotros tenemos una cancha diferente a la del resto del país. El piso es irregular, no se presta para jugar bien al fútbol. Por eso a veces no actuamos como queremos. Están gestionando para ver si la mejoran, ojalá le echen nutrientes y la atiendan, porque con agua no basta. Es como si un artista tiene mala su guitarra. Es muy jodido, pero vamos a lucharlo.
Igualmente hace unos días dijo que tenía un equipazo…
Que uno diga equipazo, equipazo, no. Estamos en procura. Es que apenas llevamos siete partidos. Mourinho lleva 101 con el Madrid y sigue teniendo cosas por mejorar. Y nosotros tuvimos poco tiempo de pretemporada.
¿Cómo se ha sentido en su séptimo ciclo con Tolima?
Nadie es profeta en su tierra. Acá me ha ido bien, pero los medios son muy exigentes y quieren que juegue como el Barcelona. Tienen conceptos que, aunque respeto, no comparto. Pero ahí estamos, haciendo gala al dicho “oídos sordos a palabras necias”. Tanto que ahora somos líderes de Liga, Copa y Descenso.
¿Qué piensa de la crisis del Cúcuta, con el que peleó título de Libertadores en 2007?
Me duele mucho, porque aprecio mucho esa región, que tiene una de las mejores hinchadas del país. Hicimos buenas campañas y disputamos, según varios, la final adelantada de esa Libertadores contra Boca. Ahora tendrán que reforzarse bien para poder salvar la categoría.
¿Las gestiones de Ramiro Suárez pudieron influir en la crisis?
Todos los equipos tienen sus líderes y don Ramiro lo era para Cúcuta. Su ausencia hizo perder las comodidades que tenía el club. Él se sumaba en las concentraciones, iba al camerino, nos incentivaba. Me puse triste cuando lo capturaron, porque creo que es bueno. Hay gente que ha perdido su libertad sin una razón.
¿Incentivaba económicamente a los jugadores?
Por las buenas campañas, claro que sí. Él no se quedaba corto. Cuando le ganamos a Boca, los jugadores recibieron un promedio de 3 o 4 millones de pesos cada uno. Él buscaba mucho apoyo de la empresa privada para esa labor. Es que en esa Copa pudimos haber sido campeones.
¿Por qué no lo fueron?
Si disputo ese mismo partido otra vez, meto un defensor más o un volante de creación extra. Pero no quise perder la tradición: jugar a la ofensiva, como siempre.
Esa fue una instancia más de las tantas que perdió…
Son cinco finales que he perdido en Colombia. La muerte de mis padres fue durísima. En seguida de ese dolor están las pérdidas de esos títulos. Espero poder lograrlo esta vez con Tolima.
Hace 24 años que no gana un torneo de primera división, cuando lo hizo en Venezuela…
Sí, en el Marítimo me fue muy bien. Allá llegué por una coincidencia. Un mesero colombiano radicado en Caracas estaba atendiendo en su restaurante a los dirigentes de ese club, quienes querían a un DT que fuera del exterior. Me recomendó, me ofrecieron y fui campeón.
¿Cree en las herencias de los técnicos en el fútbol? ¿Flavio Torres trabaja en Pasto con la que usted dejó en ese equipo?
Todos dejamos huellas. Se cambian jugadores, sistemas y posiciones para que nadie diga eso. No quiero decir que si Torres gana es porque siguió al pie de la letra lo que yo hice, y si pierde porque no.
¿Por qué lloró públicamente cuando salió del Cali?
Siempre fui hincha de Santa Fe y de Cali, pues el Tolima hace muchos años era el más pobre del país. Llegar al Cali era un sueño hecho realidad. Pero no me dieron tiempo y nosotros los técnicos no tenemos varitas mágicas. Tiempo no dan acá.
¿Alguna vez un jugador lo pechó?
Sí, Elson Becerra. Discutimos y nos empujamos. Fue en el 95. A él lo estimé mucho. Recuerdo cuando llegó a Ibagué con una mochilita y nada más. La primera noche la pasó en el apartamento vacío de un compañero mío. Durmió en el piso con una sábana que me conseguí. Su forma de ser causó que se muriera tan pronto.
¿Lo más curioso que vio en un camerino?
Digo el milagro, pero no el santo. Una vez me dijeron que unos jugadores se habían prestado para perder un partido, para beneficiar a un apostador. Lo bueno es que al final ganamos. Y en otro tiempo mis dirigidos se llevaban las toallas de los hoteles para coleccionarlas. Una vez nos tocó requisar a uno por uno, porque nos cobraron carísimas dos toallas a la salida. Al final sí la tenía uno.
¿Uno de los mejores recuerdos?
Ver el gol de Maradona con la mano contra Inglaterra. Cinco minutos antes del partido le compré la boleta a un revendedor. De regreso a casa me di cuenta de que fue con la mano.