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Ante Cúcuta, el Cali buscará confirmar su recuperación y meterse entre los ocho.
Julio Avelino Comesaña habla con la sapiencia de los abuelos. Cada frase, cada idea está bien argumentada gracias a la experiencia de 45 años metido en el fútbol. Sabe que no puede hacer milagros en el Cali, pero entiende que “la realidad de este deporte la tienen los jugadores”.
Lleva 20 días al frente del club verdiblanco. Ha dirigido cinco partidos, tres de Liga y dos de Copa, de los que ha ganado tres, empatado uno y perdido otro.
El equipo, que era último en la tabla, ocupa ahora el puesto 11, con igual número de puntos. “No hay una fórmula mágica para cambiar el rumbo de un momento a otro, menos si no se conoce en detalle cómo venía el proceso anterior. Lo que uno hace es simplemente señalar un camino, conducir y motivar a un grupo humano, tratar de que cambie su pensamiento y que tome un nuevo aire”, confiesa el técnico colombo-uruguayo, quien llegó a este país a comienzos de los años 70 y nunca más pudo irse definitivamente.
En Colombia vistió las camisetas de Millonarios y Júnior. Después se convirtió en entrenador y comandó a Medellín, Cali, Júnior, Tolima, Santa Fe y Pereira, antes de ser asistente técnico de Leonel Álvarez en la selección de mayores y durante apenas un par de meses director de desarrollo de Colfútbol. Ahora es el DT azucarero.
¿Cuál ha sido la clave para cambiarle la cara al Cali en apenas 20 días?
Tener en cuenta a los futbolistas. Uno realmente llega con la intención de hacer que las cosas mejoren, pero no tiene muy claro lo que está pasando. Creo que todo pasa más por un tema de conducción y de propuesta, un cambio de actitud. Uno propone, pero ellos ejecutan, así que hay que involucrarlos en las decisiones, hacer que participen.
¿Y qué discurso ha utilizado?
Así como uno es entrenador las 24 horas del día, porque analiza a los rivales, a sus jugadores, la tabla, el calendario, todo, ellos deben hacer lo mismo. Hay que tratar de que cada uno le entregue al grupo lo mejor que tiene, para el crecimiento colectivo. Ese es mi estilo, pero en el fútbol no hay verdades absolutas. Ya no se trata de dar órdenes, sino de planificar conjuntamente.
¿Ha cambiado la manera de dirigir?
Antes el técnico era un conductor de grupo que lo hacía de una manera muy natural. Hoy quieren ser más protagonistas y no tienen en cuenta los conceptos de los jugadores. Creo que hay que armonizar los grupos.
¿Los futbolistas también han cambiado?
Claro, nosotros hablábamos mucho de fútbol, todo el tiempo, en el comedor, en las habitaciones, en el bus, en cualquier lado. Los jugadores opinábamos y hacíamos amistad entre nosotros y un grupo unido es muy difícil de vencer, en cambio uno dividido, así sea bueno, no funciona. Parece que no les gustara. Al futbolista actual su trabajo no lo apasiona, pero en buena medida es porque no lo dejan pensar, le dan todo digerido. Eso es comodidad, cómo no les va a gustar.
Pero más allá de los conceptos, se necesitan resultados.
Sin duda. Esa es la clave, pero lo más importante es saber por qué se consiguen esos resultados. A veces uno gana y no sabe por qué, cómo, por eso no se puede seguir esa racha, pues no se conoce la receta.
¿Y usted ya la sabe?
Este equipo no juega al estilo Comesaña, pero no esperaba que lo hiciera en tan poco tiempo. Está claro que debemos mejorar mucho en nuestro nivel. Con lo que hemos hecho no alcanza, porque los otros equipos ya nos están mirando de otra manera y de aquí en adelante será más difícil. Pero básicamente estamos tratando de crear una identidad, un estilo que aproveche lo mejor de cada jugador en beneficio del colectivo.
¿Qué tan importantes han sido Álvaro Domínguez y Faryd Mondragón, los líderes del grupo?
Acá todos, desde su posición, deben ser líderes. No voy a descubrir el talento de ellos dos, ni el de algunos otros. Está claro que un jugador se puede lucir en la medida en que está aportándole al grupo. Entre más dan, más brillan. Eso pasa con ellos.
En lo personal, ¿qué ha significado volver a dirigir?
La emoción de estar expuesto a la opinión pública, tener que tomar decisiones en la cancha, estar en donde me gusta, en el estadio, en el campo de práctica. En esta etapa de mi vida siento que debo contribuir, dar algo de lo que he aprendido en el fútbol, y en Colombia no hay un mejor sitio para hacerlo que esta institución.