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Recordar

Hernán Peláez Restrepo
02 de agosto de 2020 - 02:00 a. m.

Suena fácil y es cierto eso de que recordar es vivir. Vi un documental sobre Albeiro Palomo Usuriaga, con producción argentina, razón por la cual gira alrededor de su paso por Independiente de Avellaneda y General Paz Juniors, donde se convirtió en ídolo por su alegría para jugar y participar de logros imborrables. Dos títulos internacionales (Supercopas Suramericanas), un Torneo Clausura con los rojos y un ascenso con el equipo cordobés. El trabajo está apoyado en opiniones de excompañeros y técnicos como Brindisi, Gareca, Burruchaga y Islas, y periodistas como Jorge Barraza y Daniel Galoto. Es sorprendente ver cómo sus goles fueron aplaudidos, sus desplazamientos en velocidad y su carisma para ingresar en el alma de los hinchas.

En nuestro medio no tuvo quizás el reconocimiento merecido. Fue pieza esencial en el título de Nacional en la Copa Libertadores de 1989 y en los campeonatos obtenidos por América en 1990 y 1992. A pesar de haber ayudado a la clasificación de Colombia para el Mundial de 1990, con su gol ante Israel en Barranquilla, se tejieron diversas teorías de por qué no hizo parte del plantel definitivo.

Paseó su estilo de juego y desparpajo para encarar aventuras en siete países, más su aporte al América, en el que siempre sus zancadas fueron apreciadas. Siempre se habló de su mentalidad de niño, como si eso fuera pecado. En sus 17 años de carrera profesional, su positivo por doping, que frenó su presencia en Independiente, resultó ser un freno en su trayectoria. El documental rescata su sonrisa, alegría y cierto desparpajo para definir ante el arco rival. Recordar es vivir y de eso se trató el asunto.

Ahora bien, apelando a recordar, no tanto por el pasado sino por la actualidad, el interés de revivir la Primera C —abandonada por razones desconocidas, seguramente económicas— me parece buena idea. Es ofrecer fútbol a ciudades intermedias y, más que eso, oportunidad para tantos jugadores que, teniendo condiciones, son ignorados de buena fe por falta de escenarios y competencia. Y más que recordar, señalar que quien llegue a presidir la Dimayor debe proceder con justicia y manejar las presiones de todos los presidentes, quienes por momentos convierten en genuina leonera una asamblea de socios. Es innegable que cualquier aspirante al cargo, gustándole el fútbol mismo, en el fondo de sus entretelas, es seguidor de determinado equipo. No es pecado, ni mucho menos, pero su deber será proceder con imparcialidad y sin favorecimientos. Una cosa es recordar, como paso con el Palomo, y otra recordar los mandamientos que debe cumplir el nuevo presidente de Dimayor.

Mientras eso pasa, el señor Infantino (de la FIFA) y los señores Domínguez (de la Conmebol) y Jesurún deben medir los gastos en pago de honorarios a abogados, para intentar superar los problemas que viven en estos momentos, que afectan y cuestionan la pulcritud en sus cargos.

 

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